Solo en el último mes, el presidente Gustavo Petro canceló o modificó su agenda de Gobierno en al menos tres oportunidades, lo que se tradujo en más retrasos, desplantes y sonadas ausencias. Su inasistencia o participación tardía en eventos donde lo esperan –usualmente durante horas– desde víctimas hasta empresarios ya dejó de ser algo aislado o anecdótico.
No se trata solo de un asunto de formas. De por medio está la reputación y credibilidad de quien –según la Constitución–, simboliza la unidad nacional. Es nada menos que el jefe del Estado, jefe del Gobierno y suprema autoridad administrativa.
Basta ver lo ocurrido justo hace ocho días en El Plateado, Cauca, para entender la dimensión de su ausencia. Ante los cada vez más agigantados pasos de las disidencias en la región, un puñado de funcionarios del primer anillo del presidente recorría las calles sin la batuta del primer mandatario. Las tropas los escoltaban y patrullaban sin el liderazgo de su comandante en jefe. Pero quizá lo más simbólico fue que las mismas comunidades reclamaron la presencia de Petro y se quedaron esperando.
Lo cierto –como confirmaron tres fuentes independientes a este diario–, es que el presidente estuvo ese fin de semana en la Casa de Huéspedes en Cartagena. “Él pasa acá en la Casa de Huéspedes y en la isla de Presidencia”, dijo otra fuente en referencia a sus constantes desplazamientos.
Días atrás, el viernes 11 de octubre, el propio Petro informaba de un “fuerte cuadro gripal y respiratorio” que lo llevó también a ausentarse del evento de reconocimiento de responsabilidad por parte del Estado a las víctimas de la Unión Patriótica (UP).
La silla vacía le costó al erario $3.700 millones por concepto de organización y logística del evento en Bogotá, mientras que las víctimas que viajaron incluso desde fuera del país se tuvieron que resignar con otro mensaje en la red social X.Esa misma semana, el martes 8 de octubre, varios de sus funcionarios, pero especialmente las víctimas de la vereda La Esperanza, en El Carmen de Viboral –donde Petro pidió perdón por los crímenes cometidos por el Estado y los paramilitares en 1996–, tuvieron que esperarlo cuatro horas.
El evento –el único en su agenda esa jornada– estaba citado para las 10:00 de la mañana, pero el primer mandatario llegó pasadas las 2:00 de la tarde. El almuerzo se retrasó: quien salía del sitio no podía volver a entrar ante las estrictas medidas de seguridad.
Peor fue la suerte de la comunidad colombiana en Nueva York, Estados Unidos, que 15 días antes –el 22 de septiembre, en vísperas de la Asamblea General de Naciones Unidas– se quedó esperando al presidente en el auditorio de La Guardia Community College. “Dejó a la comunidad colombiana metida en Nueva York. Nunca llegó. Mal ahí presidente”, reclamó Ricardo Emilio Barco, uno de los asistentes.
A mediados de mes, entre el 12 y 13 de septiembre, el mandatario tampoco asistió al Conversatorio del Consejo Superior de la Judicatura en la isla de San Andrés. El 4 de septiembre también dijo no y, por primera vez, se celebró el Congreso Empresarial Colombiano de la Andi sin la participación de un jefe de Estado.
Agosto cerró con un panorama similar. El 29 de ese mes, Petro canceló a última hora su participación en un encuentro de la Corte Suprema en Chocó para hablar de los desafíos de la justicia en los territorios. Dejó plantada una vez más a la comunidad, pero también a los magistrados, en cabeza del presidente del tribunal, Gerson Chaverra. “Había un espacio para él en este momento de reflexión”, señaló con dejo de molestia el magistrado.
En un hecho inusual, pasadas 24 horas, el presidente dio explicaciones y argumentó el por qué de esa ausencia: su desconsuelo y aflicción por la partida –y posterior regreso– de su hija menor, Antonella, quien había abandonado el país ante el acoso que vivía por parte de un sector de la oposición al Gobierno.
“Mi hija decidió irse y es la última que tenía, estoy triste, vacío, desolado. Me toca vivir estos dos días en medio de mi luto porque mi última hija se va, incumplí actos públicos, pero no tenía la fuerza para pararme ante un auditorio y hablar cuando mi corazón estaba llorando. Mi hija ha sufrido persecución psicológica”, reclamó en su momento Petro.
A inicios de agosto, el jefe de Estado se ausentó además de la celebración de los 30 años de la Federación Nacional de Departamentos. “Aún no ha terminado de atender su agenda diplomática”, justificó Presidencia, en referencia al viaje que realizó a París (Francia) para acompañar a la delegación colombiana que participó en los Juegos Olímpicos.
Un informe del portal La Silla Vacía reveló que hasta julio de 2023 el presidente había incumplido su agenda de Gobierno en 82 oportunidades. El artículo puso al descubierto que a quienes más les incumple el mandatario es a las comunidades y organizaciones sociales, y que la mayor parte de las cancelaciones ocurren entre jueves y viernes.
De acuerdo con la politóloga María Alejandra Arboleda, consultora de comunicación política y análisis de opinión pública, más allá de las formas y el protocolo, la participación del presidente en eventos es estratégica y determinante en la medida en que representa al país, simboliza la ejecución de la rama Ejecutiva y, en determinadas situaciones –como posesiones– su firma sella y legaliza actos de Gobierno.
“Es grave, no solo porque incumplir una cita es una falta de educación y un irrespeto, sino porque estamos hablando del Presidente de la República. Esto afecta al desempeño del Gobierno, es el presidente quien debe tomar ciertas decisiones y debe representar en algunos eventos a los colombianos. ¿Quién se va a tomar en serio a un presidente que ya se sabe que no va a llegar, especialmente si la agenda es un viernes o es un jueves?”, explicó Arboleda, advirtiendo por las afectaciones a grupos de interés como empresarios, dirigentes e incluso, sus propias bases.
Por su parte, la profesora Eugénie Richard, de la Universidad Externado –experta en marketing político y comunicación gubernamental–, señaló que ya ha pasado la mitad del mandato de Petro y el hecho de que siga incurriendo en este comportamiento evidencia que es una característica de su personalidad que será difícil de corregir.
“Que no haya corregido demuestra que para él no es un asunto que lo preocupe de mayor manera o que esté dispuesto a cambiar”, explicó Richard, precisando que, si bien hay algunos desplantes que han sido involuntarios –por temas de salud, por ejemplo–, otros han sido estratégicos. “Allí el presidente está mandando un mensaje hacia esos públicos que no gozan de su presencia”.
Solo en el último mes, el presidente Gustavo Petro canceló o modificó su agenda de Gobierno en al menos tres oportunidades, lo que se tradujo en más retrasos, desplantes y sonadas ausencias. Su inasistencia o participación tardía en eventos donde lo esperan –usualmente durante horas– desde víctimas hasta empresarios ya dejó de ser algo aislado o anecdótico.
No se trata solo de un asunto de formas. De por medio está la reputación y credibilidad de quien –según la Constitución–, simboliza la unidad nacional. Es nada menos que el jefe del Estado, jefe del Gobierno y suprema autoridad administrativa.
Basta ver lo ocurrido justo hace ocho días en El Plateado, Cauca, para entender la dimensión de su ausencia. Ante los cada vez más agigantados pasos de las disidencias en la región, un puñado de funcionarios del primer anillo del presidente recorría las calles sin la batuta del primer mandatario. Las tropas los escoltaban y patrullaban sin el liderazgo de su comandante en jefe. Pero quizá lo más simbólico fue que las mismas comunidades reclamaron la presencia de Petro y se quedaron esperando.
Lo cierto –como confirmaron tres fuentes independientes a este diario–, es que el presidente estuvo ese fin de semana en la Casa de Huéspedes en Cartagena. “Él pasa acá en la Casa de Huéspedes y en la isla de Presidencia”, dijo otra fuente en referencia a sus constantes desplazamientos.
Días atrás, el viernes 11 de octubre, el propio Petro informaba de un “fuerte cuadro gripal y respiratorio” que lo llevó también a ausentarse del evento de reconocimiento de responsabilidad por parte del Estado a las víctimas de la Unión Patriótica (UP).
La silla vacía le costó al erario $3.700 millones por concepto de organización y logística del evento en Bogotá, mientras que las víctimas que viajaron incluso desde fuera del país se tuvieron que resignar con otro mensaje en la red social X.
Esa misma semana, el martes 8 de octubre, varios de sus funcionarios, pero especialmente las víctimas de la vereda La Esperanza, en El Carmen de Viboral –donde Petro pidió perdón por los crímenes cometidos por el Estado y los paramilitares en 1996–, tuvieron que esperarlo cuatro horas.
El evento –el único en su agenda esa jornada– estaba citado para las 10:00 de la mañana, pero el primer mandatario llegó pasadas las 2:00 de la tarde. El almuerzo se retrasó: quien salía del sitio no podía volver a entrar ante las estrictas medidas de seguridad.
Peor fue la suerte de la comunidad colombiana en Nueva York, Estados Unidos, que 15 días antes –el 22 de septiembre, en vísperas de la Asamblea General de Naciones Unidas– se quedó esperando al presidente en el auditorio de La Guardia Community College. “Dejó a la comunidad colombiana metida en Nueva York. Nunca llegó. Mal ahí presidente”, reclamó Ricardo Emilio Barco, uno de los asistentes.
A mediados de mes, entre el 12 y 13 de septiembre, el mandatario tampoco asistió al Conversatorio del Consejo Superior de la Judicatura en la isla de San Andrés. El 4 de septiembre también dijo no y, por primera vez, se celebró el Congreso Empresarial Colombiano de la Andi sin la participación de un jefe de Estado. Agosto cerró con un panorama similar. El 29 de ese mes Petro canceló a última hora su participación en un encuentro de la Corte Suprema en Chocó para hablar de los desafíos de la justicia en los territorios. Dejó plantada una vez más a la comunidad, pero también a los magistrados, en cabeza del presidente del tribunal, Gerson Chaverra. “Había un espacio para él en este momento de reflexión”, señaló con dejo de molestia el magistrado.
En un hecho inusual, pasadas 24 horas, el presidente dio explicaciones y argumentó el por qué de esa ausencia: su desconsuelo y aflicción por la partida –y posterior regreso– de su hija menor, Antonella, quien había abandonado el país ante el acoso que vivía por parte de un sector de la oposición al Gobierno.
“Mi hija decidió irse y es la última que tenía, estoy triste, vacío, desolado. Me toca vivir estos dos días en medio de mi luto porque mi última hija se va, incumplí actos públicos, pero no tenía la fuerza para pararme ante un auditorio y hablar cuando mi corazón estaba llorando. Mi hija ha sufrido persecución psicológica”, reclamó en su momento Petro.
A inicios de agosto, el jefe de Estado se ausentó además de la celebración de los 30 años de la Federación Nacional de Departamentos. “Aún no ha terminado de atender su agenda diplomática”, justificó Presidencia, en referencia al viaje que realizó a París (Francia) para acompañar a la delegación colombiana que participó en los Juegos Olímpicos.
Un informe del portal La Silla Vacía reveló que hasta julio de 2023 el presidente había incumplido su agenda de Gobierno en 82 oportunidades. El artículo puso al descubierto que a quienes más les incumple el mandatario es a las comunidades y organizaciones sociales, y que la mayor parte de las cancelaciones ocurren entre jueves y viernes. De acuerdo con la politóloga María Alejandra Arboleda, consultora de comunicación política y análisis de opinión pública, más allá de las formas y el protocolo, la participación del presidente en eventos es estratégica y determinante en la medida en que representa al país, simboliza la ejecución de la rama Ejecutiva y, en determinadas situaciones –como posesiones– su firma sella y legaliza actos de Gobierno.
“Es grave, no solo porque incumplir una cita es una falta de educación y un irrespeto, sino porque estamos hablando del Presidente de la República. Esto afecta al desempeño del Gobierno, es el presidente quien debe tomar ciertas decisiones y debe representar en algunos eventos a los colombianos. ¿Quién se va a tomar en serio a un presidente que ya se sabe que no va a llegar, especialmente si la agenda es un viernes o es un jueves?”, explicó Arboleda, advirtiendo por las afectaciones a grupos de interés como empresarios, dirigentes e incluso, sus propias bases.
Por su parte, la profesora Eugénie Richard, de la Universidad Externado –experta en marketing político y comunicación gubernamental–, señaló que ya ha pasado la mitad del mandato de Petro y el hecho de que siga incurriendo en este comportamiento evidencia que es una característica de su personalidad que será difícil de corregir.
“Que no haya corregido demuestra que para él no es un asunto que lo preocupe de mayor manera o que esté dispuesto a cambiar”, explicó Richard, precisando que, si bien hay algunos desplantes que han sido involuntarios –por temas de salud, por ejemplo–, otros han sido estratégicos. “Allí el presidente está mandando un mensaje hacía esos públicos que no gozan de su presencia”.