El fraude empresarial ya no es solo una amenaza externa. De acuerdo con el Centro de Recursos para el Robo de Identidad, organización sin ánimo de lucro dedicada a ayudar a individuos y empresas a gestionar y prevenir el robo de identidad, en 2023, más de 353 millones de personas fueron víctimas de robo de identidad en el mundo. En Colombia, Esteban Pinetta, del área ‘Anti-Fraude’ de SISAP, enfatiza que el origen de estos delitos puede estar dentro de las mismas empresas. “Muchos empresarios no logran visualizar que el fraude puede darse por dos vías, y mientras buscan protegerse de amenazas externas, dejan abajo sus defensas a nivel interno”, señala Pinetta.Las cifras globales resaltan la magnitud del problema. Según la Asociación de Examinadores de Fraude Certificados (ACFE, por sus siglas en inglés), el fraude digital representa una pérdida promedio de un 5 % de las ganancias anuales en las empresas, lo que equivale a más de 3 mil millones de dólares. Estudios indican que los fraudes pueden mantenerse ocultos por un promedio de 12 meses y, en algunos casos, hasta cinco años, lo que afecta gravemente las finanzas de las organizaciones.Para el consumidor, el fraude significa un fuerte golpe económico. Un informe de la Asociación Española de Empresas Contra el Fraude revela que solo el 32 % de las víctimas logra recuperar su dinero. Este tipo de incidentes también afecta la reputación de la empresa: el 67 % de los consumidores cambiaría de proveedor si fuera víctima de fraude, según el informe ‘Faces of Fraud’ de SAS Institute.Desde SISAP, expertos recomiendan combinar el monitoreo transaccional con programas de concientización para mitigar los riesgos. Rita Cobar, gerente de ‘Anti-Fraude Digital’ de SISAP, indica que estas prácticas pueden reducir en un 27 % la probabilidad de fraude en las organizaciones. Al identificar patrones sospechosos en tiempo real, las empresas pueden tomar medidas preventivas, protegiendo así sus recursos y reputación.