Eran las 7:00 p.m. cuando un vehículo se detuvo frente a una finca en una zona rural de Belmira, Antioquia. De él descendieron seis hombres armados, tres de ellos encapuchados. Se acercaron al campesino dueño de la casa con una excusa: buscaban a un hombre al que supuestamente habían visto en el sector. Sin embargo, lo obligaron a dejarlos entrar a su casa para revisar “que no estuviera allí el hombre que buscaban”.
Adentro, mientras registraban cada rincón, lo sentaron junto a su esposa y sus dos hijos. Intentando calmar a su hija menor, el hombre le dijo: “No se preocupe, no va a pasar nada”. Pero los ladrones no tuvieron reparo: se llevaron televisores, celulares, computadores, anillos de matrimonio, gorras y hasta una alcancía.
Cuando no encontraron dinero, lo obligaron a acompañarlos hasta la finca del vecino, dejando a su familia encerrada en una habitación con uno de los encapuchados. En ese momento, le pidieron a la mujer que se quitara la ropa interior para asegurarse de que no tuviera armas. Ella, asustada, se negó y les pidió que no la fueran a abusar.
En la segunda casa, el patrón fue el mismo. Llegaron diciendo que buscaban a una persona, pero al final empezaron a revolcar todo. A este campesino y su familia también los sometieron en la sala de la casa, llevándose ropa, celulares, tarjetas débito, y hasta una olla arrocera con arroz y el mercado.
Después de esa noche, una de las familias decidió abandonar su finca. Ahora viven en la cabecera municipal de Belmira, preocupados por su seguridad y por lo que dejaron atrás. La otra familia sigue en la vereda, pero el temor es constante, y aseguran que no han denunciado porque “aquí en el campo uno nunca sabe si los mismos vuelven”.
Los hijos de ambas familias no han sido los mismos desde el asalto. Uno de los niños, al regresar al colegio, mostró actitudes agresivas, mientras que otro apenas puede concentrarse en clase.
“El miedo no nos deja dormir tranquilos, pero lo que más duele es ver a nuestros hijos marcados por lo que pasó”, relató uno de los afectados en conversación con EL COLOMBIANO.