El aroma amargo de los residuos orgánicos fermentando impregna el ambiente al ingresar a la empresa Kuparé, en el barrio Aranjuez del nororiente de Medellín. Es un olor que, aunque no agrada al olfato y se queda posando en la nariz, anticipa algo mayor: el cambio que Kuparé está impulsando en la gestión de residuos en Medellín.
Este espacio ha ganado quejas de los vecinos por los olores constantes, pero no se va de allí porque “esto es un proyecto que surge de los residuos de la ciudad; tenemos que estar en la ciudad”.
Kuparé trabaja con lo que muchos consideran basura: los residuos orgánicos, que incluyen restos de vegetales y frutas, en convenio con Comfama; así como cerveza de otras empresas que se unen al proyecto.
Este proceso se realiza a través de insectos, específicamente la mosca soldado negro, que ha ganado fama mundial en los últimos años por su funcionalidad en la bioconversión.
La bioconversión es un proceso mediante el cual los organismos, en este caso, las larvas de estas moscas, descomponen materiales orgánicos, transformándolos en productos como proteínas y abono.
Estos insectos a menudo confundidos con avispas, son las protagonistas en la transformación de desechos.
La planta, que inicialmente fue montada con recursos limitados, ha evolucionado bajo el principio de economía circular. “Nuestro objetivo es aprovechar al máximo lo que ya tenemos y minimizar los costos energéticos”, añade Leonardo Gómez director de Kuparé. Los residuos vegetales y cáscaras de frutas se procesan mediante una picadora industrial y se utilizan como alimento para las larvas de la mosca soldado negro.
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El recorrido por la planta muestra los diferentes estados del proceso. En una sala, los desechos vegetales y de cerveza se trituran y descomponen, eliminando parte de la humedad para crear una mezcla ideal para las larvas.
Después, el material se lleva a una habitación cerrada a oscuras y con temperatura de entre 25°C y 30°C donde las moscas soldado negro comienzan su trabajo silencioso, alimentándose del sustrato. En pocos días, el material que antes olía a fermento se convierte en proteína de alta calidad y abono orgánico.
Todo en un ciclo que no supera los 20 días, un tiempo mucho más rápido que los procesos tradicionales de compostaje.
A su vez, a medida que las larvas se desarrollan y comen los desechos orgánicos, se convierten en una fuente rica en proteínas que puede ser utilizada para alimentar peces, gallinas, aves y hasta mascotas.
En Kuparé, hay un espacio que entre risas denominan la “jaula del amor”, y es el sitio donde se reproducen los insectos. “Ellas necesitan del sol para su proceso de reproducción”, explica Juan Carlos Flórez de Kuparé. “Hay una frecuencia específica del sol que las activa, y entonces los machos comienzan a perseguir a las hembras en el aire. Parece una pelea, pero es en realidad la copulación. Después de eso, el macho muere rápidamente, y la hembra tarda unos días más antes de depositar sus huevos y también morir. Es un ciclo natural”.
Con cada mosca poniendo entre 250 y 700 huevos, Kuparé garantiza un flujo constante para su proceso.
Las larvas que nacen de esos huevos son ágilmente voraces. “Desde que nacen, lo único que hacen es comer”, explica Juan Carlos, “porque una vez que se convierten en pupas y finalmente en moscas, ya no tienen cavidad bucal. Se alimentan exclusivamente en su estado larvario”. El ciclo de vida de la mosca soldado negra es corto, normalmente de seis a siete días como adultos, aunque en algunos experimentos han logrado alargar ligeramente este periodo.
La producción de proteína a partir de insectos es una alternativa innovadora frente a la deforestación causada por la expansión de cultivos de soya y la sobreexplotación de la pesca para producir harina de pescado. “A nivel global, la FAO ya ha advertido que, si seguimos con la pesca masiva, en poco tiempo no tendremos suficientes peces en el océano”, indican desde Kuparé.
En cuanto a la reproducción de las moscas, el equipo ha desarrollado un sistema basado en estudios internacionales. “Hemos aprendido de plantas en Corea, Indonesia y Europa. Gracias a esa información, hemos podido construir una jaula de reproducción adecuada para nuestro clima tropical”, explican.
Además, la posibilidad de reducir el tiempo de conversión de residuos orgánicos de meses a solo unas semanas es una ventaja competitiva.
En palabras de Leonardo, “esto no es solo una cuestión de reducir residuos; es una forma de pensar en el futuro de nuestra ciudad, de nuestro planeta”.
Y mientras en el aire sigue flotando el aroma amargo de los residuos orgánicos, detrás de cada tanque y cada larva, se está gestando un futuro en el que los desechos se transforman en vida, en abono para la cotidianidad de las flores en las casas y en alimento cargado de proteína para los animales, volviendo así a la economía circular.
Las moscas soldado negras son fundamentales porque pueden descomponer rápidamente residuos orgánicos, lo que ayuda a reducir la acumulación de basura.
Sus larvas se utilizan como fuente de alimento rica en proteínas para animales, ofreciendo una alternativa más sostenible y económica en la agricultura. Además, contribuyen a la producción de compost de alta calidad, favoreciendo la agricultura ecológica.
Pueden poner hasta 500 huevos en una sola puesta, lo que las convierte en una especie muy eficiente para la producción de larvas. Su ciclo de vida es relativamente corto, viviendo entre 5 y 8 días en su etapa adulta.