Una ofensiva liderada por una alianza de grupos rebeldes islamistas logró tomar el control de Damasco y bajar del poder al dictador Bashar Al Asad. Tras más de una década de guerra civil, la ciudad fue escenario de celebraciones, donde cientos de personas se congregaron en la plaza de los Omeyas celebrando la caída de los Asad.
La rebelión fue tal que el dictador y su familia dejaron la sede de Gobierno sin anunciar hacia donde irían. Posteriormente, la agencia rusa TASS, una fuente del Kremlin confirmó que “Asad y los miembros de su familia llegaron a Moscú. Rusia les concedió el asilo por motivos humanitarios”.
Rusia, que era uno de los principales aliados del régimen sirio, aseguró que ya había entablado contacto con los líderes rebeldes para garantizar la seguridad de sus bases militares e instituciones diplomáticas en Siria. “Rusia siempre estuvo a favor de una solución política para la crisis siria”, afirmó la fuente citada por los medios rusos.
Esta decisión marca un cambio en la forma en que Moscú apoya a Siria, pues con apoyo militar y político habían sostenido la dictadura de Al Asad durante la guerra civil siria. La caída del régimen, y especialmente la fuga de Al Asad, cambian el panorama de poder en la región.
Mientras tanto desde la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, calificó la caída de Bashar al Asad como un “acto fundamental de justicia” y una “oportunidad histórica” para el pueblo sirio.
En su discurso, el mandatario destacó que este era un momento clave para “construir un futuro mejor”, aunque sabe de los riesgos e incertidumbres que aún se ciernen sobre la nación árabe.
Cuando se le preguntó sobre el futuro de Bashar al Asad, Biden fue enfático: “Al Asad debería rendir cuentas”. Si bien no dio detalles específicos, su declaración sugiere que el gobierno de Estados Unidos podría presionar para que Al Asad sea investigado por crímenes de guerra y violaciones a los derechos humanos. Además ofreció apoyo para ayudar a la transición de poder en el país.
Las palabras de Biden se sumaron a los llamados de la comunidad internacional, que durante años pidieron fin a la brutal represión del régimen sirio.
Sin embargo, siguen observando con cautela pues aún el panorama no es del todo claro, ni dentro de Siria, ni fuera de ella.
Le puede interesar: Estos son los nuevos detalles de la renovación de la catedral de Notre Dame
La caída de Al Asad y su huida a Moscú ponen en duda cuales serán las próximas movidas en el tablero, especialmente el papel que jugarán potencias como Rusia, Irán y Turquía.
Por su parte, los líderes europeos, como Emmanuel Macron, han solicitado cautela y apoyo a las iniciativas de la ONU para una transición política pacífica en Siria. La OTAN, por su parte, ha emitido un comunicado pidiendo la “protección de los derechos humanos y la estabilidad de la región”.
Con Bashar al Asad en Moscú, la gran incógnita es cómo se configurará el nuevo poder en Siria. La alianza rebelde, que ahora controla Damasco, no es un grupo homogéneo, ya que incluye desde grupos islamistas moderados hasta facciones radicales vinculadas con organizaciones yihadistas.
El futuro político del país dependerá en gran medida de las negociaciones internacionales. Rusia ha señalado su intención de “reanudar las conversaciones de paz bajo el amparo de la ONU”, y pidió una reunión con urgencia para este lunes, pero la falta de consenso entre los actores clave podría complicar las negociaciones.
Para Estados Unidos el desafío ahora será evitar que Siria caiga en manos de grupos extremistas. “Hay una gran oportunidad, pero también un gran riesgo”, afirmó Joe Biden.