La tragedia ocurrida el pasado 31 de agosto en el municipio de San Rafael, cuando se quemó una chiva que cubría la ruta hasta la vereda San Julián y en la que murió calcinada Margarita Garro Rivera de 66 años, fue uno de los episodios más duros que ha vivido el pueblo recientemente. Sin embargo, también abrió un capítulo de solidaridad.
Entre muchos habitantes de ese municipio del oriente antioqueño la chiva, que se conoce con el nombre de El Plebello –ojo, no El Plebeyo, sino El Plebello– tiene un lugar muy importante en la memoria.
El icónico vehículo se había recuperado después de dos décadas de haberse “perdido”; y para el momento del incendio, llevaba apenas un par de semanas de vuelta en San Rafael. Por ello ahora se han unido esfuerzos para restaurar el vehículo que es una especie de “cordón umbilical” de San Julián con el mundo.
La primera pregunta que le surge al impertinente periodista es el porqué el carro se llama El Plebello y no El Plebeyo. Aunque tal vez el origen del remoquete tenga que ver con que es un humilde pero cumplidor transporte propio de los recios campesinos que desafían la bravura del monte; para Nelson Zuluaga Daza, uno de los transportistas del municipio y el último dueño y conductor de la máquina, hay otra explicación: “Creo que lo bautizaron así por bonito. Por eso el ‘bello’ de El Plebello”, dijo mientras charlaba con EL COLOMBIANO en el parque de San Rafael.
Y Nelson lleva razón, pues aún con su carrocería y parte de sus latas carbonizadas el sexagenario carro goza de una gran belleza. Su trompa aún conserva el color verde limón que resistió ese infierno de llamas mientras que en la parte delantera un letrero que dice “San Rafael” en bella caligrafía aún se aprecia rodeado de hermosas decoraciones. Cornetas, filtros y farolas de aluminio aún brillan pese a que el carro ya ajustó dos meses al sol y al agua en un parqueadero, a la espera de que la Fiscalía lo libere, como si fuera un reo inocente.
Hasta en los guardabarros del vehículo aparecen pintados varios paisajes típicos del oriente antioqueño. Una cascada allí, un remanso allá, una finca acullá. Y en la parte trasera, todavía están su particular letrero que da cuenta de su nombre, exquistamente escrito en coloridos detalles, y la imagen del arcángel San Rafael que desde hace casi 30 años viene acompañando al automotor y a la que Nelson atribuye que la tragedia que enlutó al pueblo no haya sido peor.
Solo la carbonizada cabina, el negruzco piso y los hierros retorcidos de las ventanas dan fe de que El Plebello fue víctima de un suceso que sacudió a toda una región.
¿Pero qué es lo que hace especial a este vehículo? Tal vez el que sea motivo de semejante adoración por parte de Nelson y de la comunidad de San Rafael sea su particular historia que tiene los mismos visos de resiliencia que poseen los campesinos del oriente.
El Plebello inicialmente era un bus Ford 600 modelo 1965 aunque posteriormente recibió partes de un Ford B600 modelo 1968, que en el argot de los transportadores se conoce como Piragua. El Plebello es capaz de mover a 53 pasajeros y según Nelson puede llevar sin mucho lío hasta 18 toneladas de carga.
De acuerdo con Andrés Quintero, quien maneja el portal Chivas Pasión y Cultura que narra las peripecias de estos icónicos transportes, en su época de bus El Plebello trabajó en Guatapé bajo la empresa Transportes Guatapé La Piedra. Luego el bus se volvió chiva y comenzó a trabajar en San Rafael. Según Quintero, cerca de los inicios de la década de 1980, el vehículo ya era conocido como El Plebello y se movía sobre todo cargando madera en San Rafael.
El Plebello comenzó a hacer la ruta por siete veredas hasta San Julián bajo el mando del señor Rodrigo García, a la vez que se le fueron haciendo algunas modificaciones como pasar el motor de gasolina a uno de diésel. “San Julián era una ruta muy buena porque allá antes había varias minas cerca del Nus. La chiva hacía la ruta viernes, sábado y domingo”, comentó Nelson.
Él recuerda que conoció a El Plebello hace muchos años y desde entonces fue una especie de “amor a primera vista”. “Yo me soñaba comprándola y manejándola pese a que nunca la había conducido antes porque yo quedé muy impresionado desde la vez que me fui en ella como pasajero en un paseo hasta Puerto Berrío y desde ahí me dije que iba a ver como me la conseguía”, comentó recordando esos años mozos.
Lea también: Esta era la mujer que falleció en incendio de “chiva” en San Rafael
Por la década de los 80s, el vehículo pasó a manos del señor Ángel Rivera quien le metió mano a la belleza de El Plebello y lo mantuvo haciendo la ruta a San Julián. El vehículo se hizo popular entre los campesinos que cada fin de semana lo esperaban para cargar con él sus cosechas o para coparlo hasta su capacete pues sabían que tras recorrer casi 40 kilómetros de trochas y dos horas y media de caminos infranqueables, El Plebello era una de las poquísimas conexiones con San Rafael y el mundo exterior.
La familia Rivera conservó el particular vehículo hasta que la sombra de la violencia se apoderó del Oriente antioqueño a finales del milenio pasado y se ensañó con municipios como San Rafael.
Sobra recordar esas épocas tan amargas para el oriente antioqueño y para el departamento, cuando los violentos eran amos y señores del campo. Solo basta decir que muy posiblemente El Plebello tuvo que sacar desplazados en ese maldito éxodo impuesto por los armados a los mismos campesinos a los que les servía durante los fines de semana.
O mejor dicho, tan brava estuvo la cosa en San Rafael que hasta al propio El Plebello le tocó salir desplazado del pueblo.
“El Plebello lo vendieron los Rivera entre el 2000 y el 2004, dicen que por el tema de la violencia. Es bien sabido que en San Rafael la guerra se sintió mucho y fueron muchos los buses, las escaleras y los carros quemados y tal vez por eso El Plebello salio del pueblo. En esos años, San Rafael estuvo a nada de quedarse sin escaleras”, detalló Quintero.
Ya en la ciudad, según Andrés y Nelson, El Plebello transportaba turistas. Eso sí, siempre mantuvo sus geniales decorados y su dibujo del Arcangel y, contrario a lo que le pasaba a las chivas que terminaban en Medellín, nunca se le cambió el letrero de San Rafael que señalaba su origen campesino. Sí, era un plebeyo, pero uno altivo y orgulloso de sus raíces montañeras. Tiempo después de su arribo a la ciudad, se le perdió el rastro al carro.
Con el paso de los años el joven Nelson se fue volviendo en todo un señor transportador. Eso sí, seguía prendado de El Plebello por eso no negó que cuando Rivera lo vendió, le “dio duro”. Sin embargo sabía que no descansaría hasta que San Rafael recuperara el icónico carro.
“Me puse a buscar y me comentaron que el carro ya era de un señor Milciades Tobón, que lo tenía guardado hacía cinco años. Lo busqué hasta que en 2022 lo ‘desenterré’ de una bodega del Barrio Antioquia. El carro estaba solo sucio. De llantas estaba bien y hasta prendió de una, pese a todo ese tiempo guardado”, recordó.
La cuestión es que Tobón no quería salir de El Plebello, por lo que le pidió a Nelson $150 millones para vendérselo. Obviamente Nelson no tenía ese dinero. Solamente dos años después, y pese a que Tobón le cobró $180 millones por él, Nelson por fin se pudo hacer a El Plebeyo. La transacción se saldó el 22 de agosto de 2024, una semana antes del mortal incendio.
“La gente se animaba mucho cuando yo les decía que quería recuperar El Plebello para San Julían y me decían que le metiera moral al tema. Y bueno, gracias a dios lo recuperamos”, comentó.
Nelson recordó que durante ese fin de semana de trabajo previo a la tragedia, lo embargó la alegría de volver a llevar a El Plebello a los caminos que hacía 20 años no recorría. A ritmo de guascas y música romántica el carro rodó sin problemas. “El primer día que volvió a San Julián, la gente no la creía. Porque ellos lo recordaban más rojo que verde y no más verde que rojo, como está hoy”.
En esa semana el carro volvió a andar por sus caminos conocidos e incluso uno que otro viaje tierras vecinas hizo sin mayores compliques dando muestras de su aguante y verraquera como si fuera una vieja montura que se sabe el camino de memoria. No obstante, la dicha duró poco pues la tragedia del 31 de agosto pospuso, así sea momentáneamente, el regreso total de El Plebello.
Sin embargo, gracias a la comunidad y a los esfuerzos de Nelson, se espera que –como un fénix– la chiva renazca de las cenizas. Como siempre ha pasado en el Oriente de Antioquia, la solidaridad se ha hecho presente y aunque aún falta –ya que el carro no estaba asegurado dado lo complejo del trámite por su antigüedad y su línea de trabajo– al menos hoy hay una esperanza.
“Tengo que agradecerle mucho a la comunidad de San Rafel, a gente que ni yo conozco que me ha ayudado. La gente me ha tranquilizado, me dicen que el carro va a volver a surgir incluso mejor. Con las rifas y el bono con que ayudaron los compañeros hemos podido mandar a rehacer la carrocería de la chiva donde van las bancas y la cabina; igualmente hay que hacerle nuevas instalaciones eléctricas y eso requiere otra plata que habrá que conseguir. Los arreglos pueden demorar casi tres meses más”, dijo Nelson echando cálculos.
Mientras Nelson se cranea de donde saldrá el resto de plata, en la vecina Guatapé los señores Álvaro Castaño, Argemiro Vélez y Andrés Castaño –especialistas en chivas de la zona de embalses– se empeñan a fondo en terminar la nueva carrocería en madera y hierro, la cual posteriormente pasará a las manos expertas de los pintores de chivas que se encargarán de darle los finos toques que las hacen patrimoniales. Para el señor Álvaro El Plebello no es un extraño, es más bien un “paciente” conocido toda vez que él mismo hace unos 25 años le había fabricado otras partes de su carrocería.
Mientras eso sucede, en San Julián y en San Rafael esperan que las cornetas de El Plebello retumben por caminos y veredas anunciando su triunfal regreso tras casi perderse para siempre entre el calor de las llamas y el griterío de la gente; y así dar por cumplida la promesa que Nelson se hizo así mismo y a su comunidad. Por su parte, Quintero apuntó: “Soy partidario de que carros como El Plebello regresen a sus lugares, porque en ellos está guardada la historia y los recuerdos de los habitantes de su región. Por su valor histórico pienso que El Plebello es un carro muy importante para San Rafael y sobre todo para San Julián. Además, San Julián es una región que depende de ese carro, o al menos del transporte en escalera, pues no cualquier carro entra allí, por lo que El Plebello es un factor de progreso y empuje para este sector”.