Israel ha ordenado la evacuación de unos sesenta kilómetros de la zona costera del sur de Líbano, al igual que ha hecho con decenas de localidades del sur del país. Las consecuencias son desastrosas para los pescadores de Saida, la tercera ciudad del país.
Con los enviados especiales a Líbano, Aabla Jounaïdi y Jad El Khoury
El 30 de septiembre, el ejército lanzó una ofensiva terrestre en el sur de Líbano. El objetivo, según el Estado hebreo, es que decenas de miles de israelíes desplazados por los misiles lanzados por el movimiento islamista Hezbolá puedan volver a sus hogares.
Israel anunció el martes que amplío sus operaciones contra objetivos de Hezbolá en el suroeste de Líbano, en el litoral mediterráneo, lo que afecta a los pescadores de la ciudad de Saida que no pueden salir a trabajar.
“O morimos por los bombardeos, o morimos de hambre y sed… esa son las opciones”. La orden de evacuación de Israel cayó como una terrible sentencia sobre los cientos de pescadores de la región. “Todo está paralizado. Nadie sale, nadie entra. Tenemos prohibido hacerlo hasta que se reanude la actividad, Dios sabe cuándo. Depende de Israel. ¿Quién se lo impide? Dime quién”, se pregunta Taoufiq, que está ocupado guardando sus redes.
Dib El Qors pertenece al sindicato de pescadores. Condena el repentino cese de actividades. “Aquí todos tienen una familia que alimentar. Salen al mar, si no, no comen. Esta gente no tiene seguridad social, ni cobertura sanitaria, ni escolarización… Nada de eso. No deberíamos haberlo parado todo”, advierte el sindicalista.
La crisis económica, Covid-19 y la afluencia de desplazados han encarecido la vida en Saida. Mohamed, que lleva 20 años en el barco familiar, camina con dificultad: “Ayer salí del hospital. Tengo infecciones y anemia… Esta decisión es como partirme en dos. Si no trabajas todos los días, no comes. Antes, cuando la vida no era tan cara, las cosas eran diferentes. Hoy en día, ya no se puede ahorrar. ¿Qué voy a hacer? No voy a mendigar. Prefiero morir”.