A unos 100 metros del rompoy del aeropuerto José María Córdova hay tres cruces, calvarios aferrados a la tierra, la memoria de tres muertos en esa vía que lleva hacia Llanogrande. Pero su tiempo en ese lugar como símbolos de muerte y como conjura del olvido se acabó. Desde hace más de dos meses la Concesión Túnel Aburrá Oriente busca a las familias dolientes de esos calvarios en un intento por recuperar algo de esa memoria antes de que el ensanche se la lleve toda.
Por las obras que se adelantan para el nuevo intercambio vial, esas cruces que recuerdan tres vidas que desaparecieron en esa vía tienen que ser removidas de la berma en la que se encuentran, pues en ese punto se construirá el retorno que conectará al aeropuerto, desde Guarne hacia Llanogrande y viceversa.
Aunque tienen premura para avanzar con las obras, desde la Concesión se han permitido el tiempo para intentar que ese llamado encuentre a los destinatarios. Esa paciencia ya permitió hallar a una de las familias de esos calvarios, es un altar coronado por una cruz con una corona de espinas que la rodea y la Oración de Reparación colgada a un costado, un acto con el que los creyentes católicos expían los pecados ajenos. Es la muestra de que la familia de ese hombre que murió en esa carretera buscó liberarlo de cargas para aligerar su camino en la otra vida.
La Concesión instaló frente a los calvarios unos carteles con el anuncio de retiro y un número de contacto. Así fue como un hijo se enteró de que la cruz de su papá debía ser removida y se contactó con la Concesión. Por fortuna en este caso, el hijo transita por allí con frecuencia y ahora desde la Concesión están coordinando con él la forma correcta para honrar esa memoria de su padre. El lugar para reubicarlo. “Queremos hacer proceso bonito con ellos, algo representativo que respete la memoria del fallecido, que deje tranquila y conforme a los familiares”, señalaron desde la Concesión.
¿Y qué pasará con los otros dos?
A esta altura, habrá quienes cuestionan la relevancia del tema. Qué son tres cruces al borde de carretera con nombres y fechas borrosos, pequeños y corroídos altares frente a la necesidad del progreso, frente a una obra de $67.000 millones que tiene como objetivo resolver parte de los problemas de conectividad entre los valles de San Nicolás y Aburrá. El progreso, en síntesis, que es lo único que importa a juicio de muchos.
Todos seguramente han visto alguna cruz a un costado de una vía. Pero tal vez pocos conozcan el por qué, que no es solo el presumible homenaje hacia un fallecido.
Aunque es una práctica extendida por cientos de países, es difícil encontrar una región en la que se haya estudiado más que en Latinoamérica. Y la razón de esto no tiene nada de idílica sino más bien trágica: Latinoamérica está plagada de vías que son trampas mortales.
Según lo explica el antropólogo argentino José Luis Pignocchi, todo tiene su origen hace 461 años, cuando finalizó el Concilio de Trento, un evento que se extendió entre 1534 y 1549 y que sacudió varios cimientos de la Iglesia Católica, y en el que se ratificó la existencia del Purgatorio y la veneración de reliquias y santos como paradigmas de esa fe.
Lo que explica Pignocchio es que entre los dogmas de fe que se extrajeron del Concilio está la convicción de que ante una muerte fuera de tiempo (morir atropellado o en un accidente de tránsito, por ejemplo), el alma deambula hasta que estos símbolos (y la fe que los sostienen) le permiten encontrar el camino a esa alma.
Pero en esa unión, siempre difusa entre la fe religiosa y las creencias paganas, en países como Brasil, que tiene un lugar eterno en el top cinco de países a nivel mundial con mayor mortalidad en las vías, esos dogmas se mezclaron con supersticiones y desde mediados del siglo XIX es posible rastrear en la literatura de autores como el prolífico Euclides da Cunha relatos de estos calvarios convertidos en símbolos de duelo y al mismo tiempo de advertencia de vías peligrosas, y de protección para los viajeros.
Si es así, en Colombia, país de creyentes, estos calvarios que se asientan por miles en las vías podrían ayudar a salvar con sus advertencias a miles de personas en las vías ante lo que es una tragedia atroz de la que increíblemente pocos hablan. La semana pasada el país llegó a las 100.000 víctimas por accidentes viales en los últimos quince años.
La premisa de la OMS es que toda muerte en las vías es evitable y que el desarrollo de infraestructura en los países tiene que ir orientado a alcanzar las cero muertes en las vías. ¿Por qué entonces Colombia llegará a 8.000 muertes, solo este año, si la tendencia continúa?
Volviendo a la pregunta de qué pasará con los calvarios de Henry Alexánder Acevedo, fallecido en 2012; y Santiago Botero, fallecido en 2007, la Concesión hará el retiro si después de varias semanas no aparecen las familias, y las custodiará con el respeto que merecen hasta que alguien llegue a su encuentro.
Puede, al final de todo, que esto que no es más que un servicio social sirva para que los familiares dolientes de estas cruces lleguen a ellas y las puedan reubicar con la Concesión en otro lugar que les permita tener la tranquilidad de que seguirá habiendo un lugar que recuerda a sus seres queridos. Pero puede que además su permanencia a un lado de la vía sirva en algún momento como advertencia, como protección para un viajero, para un peatón. Nunca se sabe.