En vísperas del inicio de la COP16 en Cali, el presidente Gustavo Petro le hizo un anuncio al país que muchos entendieron como un abrebocas de lo que diría en su discurso de apertura de la cumbre mundial sobre biodiversidad. Planteó una salida para unos campesinos que se dedican al cultivo de la coca, pero finalmente no la desarrolló. Quedó, como muchos de sus avisos, inconcluso, lo que ha dado para todo tipo de comentarios, especulaciones e interrogantes. Lo único cierto, paradójicamente, es que se parece a algo que ya había propuesto en 2005 el entonces presidente Álvaro Uribe.
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La idea del presidente Petro es comprarles la cosecha de hoja de coca a los campesinos del cañón del Micay, en Cauca, “mientras aparece la economía lícita”. La afirmación, que sorprendió al país, se dio en medio de la Operación Perseo, mediante la cual las Fuerzas Armadas buscan recuperar el control de ese corredor estratégico de las garras de las disidencias de las Farc, el Eln y otras bandas narcotraficantes, y justo el mismo día en que la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDC) informó que el área sembrada con coca en Colombia aumentó en el último año 10 % (está en 253.000 hectáreas de 19 departamentos) y la producción potencial de cocaína aumentó en 53 %, al pasar de 1.735 toneladas de coca a 2.664.
El jefe de Estado no ha precisado el propósito, los alcances ni los medios para llevar a cabo la idea de comprar la hoja de coca a los campesinos productores. Por ejemplo, en el aire quedaron interrogantes como si tiene sustento jurídico, pues por tratarse de cultivos de uso ilícito el Estado estaría incurriendo en (y auspiciando) una actividad ilegal; de dónde saldrán los recursos para esa transacción, que, se intuye, corresponden a los impuestos que pagan los colombianos; qué pasará con la hoja de coca que compre el Gobierno; y, finalmente, si solo será con los campesinos del cañón del Micay o se extenderá a todas las zonas productoras del país (pues las regiones en donde no se compre se sentirán discriminadas).
El problema también tiene repercusiones en el medioambiente, por lo que se creyó que el presidente Petro aprovecharía su intervención en la inauguración de la COP16 para dar más luces al respecto, si no en su intervención central de apertura, al menos en cualquiera de los otros eventos de relacionados con esa cumbre. Pero no pasó. Lo que sí sucedió fue que se trajo a la memoria el momento en que el expresidente Álvaro Uribe hizo una propuesta similar, aunque no tuvo un amplio debate nacional porque para la época en que lo hizo (23 de julio de 2005) las redes sociales no estaban tan desarrolladas.
Álvaro Uribe habló de comprar la hoja de coca
Ocurrió en su discurso durante el consejo comunal de gobierno número 104, que tuvo lugar en Villavicencio. Para ese momento, todavía se llevaba a cabo la fumigación de cultivos de uso ilícito y también la erradicación manual, un método que permitía erradicar mil hectáreas por semana, ritmo por el que Uribe consideró que al finalizar ese año llegarían a las 30.000 hectáreas erradicadas. “Eso va a ser un resultado muy bueno porque ha creado mucho el sentido de pertenencia en la ciudadanía, la ciudadanía se apropia del tema”, dijo el entonces presidente. “Es distinto ver pasar a un avión descargando un matamalezas, un agroquímico que la ciudadanía directamente arrancando esa droga y ganándose una platica por arrancar esa droga”.
Se refería a la zona circundante de la sierra de La Macarena, controlada por las Farc, en donde también tuvo lugar la Operación Emperador, algo parecido a lo que hoy ocurre en El Plateado, Argelia (Cauca), con la Operación Perseo. Eso hizo que la guerrilla dejara de comprarles la coca a los campesinos en La Macarena, y ellos empezaron a vendérsela a los grupos paramilitares. Ante la situación, Uribe tomó la decisión, en el consejo de seguridad en la capital del Meta: “Vamos a ofrecer, en esa área, que los campesinos que tengan coca la traigan y el Gobierno les paga una recompensa económica para que la entreguen”.
“Pero eso tiene que ser muy serio: preste la coca, tome la platica. Como en la feria: preste el marrano, tome la plata”, dijo el exmandatario en el discurso, con su estilo siempre montañero, pero puso un compromiso adicional: “Que esas familias se comprometan todas a cuidar el área libre de droga de ahí en adelante. Ese tiene que ser el compromiso adicional y vamos a molestar un poco a la ciudadanía del Meta, con controles para que no entren más insumos allá, porque nada nos ganamos erradicando la droga allá y siguen entrando insumos. Entonces vamos a molestarlos”.
Como hoy ocurre con la idea del presidente Petro, la del expresidente Uribe —pese a que la puso en clave de “recompensa”— también causó controversia en el país por las mismas razones, empezando por las legales, pasando por la inquietud del origen de los recursos para esas transacciones y terminando con las dudas sobre la disposición final que tendrían las arrobas de hoja de coca que recogería su gobierno con ese método. Al final, la iniciativa no echó raíces y el anuncio se quedó en el discurso, el mismo estado en el que se encuentra la idea de Gustavo Petro.
Pese a esas coincidencias, el discurso del expresidente Uribe tuvo varios apartes que, si se oyeran hoy, sonarían como reconvenciones al presidente Petro y que evidenciarían claramente por qué los dos viven en las antípodas. “[…] El país no puede tener guerrilla, no puede tener paramilitares, no puede tener drogas ilícitas […]. […] Grupos paramilitares que no acojan la ley hay que acabarlos militarmente. Guerrilleros que persistan en la violencia hay que acabarlos militarmente […]”, dijo Uribe sobre el orden público, y agregó sobre los diálogos: “Los procesos de paz no nacen de la condescendencia, de la blandura con estos grupos, sino de una acción de autoridad muy seria que acompañe el proceso de profundización de las libertades democráticas en Colombia”.