Otras cinco valiosas vidas se perdieron el fin de semana en un siniestro vial. Ocurrió entre Mosquera y La Mesa, Cundinamarca. Las víctimas fueron cinco mujeres que estaban a punto de culminar sus estudios de veterinaria en la Corporación Educativa Nacional (CEN). Infortunadamente, sus nombres se suman a la larga lista de personas que mueren en incidentes viales a lo largo y ancho del territorio nacional cada año, y que se cuentan por miles.
Y de nuevo la causa principal es la imprudencia. Bien se haya tratado de un exceso de velocidad del vehículo escolar que las transportaba o haberse quedado sin frenos, lo cierto es que esta tragedia, como todas las que se le parecen, se hubiera podido evitar atendiendo protocolos básicos de prevención y seguridad.
Cuando faltan pocos días para conmemorar una nueva jornada a nivel mundial en honor a las víctimas de los siniestros viales, el país sigue sin resolver este asunto, aunque las campañas se han masificado y los indicadores muestran una muy leve mejoría.
Más de 8.500 personas perdieron la vida el año pasado en siniestros viales. Antioquia, Valle del Cauca, Cundinamarca y Bogotá registraron los indicadores más altos. Hasta julio de 2024, el número de fatalidades superaba las 4.500, un 4,6 por ciento menos frente a las del mismo período de 2023, según la Agencia de Seguridad Vial. Un número que sigue siendo alto y no se compadece con lo que significa para la sociedad la pérdida de vidas en estas circunstancias. En la capital ya van 405 víctimas mortales, la mitad de ellas motociclistas.
El país no puede seguir asistiendo impávido al desfile de muertos y heridos que
están dejando los incidentes viales.
En el caso de La Mesa, hablamos de jóvenes que no superaban los 22 años y tenían metas y sueños por cumplir. Colombia está viviendo una verdadera tragedia en este sentido, pues el mayor porcentaje de personas que fallecen en estas circunstancias tienen entre 15 y 35 años; son estudiantes, profesionales, padres de familia, hijos e hijas que ya no podrán aportar a la sociedad, lo que significa que, en últimas, pierde el país.
No deja de sorprender que, pese al número de fatalidades, aún se tenga que seguir insistiendo en llamados de atención para que las autoridades generen las condiciones mínimas de seguridad en los corredores viales y que la ciudadanía asuma el control de su proceder cuando hace uso del espacio público.
Es necesario reforzar las campañas pedagógicas y de prevención que se llevan a cabo, revisar la infraestructura vial nacional, aumentar los operativos de control de la revisión técnico-mecánica de los vehículos y endurecer las sanciones para quienes ponen en riesgo la integridad de otras personas. El asunto no da espera. El país no puede seguir asistiendo impávido al desfile de muertos y heridos que están dejando los incidentes de este tipo en calles y avenidas.
El exceso de velocidad, la falta de pericia, el mal estado de los vehículos, la imprudencia, la intolerancia, entre otros, son factores que inciden de manera definitiva en el aumento de estas siniestralidades. No podemos conformarnos con reducir las fatalidades a un par de puntos, hay que erradicarlas por completo. Ese debe ser el compromiso. Como bien lo dice la campaña emprendida por varias organizaciones que velan por estos temas: nadie nace para morir en la vía.
Editorial El Tiempo