La noticia que sacudió al mundo este domingo fue la huida de Bashar al Asad a Moscú tras la toma de Damasco por la coalición rebelde encabezada por Hayat Tahrir al Sham (HTS). Este grupo, liderado por Abu Mohamed al Jolani, tomó la capital tras una ofensiva relámpago que en solo 11 días puso fin a 54 años de control por parte de la familia Al Asad.
Este lunes, Al Jolani, quien ahora se presenta con su nombre real, Ahmad al Shareh, se reunió con el ex primer ministro sirio, Mohamed al Jalali, para coordinar la transición de poder. La idea es garantizar la continuidad de los servicios públicos y estabilizar el país tras más de una década de guerra civil que dejó 500.000 muertos y millones de desplazados.
“Estamos aquí para asegurar una transición ordenada y justa para el pueblo sirio”, afirmó Al Jalali.
Por su parte, el partido Baaz, que durante décadas sostuvo la dictadura de los Al Asad, emitió un comunicado reconociendo la necesidad de “defender la unidad del país” y permitir una transición pacífica.
Las imágenes desde la plaza principal de Damasco muestran a miles de personas ondeando banderas y celebrando la liberación de los presos políticos. Una de las escenas más conmovedoras se vivió frente a la cárcel de Saydnaya, conocida por las torturas y las desapariciones forzadas durante el régimen. Decenas de personas se reunieron allí en busca de sus familiares, desaparecidos desde hace años.
La salida de Al Asad ha puesto en alerta a la comunidad internacional. Alemania y Francia ya manifestaron su disposición a trabajar con los nuevos líderes, pero también expresaron su preocupación por la estabilidad de Siria.
Hasta el momento, ni Rusia ni Irán, los principales aliados de Al Asad, han confirmado su paradero. Se sabe, según agencias rusas, que habría llegado a Moscú junto con su familia y que se le otorgó asilo por razones humanitarias.
El Kremlin no ha dado declaraciones oficiales, lo que alimenta los rumores de que su presencia en la capital rusa no es bien vista por el presidente Vladimir Putin.
El secretario general de la ONU, António Guterres, afirmó que “quien asuma el poder en Siria tendrá la obligación de garantizar que Al Asad enfrente la justicia”.
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A pesar de la euforia inicial, la incertidumbre es el sentimiento predominante en Siria. Aunque la coalición rebelde ha prometido formar un gobierno de transición, la sombra de la división sigue presente.
El líder de HTS, Abu Mohamed al Jolani, busca legitimarse a los ojos de la comunidad internacional, pero su pasado vinculado con Al Qaeda y la clasificación de su grupo como terrorista dificultan la posibilidad de reconocimiento por parte de Occidente.
Lo que ocurra en los próximos meses definirá no solo el futuro del país, sino también el equilibrio de poder en Medio Oriente, donde actores como Rusia, Irán, Israel y Turquía tienen intereses geopolíticos de gran envergadura.