Pocos casos tan contundentes para ilustrar cómo las malas gestiones y las decisiones políticas terminan costándole miles de millones a los bolsillos de los ciudadanos que lo ocurrido en el relleno sanitario La Pradera.
Luego de meses de zozobra por el proceso de colapso que se desencadenó en el relleno sanitario, causado por la cadena de negligencias para estabilizar las zonas críticas y para construir su ampliación, finalmente la crisis parece estar cerca de superarse. Retomar el control del relleno y hacer todas las maromas necesarias para mantenerlo operando ha costado este año más de $100.000 millones, según precisó el gerente de Emvarias, Gustavo Castaño.
Para dimensionar cómo ha cambiado el panorama en el relleno sanitario ubicado entre límites de Barbosa, Donmatías y Santo Domingo, es necesario recordar la situación que presentaba en mayo pasado. En aquel momento el gerente Castaño tuvo que salir a reconocer que los escenarios más complejos, que incluían la posibilidad de que el relleno colapsara y cientos de miles de toneladas de residuos terminaran sobre el río Medellín causando una debacle ambiental, eran una posibilidad latente.
Con la destrucción del dique sur que contenía la masa de residuos del vaso Altaír, esta se venía moviendo 50 centímetros diarios arrasando con la estructura de drenaje de lixiviados y acercándose peligrosamente al río. Y el problema se agravó con las lluvias del primer semestre de este año, pues ante la falta de confinamiento de esa masa de residuos el agua lluvia aceleró la deformación del vaso y la masa comenzó a moverse un metro diario. Para colmo, el mal clima impidió avanzar en la construcción del nuevo vaso llamado Piñuela, que debió haber comenzado a operar desde inicios de 2023.
Para evitar el desastre fue necesario que más de 1.000 personas, en jornadas continuas de 24 horas, abrieran tres frentes de trabajo en estos últimos meses: en el crítico vaso Altaír, para adecuar varias zonas como medidas de contingencia y para empezar la construcción del vaso Piñuela. Los trabajos más pesados se centraron en Altaír. El punto de quiebre para contener allí el problema fue dejar de recoger residuos con maquinaria amarilla en la base del dique para llevarlos nuevamente a la parte superior del vaso, y repetir la misma acción todos los días demorando el colapso. Una tarea sisífica que el mismo Castaño reconoció que se consideraba como un mero gasto que ni solucionaba nada de fondo ni generaba beneficio alguno para la prestación del servicio y que se terminó comiendo, solo hasta mayo, más de $16.000 millones.
Lo que hicieron los técnicos, con autorización de Corantioquia, fue reabrir el vaso Música, que había cerrado hace ya una década y allí empezaron a llevar los residuos secos que estaban causando el colapso de Altaír. Con esto, más la construcción en tiempo récord de 26 pozos de extracción forzada de lixiviados, el movimiento de la masa de residuos pasó de un metro diario a unos cinco centímetros diarios. La construcción de los pozos fue clave, explicó Castaño, porque la ausencia de estos fue una de las causas que llevaron al relleno sanitario casi a ese punto de quiebre. Hay que recordar que esos pozos tenían que ser construidos en 2022 por parte de la gerencia de Carlos Borja, pero simplemente no lo hicieron a pesar de la reiteración de los informes técnicos y de las alertas de la interventoría del relleno.
Los pozos, más otros ductos horizontales que también construyeron en los últimos meses, empezaron a operar 24 horas extrayendo lixiviados lo que permitió liberar la presión por la acumulación de los mismos y de gases, que era otro factor que había acelerado el movimiento de la masa. El gerente de la entidad señaló que actualmente el vaso tiene el 80% de cobertura térrea y otra parte con cobertura sintética, lo cual, junto con la recuperación del enrocado en la zona baja del dique y la reconstrucción de la estructura de canalización que se destruyó durante el proceso de colapso, limitó que el agua lluvia siguiera entrando en contacto con los residuos convirtiéndose rápidamente en lixiviados. Hoy, según Castaño, la masa antes deformada tiene nuevamente la geometría exigida.
El otro frente de trabajo ha sido la adecuación de nuevas zonas para seguir disponiendo diariamente las cerca de 3.500 toneladas que ingresan a Pradera provenientes de al menos 40 municipios de Antioquia. Los técnicos de Emvarias habilitaron también en cuestión de semanas la llamada “zona adicional 2” con la que pudieron resolver la disposición de residuos nuevos en estos últimos meses y que tendrá espacio hasta la primera semana de diciembre próximo, en tres semanas. A partir de ahí las basuras serán enterradas en Música, que gracias al proceso de descomposición de los residuos que ya albergaba y el buen uso que se le dio durante el tiempo en el que estuvo en operación, quedó con un remanente de espacio para otros ocho meses.
El tercer frente de trabajo es Piñuela, el vaso que debió haberse construido durante la administración de Daniel Quintero, que recibió licencia ambiental por parte de Corantioquia en julio de 2022 y tenía un presupuesto aprobado de $400.000 millones y del cual no se removió ni un grano de tierra para comenzar con su construcción, en medio de los escándalos que atravesó Emvarias por priorizar otros proyectos cuyos análisis demostraban que eran inviables desde el principio, como el sonado cargue lateral.
El gerente Castaño volvió a enfatizar que si la administración anterior hubiera construido a tiempo los pozos de extracción que tenía que instalar desde 2022, si hubiera sido mínimamente diligente para comenzar la construcción del nuevo vaso, las arcas de la ciudad se habrían ahorrado gran parte de esos $100.000 millones.
Piñuela ha tenido que sortear todo tipo de líos. Primero negligencias y líos contractuales bajo la administración pasada, y este año retrasos por cuenta de las lluvias. Lo último que adelantaron, resaltó Castaño, fue la construcción de un invernadero gigantesco de 16.400 metros cuadrados que facilitará que las obras avancen sin tener que interrumpirse por las lluvias. Construir el nuevo vaso del relleno implica excavar un gigantesco hueco de más de 50 metros de profundidad, lo que mide, por ejemplo, el edificio de Bancolombia, para hacerse una idea de lo que necesita removerse.
Si las obras avanzan en los tiempos establecidos y factores como el fenómeno de la Niña no hacen su aparición, Piñuela podría estar listo para entrar a operar en julio de 2025, con un margen de tres meses adicionales, apuntó el gerente, si es que las condiciones meteorológicas y climáticas imponen nuevos problemas.
A la par de esa carrera que sigue siendo contrarreloj, a medida que el espacio del relleno se agota de manera acelerada, el gerente Castaño reconoció que le han solicitado a los alcaldes de los municipios que disponen sus residuos en Pradera que se amarren el cinturón y comiencen a mostrar resultados en sus planes de gestión integral de residuos sólidos a través estrategias de recuperación en la fuente, economía circular, entre otras, porque es la única manera de que toda la inversión realizada en el relleno no quede obsoleta en menos tiempo del esperado. Aún así la vida útil de La Pradera no será mucho mayor a la de ahora, con todos esos esfuerzos e inversión, el nuevo vaso podría mantenerlo operando hasta 2030, lo cual sigue siendo un campanazo que Medellín y Antioquia siguen por ahora desatendiendo para transformar totalmente su modelo de disposición de residuos.