Latinoamérica
En los últimos 30 años, en la región, casi 20 presidentes no han terminado su mandato
Redacción El Tiempo
04 de enero 2025 , 11:00 p. m.
04 de enero 2025 , 11:00 p. m.
En los últimos 30 años, en la región, casi 20 presidentes no han terminado su mandato
Según una investigación, los partidos políticos han sido determinantes para la supervivencia de los jefes de Estado Latinoamérica. ¿Qué pueden enseñar los fracasos a los líderes actuales que están en riesgo de censura?
Christopher A. Martínez –Americas Quarterly
En América Latina, terminar una presidencia sigue siendo un logro en sí mismo. Al menos 19 presidentes no lo han conseguido desde principios de los años 80. En los últimos años, Guillermo Lasso, de Ecuador, y Pedro Castillo, de Perú, vieron truncados sus mandatos. En Argentina, ha habido intentos de interponer un juicio político contra Javier Milei, aunque pocas opciones de prosperar han tenido. Y la peruana Dina Boluarte ha esquivado por lo menos tres mociones de censura presentadas por la oposición en un Congreso profundamente fragmentado.
(Lea también: La delincuencia está castigando a las economías latinoamericanas)
Cuando enfrentaba un juicio político, Guillermo Lasso (c) disolvió el Congreso de Ecuador y convocó a elecciones, en las cuales salió electo el presidente Daniel Noboa para culminar su periodo.
AFP
¿Por qué algunos presidentes resisten las turbulencias y otros caen? Como expongo en mi nuevo libro Por qué fracasan los presidentes: Partidos políticos y supervivencia gubernamental en América Latina, la clave parece residir en la fortaleza de los partidos políticos. Cuando las organizaciones políticas de un país son muy fuertes, incluso débiles, las presidencias suelen sobrevivir. Cuando los partidos están en medio, las alianzas se vuelven frágiles, las ambiciones miopes, por lo que el destino de un presidente puede pender de un hilo.
En otras palabras, a veces los presidentes pueden permanecer en el cargo cuando los partidos políticos son demasiado débiles para desafiarlos. Y, en el otro caso, mientras que los partidos fuertes pueden tener la fuerza política para destituir a un presidente en funciones, estos también pueden dar prioridad a la continuidad institucional, incluso en tiempos de crisis, porque ponderan las consecuencias políticas a largo plazo de sus acciones.
En otras palabras, a veces los presidentes pueden permanecer en el cargo cuando los partidos políticos son demasiado débiles para desafiarlos.
Cuando los partidos no son especialmente débiles o fuertes, los presidentes suelen permanecer en el cargo gracias a alianzas temporales e inestables. Cuando esos acuerdos se desmoronan, debido a un escándalo de corrupción, por ejemplo, o a un acaparamiento de poder presidencial, las colectividades pueden estar lo suficientemente organizadas como para desafiar a un jefe de Estado, sin medir las consecuencias a largo plazo para evitar la escalada de una crisis. Esa combinación supone un mayor riesgo para la permanencia de un presidente en el poder.
(Puede interesarle: Cómo el Estado Islámico se está reagrupando en Siria y se apodera de armas del régimen de Bashar al Assad).
Aplicaciones reales
Tomemos como ejemplo Ecuador, Paraguay y Perú, países en los que los partidos son relativamente débiles, pero en los que los presidentes se han enfrentado a resultados muy diferentes. Mientras que Rafael Correa en Ecuador y Alberto Fujimori durante gran parte de su mandato en Perú lograron consolidar el poder, Pedro Castillo (Perú, 2021-2022) y Fernando Lugo (Paraguay, 2008-2012) vieron sus presidencias drásticamente interrumpidas debido a la falta de apoyo partidista, la relativa debilidad de los partidos gobernantes y el cortoplacismo.
(Lea también: Venezuela anuncia recompensa de 100.000 dólares por la captura de Edmundo González Urrutia).
Cuando los partidos son mediocres en su fuerza institucional, carecen de horizontes a largo plazo y, al mismo tiempo, pueden reunir el apoyo necesario para destituir a un presidente en ejercicio. Los casos del peronismo argentino en 2001 y de la oposición brasileña en 2016 ilustran que las colectividades pueden articularse y coordinarse con organizaciones de base y manifestantes para lanzar intentos exitosos para derrocar al jefe del Estado.
Bolivia sólo tiene un partido fuerte, el Movimiento al Socialismo (MAS), fundado por Evo Morales. Este predominio dejó débil a la oposición, lo que impidió una negociación y resolución efectivas durante la crisis de noviembre de 2019. Como muestra el libro, la ausencia de una oposición estructurada hizo imposible que Morales negociara o desactivara dicha crisis, contribuyendo a su eventual renuncia forzada.
El expresidente de Bolivia Evo Morales
Orestis Panagiotou. Archivo EFE
Sin adversarios fuertes y creíbles, los presidentes carecen de interlocutores para el diálogo, lo que aumenta la probabilidad de finales abruptos.
Por el contrario, en países con partidos muy institucionalizados, como Chile, las organizaciones políticas tienen horizontes a largo plazo y favorecen unos niveles mínimos de cooperación. El senador chileno Jaime Quintana señaló que los líderes de los partidos acaban alineándose con el presidente porque “el costo de traicionar a un gobierno al que se juró lealtad es demasiado alto”. Esta perspectiva a largo plazo disuade a los partidos de abandonar a sus líderes en tiempos difíciles.
Presidentes que no han terminado su periodo en América Latina, en los últimos 30 años
Fuente: Christopher A. Martínez
Lecciones
Volvamos a los casos iniciales de Javier Milei en Argentina y Dina Boluarte en Perú. Milei, un candidato outsider y con un partido relativamente nuevo, La Libertad Avanza, carece de mayorías en el Congreso. Para su suerte, en su primer año de gobierno no se ha visto implicado en grandes escándalos, un factor significativamente asociado a los fracasos presidenciales. Sin embargo, como primer mandatario de un país con una fuerza partidista moderada, esta podría frenar con éxito su poder (ante cualquier oportunidad). En concreto, Milei se enfrenta a una oposición formidable y organizada entre los peronistas.
(También puede leer: La vicepresidenta Verónica Abad dice que este domingo asumirá la Presidencia de Ecuador)
Javier Milei, presidente de Argentina.
AFP
Conocidos por sus profundas conexiones con la sociedad civil y su capacidad para movilizar a la ciudadanía, los peronistas podrían cuestionar significativamente la presidencia de Milei y llevarla a un final prematuro, especialmente si la economía argentina empeora. Sin un fuerte respaldo partidario, Milei es vulnerable tanto a los desafíos legislativos como, sobre todo, a las protestas callejeras.
Los líderes de América Latina harían bien en reconocer que, si bien el carisma personal y la retórica antisistema pueden ganar elecciones, para gobernar con eficacia y estabilidad en el cargo es necesario crear organizaciones políticas sólidas o alinearse con ellas.
Por otro lado, Boluarte, quien también gobierna con una minoría parlamentaria, ha sobrevivido a múltiples oleadas de protestas anti administración e intentos de destitución por parte del Congreso. El escándalo del llamado ‘caso Rolex’ ha hecho mella en la aprobación personal de Boluarte (ella niega haber actuado mal), y muchos peruanos la consideran una usurpadora, debido a los cambios políticos que ha hecho desde que asumió el cargo tras la destitución de Castillo, quien falló en su intento de autogolpe de Estado en 2022.
(Siga leyendo: Edmundo González se reúne con Javier Milei en su primer día de gira de cara al 10 de enero)
Contrario a Milei, la oposición a la que se enfrenta Boluarte está fragmentada, a la par que la economía peruana se mantiene relativamente estable. Su supervivencia hasta ahora puede atribuirse a la debilidad de las colectividades de la oposición, pero esto también significa que carece de socios fuertes para gobernar con eficacia. Los anteriores presidentes peruanos, como Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra, fueron destituidos a pesar de las favorables condiciones económicas, lo que pone de relieve cómo la fragmentación política puede socavar incluso a las administraciones económicamente exitosas.
Los líderes de América Latina harían bien en reconocer que, si bien el carisma personal y la retórica antisistema pueden ganar elecciones, para gobernar con eficacia y estabilidad en el cargo es necesario crear organizaciones políticas sólidas o alinearse con ellas.
La durabilidad de una presidencia está estrechamente ligada a la capacidad de las organizaciones políticas para fomentar la cohesión partidaria, mantener objetivos a largo plazo y comprometerse constructivamente tanto con los aliados como con la oposición. Sin embargo, los presidentes no pueden esperar cambiar drásticamente estas condiciones. Por el contrario, deben aprender a jugar con las cartas que les reparten.
Christopher A. Martínez (*)
Americas Quarterly-Concepción
(*) Profesor asociado de Ciencia Política en la Universidad de Concepción (Chile) y director alterno del Núcleo Milenio sobre Crisis Políticas en América Latina (Crispol).