Con el viento que sopla con fuerza y promete hacer bailar las cometas el cielo se convierte en un lienzo. Las figuras gigantes surcan el aire: pulpos, ballenas, personajes de Dragon Ball, Mario Bros, aves, medusas, tigres, Bob Esponja y peces. En total, suman una colección de más de 300 cometas gigantes que alcanzan, como mínimo, los 20 metros de altura.
Carlos Villegas ajustaba las cuerdas de una gigantesca cometa en forma de pulpo, mientras Cristina Vélez supervisaba a los pilotos jóvenes que se preparaban para elevar sus cometas. Las risas y los gestos de asombro eran la banda sonora del espectáculo, mientras los curiosos se acercaban a admirar, diciendo: “Yo vine porque desde lejos veía algo grande moviéndose en el cielo”.
Esta pareja lleva ocho años con Cometas Gigantes de Colombia, un proyecto que comenzó como un pasatiempo familiar y ahora representa al país en eventos internacionales.
La pasión por las cometas comenzó a tomar vuelo desde pequeño. Carlos recuerda cómo nació su amor por ellas: “Cuando era niño, mis tíos me llevaban a volar cometas tradicionales, las de papel. Yo corría de un lado a otro tratando de mantenerlas en el aire, mientras ellos me guiaban. Esos momentos me marcaron profundamente: cómo no enredar la pita y cómo impulsarlas para que subieran”, comenta.
El vuelo de las cometas siempre ha sido un evento familiar. Cuando Carlos conoció a Cristina, esa tradición se mantuvo viva. “Nos encantaba volar cometas los fines de semana, pero en Medellín ya no quedan muchos lugares para hacerlo”, explica Cristina.
El primer paso en esa dirección ocurrió gracias a su empresa de luces LED, que les permitió importar productos desde China. Allí, su proveedor les habló de cometas más grandes de lo habitual, algo poco común en Colombia. “Nos fuimos de paseo para Coveñas y, cuando la volamos, la gente se acercaba a admirarla. Nos dimos cuenta de que estábamos haciendo algo especial”, relata Cristina.
El crecimiento del proyecto fue tan natural como el viento que impulsa sus cometas. “Empezamos con una cometa, luego dos, y cuando nos dimos cuenta, ya vamos por más de 300, y se nos está quedando pequeña la bodega”, dice Carlos. Estas cometas, que alcanzan hasta 20 metros de altura, requieren precisión y técnica para ser voladas.
El club, que cuenta con más de 20 pilotos entrenados, ha llevado su espectáculo a diferentes rincones de Colombia, como Cali, Coveñas, Huila y, como representantes de Antioquia, al tradicional Festival de Cometas en Villa de Leyva, el más antiguo de Suramérica.
Los pilotos que se suman al proyecto lo ven como representar a Colombia. “Es como si fueran parte de la Selección Colombia de cometas”, dice Carlos. “Ellos tienen sus trabajos aparte, piden permiso y dicen que van a representar al país en algún evento nacional o internacional”.
Pero la pita ha jalado con más fuerza, elevando sus cometas a otras fronteras. En México, participaron en el Festival de Papalotes Gigantes, donde una de sus cometas, una medusa con luces LED que marcaba el inicio de su colección, se reventó en el aire por los fuertes vientos. “El primer gran salto fue en México. Fue increíble, aunque no todo salió como esperábamos. Perdimos nuestra primera cometa gigante, una medusa que tenía un gran valor sentimental”, recuerda Carlos.
Este evento marcó un antes y un después para el proyecto. La experiencia en México los preparó para retos mayores, como el Festival Internacional de Cometas de Gujarat, en India. “Volar nuestras cometas en uno de los festivales más importantes del mundo fue un honor”, comenta Cristina.
“Eso fue un sueño hecho realidad. India es la cuna de los festivales de cometas y estar ahí fue un honor. Los organizadores quedaron sorprendidos porque llegamos al campo de vuelo no para volar una o dos cometas, como lo hace un aficionado, sino para montar un espectáculo con 15 o 17 cometas al mismo tiempo, sin que se enreden. Eso les impresionó, y gracias a ese trabajo iremos nuevamente en enero representando a Colombia”, dice Carlos.
En Medellín, sin embargo, la pareja enfrenta retos diarios para encontrar espacios adecuados donde entrenar y organizar eventos. “Necesitamos campos abiertos, libres de obstáculos como edificios o cables eléctricos, y cada vez es más difícil encontrarlos”, comenta Cristina.
En enero, Cristina y Carlos volverán a India junto a cinco pilotos más, esta vez con la experiencia y el aprendizaje acumulados en años de volar por el mundo. “Cada festival es una oportunidad para aprender algo nuevo, mejorar nuestras técnicas y compartir nuestra pasión con otros”, dice Carlos.
Para febrero están organizando el festival de cometas más grande de Suramérica, con invitados de Estados Unidos, Indonesia y aficionados de toda Colombia y Latinoamérica. Este evento, planeado en Casanare, contará con la representación de Antioquia por parte de Cometas Gigantes de Colombia.
Cuando el espectáculo termina y el viento se calma, Carlos recoge cuidadosamente la cuerda de su cometa, mientras Cristina organiza los equipos y supervisa a los pilotos. “Para mí, las cometas son como una lección de independencia, de volar alto con libertad”, menciona Carlos.
Y así, como un niño jala la pita cuando se le cae la cometa, el vuelo de Cristina y Carlos sigue en ascenso, con nuevos países, vuelos internacionales y la certeza de un cielo por conquistar, pintándolo con cometas.