Más allá de que guste o no, la canción +57 ya pasó a la historia y no precisamente por su calidad musical: ha sido la primera en poner a debatir al país, durante varios días, con una gran variedad de voces, desde el presidente Gustavo Petro, pasando por los propios artistas, autoridades, congresistas y líderes de entidades como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y la Defensoría del Pueblo.Y es la única en Colombia, además, de acuerdo con expertos consultados por esta revista, cuyos autores se vieron ‘obligados’ a modificar su letra en un intento por bajarle, sin éxito, ánimos a la polémica.La historia es así: Feid, Karol G, Maluma, J Balvin, Blessd, Ryan Castro y Ovy On The Drums se unieron para dar vida a una canción que prometía reunir en un mismo tema a las más importantes figuras de la escena urbana.Se lanzó el pasado 7 de noviembre en las redes sociales de la Bichota, ícono del género. Pero, al tiempo que se hacía viral y sus creadores esperaban ‘romperla’, las críticas se expandieron a la velocidad del fuego. Un verso en especial, que interpretan Feid y Maluma, desató la controversia: “Una mamacita desde los fourteen / Entra a la disco y se le siente el ki / Mami, estos shots yo me los doy por ti”.Distintas críticas se fueron difundiendo por redes sociales en cuestión de horas, apuntando a que la canción promovía el sexo con menores de edad y el consumo de drogas, en tiempos en los que el país lucha contra la explotación sexual de niños y niñas, especialmente a manos de extranjeros.Por eso, dicen los críticos más encendidos, es casi una ofensa que la canción lleve por nombre el indicativo telefónico que identifica a Colombia en todo el mundo, como si el tema musical fuera un homenaje al país.Pero no fue hasta que la revista Rolling Stone calificó la canción de “desastre” en un demoledor artículo cuestionó que su letra hiciera “apología a la sexualización de menores”, que distintos sectores del país se hicieron escuchar y le ‘subieron el volumen’ a la polémica.“Es gravísimo que a estas alturas de la conversación sobre la narcocultura y la cultura de la violación se sigan tocando libremente temas como la sexualización a menores en las canciones. Sin importar de qué género musical se trate, cantar sobre niñas que ‘están buenas’ no está bien y en lugar de romper con la normalización, este sencillo perpetúa la sexualización de menores. Más teniendo en cuenta que, en efecto, la prostitución y el tráfico de menores en Medellín es un problema que viene empeorando en los últimos años”, se lee en Rolling Stone.Julio Correal, el cerebro detrás de Rock al Parque y Estéreo Pícnic, no disimuló su desagrado: “Un bodrio de canción (...) lean las letras y tomen conciencia”, escribió en su cuenta de X.El cantante Santiago Cruz hizo lo propio y, después de confesar que es un adicto recuperado, dijo estar “absolutamente mamado de las canciones que celebran y promueven la intoxicación”.Para Jaime Monsalve, director musical de Radio Nacional, si bien las letras de este corte no son nuevas en el género urbano, +57 generó controversia por dos factores en especial: por un lado, la presencia de Karol G, “la más importante figura femenina del género urbano”, y por otro, salir en tiempos en los que está fresco el legado que han dejado movimientos internacionales como Me Too, que ha buscado denunciar el acoso y el abuso sexual, y empoderar a las mujeres.“Creo que en medio de toda la polémica sale algo positivo: que los artistas deberán entender el papel social que ahora tienen y dimensionar los alcances que su música y sus letras pueden tener en esas audiencias a las que llegan, que son jóvenes en su inmensa mayoría. Los tiempos han cambiado y espero que lo que ha pasado con esta canción sirva para que lo entiendan”, comenta Monsalve en SEMANA.Lo propio opina Carlos Sarria, DJ de la FM y hombre de radio desde hace casi dos décadas. “Hay que pensar en esto: todos los artistas de la canción son de Medellín. Es decir, conocen de sobra la realidad de esa ciudad. Así que es falta de sentido común juntarse para exaltar una realidad que tanto lastima a esa región. Hacer apología además a drogas, cuando es bien sabido que Medellín ha luchado por años contra el estigma del narcotráfico”, dice Sarria a esta revista.Y cuestiona la forma en la que reaccionaron públicamente al debate artistas como Blessd y Ryan Castro. “Parecían de la Mara Salvatrucha (pandilla centroamericana), como buscándoles pelea a quienes no estaban de acuerdo con la canción. Para muchos, fue una señal de que poco les importan las audiencias y el compromiso que tienen como artistas. Porque una cosa es una canción de contenido sexual; de esas, hay en todos los géneros. Pero otra, muy distinta, es cantarle a una niña de 14 años e incitarla al sexo porque está buena”, comenta Sarria.Los dos expertos coinciden en su extrañeza de que una figura de quilates como Karol G fuera la líder y promotora de esta colaboración. “Se le reconoce que fue la única de todos esos artistas que se disculpó, aunque no fue la disculpa que todos esperaban. Pero, siendo la única mujer del grupo, debió considerar el impacto de esa frase tan polémica, porque además sabemos lo duro que precisamente fue para ella abrirse camino en un género dominado por hombres”, señala Monsalve.Sarria apunta a que detrás de este tipo de colaboraciones está un interés comercial. “Dudo que ellos no hubieran calculado el impacto que esa letra iba a tener. Pero esa fórmula polémica es garantía de likes y reproducciones”, dice.Santiago Sanmiguel, abogado de la industria del entretenimiento, no está muy de acuerdo con esa teoría, pues explica que con una sola canción no se enriquece un artista y menos una que tiene a tantas voces involucradas. Si bien +57, al cierre de esta edición, sumaba más de 26 millones de reproducciones en YouTube y unos 13 en Spotify, eso no significa que millones, pero de dólares, lleguen instantáneamente a las arcas de los artistas. “La música es un negocio de centavos”, explica el experto y todo depende de dónde se encuentre quien escucha la canción. Factura más, por ejemplo, si alguien reproduce el tema musical en una ciudad como Nueva York, que si alguien lo hace en Buenos Aires, dice.En el caso de la música urbana, donde los artistas parecieran hacer música como en una fábrica de zapatos (el song machine, como lo llaman los estadounidenses), el caso tiene un matiz adicional: los artistas publican canciones con más frecuencia porque es lo que pide Spotify. “Entre más canciones produzcas, el algoritmo te favorecerá más para que seas escuchado”, dice el experto.