En lo más alto de la comuna 3, Manrique, en el barrio Bello Oriente, se ha consolidado una red barrial que sigue fortaleciéndose de la mano de vecinos y de por lo menos 15 organizaciones que trabajan por los derechos humanos y la vida digna de la comunidad. Uno de los frentes más importantes es la calidad de vida, las oportunidades y la protección de niños, niñas y adolescentes, por medio de estrategias para que accedan a la educación, la cultura, la recreación, el deporte, la nutrición y puedan construir proyectos de vida e incidir en propuestas para beneficio del mismo sector.
Una de esas organizaciones es la Fundación Caminos, que lleva 10 de sus 17 años con un trabajo de lleno en Bello Oriente y que hoy cuenta con 14 proyectos que benefician a 478 menores de edad. Su director y cofundador Wilmar Quintero, cuenta que comenzó con el holandés Eddy Veldhuisen, en el Centro de Medellín, trabajando con niños y niñas en situación de calle, pero que luego se enfocaron en la comuna 3 porque identificaron que era una de las que más menores de edad dejaba en estos riesgos. Así que hace una década llegaron con el esfuerzo puesto en la prevención por medio de dos iniciativas: una de fútbol y otra de música.
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Hoy en día, con 14 proyectos, son los mismos niños, niñas y adolescentes los que evidencian los efectos positivos de Caminos en su desarrollo. Muchos de ellos llegan incluso desde los 5 años, para participar en el programa de lectoescritura y se pueden quedar hasta los 25 o 26 años, cuando terminan carreras técnicas, tecnológicas o profesionales gracias al apoyo económico que les brindan, para transporte, por ejemplo; a que les ayudan a conseguir becas y a que los acompañan con procesos más pedagógicos para que su paso por las universidades se dé de la mejor manera y no caigan en la deserción.
“Nuestro objetivo como fundación es que ellos mínimamente terminen el bachillerato, que no haya tanta deserción en el colegio pero que ganen el año también porque hacemos un acompañamiento en el colegio. Y ya esas familias que de alguna forma quieren apoyar a sus hijos a hacer una carrera técnica o profesional, nosotros también los venimos acompañando desde lo económico. No es mucho pero es un aporte para que ellos sí terminen sus carreras. Hoy tenemos 17 jóvenes que están estudiando carreras profesionales y ahí estamos en el proceso”, señala Quintero.
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Sandra Arias, de 26 años, es una de esas jóvenes que pudo aprender, que sigue aprendiendo en la fundación y que ahora también brinda lo que sabe a otros niños y niñas, con proyección a la comunidad en general. La semana pasada presentó un proyecto que ideó con el fin de mantener viva la memoria colectiva e histórica, pero también el presente del barrio, por medio de la fotografía, una apuesta ambiciosa que permite además mantener vigente la esencia de Bello Oriente: el trabajo articulado con otras organizaciones para beneficio de todos. Sandra dice que su paso por la fundación le permitió aprovechar y fortalecer su talento por la fotografía, pero también acercarse a la música y a fortalecer el liderazgo: “Realmente esto me abrió campos y oportunidades, y me permitió sacar talentos que yo quizás no veía, pero que aquí salieron a flote”.
Allí tienen la oportunidad de idear y sacar adelante propuestas de distintos niveles. Alejandro Suárez, de 17 años, también presentó la suya, enfocada en enseñar sobre tecnología y programación, la carrera que es su pasión y en la que se está especializando hoy en día, a niños, niñas, adolescentes y adultos del barrio. Es un profesor muy joven, por lo cual resalta que en Caminos no se trató solamente de impulsar su gusto por esta área y enseñarla a otros, sino también justamente en ese reto: el de relacionarse con los demás, porque ha podido trabajar para mitigar su timidez.
Con 15 y 16 años, Valery Estrada y Carlos Almario también mostraron ante varios vecinos y líderes de distintas organizaciones una propuesta que busca promover el respeto por la diversidad y los derechos de la población LGBTIQ+. Los adolescentes crearon una iniciativa pedagógica para desarrollar con residentes de todas las edades, con el ánimo de erradicar la estigmatización y la violencia que se sigue viviendo por la orientación sexual diversa, para lo cual han ejemplificado casos reales del barrio.
Róbinson Rúa, coordinador de Relaciones Nacionales de la fundación, explica que aunque son casi 15 o 17 organizaciones barriales que trabajan por el bienestar social, ambiental y de otra índole en Bello Oriente, Caminos cuenta con una estrategia muy articulada de gestión de recursos y apoyo internacional que les permite consolidar los proyectos. Por ejemplo, Sandra, Alejandro, Valery y Carlos recibieron cada uno un pequeño capital semilla para que puedan poner a rodar sus propuestas cuanto antes. Pero además, allí estuvieron funcionarios de la Alcaldía de Medellín escuchando sus exposiciones y se comprometieron a tender puentes para aumentar sus posibilidades.
Rúa señala que dichas presentaciones se hicieron en el marco del proyecto de Liderazgo, uno de los 14 de la fundación, que funciona hace cinco años y que ha graduado a varios jóvenes del territorio de Bello Oriente, de Carambola, de La Cruz, de Carpinelo y de Jardín para que sean líderes conscientes, que salgan con herramientas de intervención comunitaria: “Los chicos todo el año se forman en la construcción del sujeto político, en identificar los proyectos de ciudad, las dinámicas de los territorios y se piensan global y actúan local. Son jóvenes que se proyectan como líderes del territorio, de la ciudad y del país”.
En este proyecto, que tuvo su cierre oficial anual la semana pasada, cada joven o adolescente se demora por lo menos 10 meses en articular la iniciativa, de los cuales 6 meses se enfocan en enriquecer la visión en aspectos como participación ciudadana, mecanismos de participación, democracia, proyectos locales, nacionales e internacionales, cuarta revolución industrial y enfoque de género, entre otros que les permitan luego construir sus propuestas.
Ahora, la fundación tiene la meta, afirma Rúa, de que los proyectos de cada joven se mantengan en el tiempo, conectarlos con empresas y otros voluntarios que los apoyen y que tengan incidencia en la comunidad. Pero también quieren aumentar el número de beneficiarios, pues en este proyecto solo trabajan con 10 cada año, para que se dé un proceso fuerte, más especializado.
Los 478 niños, niñas y adolescentes que atiende en este momento la fundación no son ruedas sueltas, porque detrás de cada uno también se beneficia y se vincula la familia. De hecho, entre los requisitos que hay para ingresar es que no se pueden salir del colegio y los padres o acudientes deben estar pendientes de los procesos, asistir a las reuniones y ser activos en el acompañamiento. La meta más ambiciosa es que los jóvenes logren fortalecer emprendimientos, ideas de negocio, pero también que se mantengan alejados de riesgos como el consumo de sustancias psicoactivas o la violencia. Que puedan encontrar muchos caminos para construir el camino que quieren seguir.
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