Groenlandia ha sido históricamente un territorio de interés estratégico tanto por su magnitud –es la mayor isla del mundo– como por su ubicación, a medio camino entre los océanos Atlántico y Ártico. El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, lo tiene ahora de nuevo en su punto de mira, con órdagos incluso a movimientos militares como herramienta de presión.
La colonización de Groenlandia se remonta al siglo X, con una ocupación nórdica que no terminó de resolverse del todo hasta el siglo XIX, cuando la isla ya quedó bajo control de Dinamarca. Desde 1979, goza de autonomía con respecto a la metrópoli y en 2008 Copenhague renunció a la mayor parte de las competencias, con la salvedad de ámbitos clave para la seguridad como política exterior o Defensa.
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En la actualidad, apenas 57.000 personas viven en Groenlandia, un territorio de 2,2 millones de km2 –la más baja densidad de población en el mundo–, y sus intereses están representados directamente por dos diputados en el Parlamento central danés, tal como ocurre con las islas Feroe. Sin embargo, el sentir mayoritario entre la población groenlandesa pasa por seguir rompiendo lazos con Copenhague, una carta que está ya contemplada.
Desde 2009, Groenlandia tiene derecho a declarar su independencia mediante referéndum, una aspiración agitada de nuevo en estas últimas semanas por el primer ministro local, Mute Egede.
“Groenlandia no está en venta”, coinciden tanto Egede como la jefa del Gobierno central de Dinamarca, Mette Frederiksen, que han salido al paso desde diciembre de las aspiraciones soberanistas resucitadas en las últimas semanas por Trump, que ya sondeó esta posibilidad durante su primera mandato presidencial y ahora ha elevado la apuesta.
Estados Unidos ya compró Alaska en 1867, fecha en la que el entonces presidente, Andrew Johnson, llegó a plantearse adquirir también Groenlandia. Y no fue la única vez, puesto que hace casi ocho décadas la Administración de Harry S. Truman hizo una oferta formal para quedarse con la isla a cambio de 100 millones de dólares en oro, tal como trascendió posteriormente.
Trump no ha dicho cuánto estaría dispuesto a pagar ahora, pero sí que ha hecho público su interés, apelando a temas de seguridad nacional para reclamar Groenlandia –también el canal de Panamá–. El magnate republicano alude a los movimientos de barcos rusos y chinos en las inmediaciones.
En ese interés por la isla, el hijo mayor de Trump llegó a Groenlandia en una visita privada, dos semanas después de que el presidente electo de Estados Unidos hiciera alusión a su interés en la soberanía de este territorio.
El avión con la marca “Trump” que transportaba al hijo del presidente electo aterrizó poco antes de las 13H00 GMT en el aeropuerto de Nuuk a lo largo de un fiordo nevado.
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Interrogado por la televisión y radio pública groenlandesa KNR al bajar del avión, Donald Trump Jr dijo estar allí como “turista” y no tener previstas entrevistas oficiales. La prensa local aseguró que estará ahí solo unas horas.
“Groenlandia es de los groenlandeses”, declaró por su parte el martes Mette Frederiksen, primera ministra danesa, en respuesta a la sugerencia de Trump de anexar el territorio a Estados Unidos.
La noche del lunes Donald Trump publicó en su red social Truth Social que su hijo “Don Jr y varios representantes viajarán allí (a Groenlandia) para visitar algunas de las áreas y paisajes más magníficos”.
La visita de Trump Jr es de orden privado y ningún detalle del viaje ha trascendido, indicó un diplomático de Groenlandia, Mininnguaq Kleist, a la televisión pública danesa DR.
Según Kleist, el hijo mayor de Trump no tiene previsto reunirse con miembros de las autoridades de la isla durante su estancia.
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Estados Unidos ya cuenta con presencia militar en Groenlandia, en virtud de una alianza con Canadá que se remonta a 1958, en plena Guerra Fría, y que lleva por nombre Mando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD, por sus siglas en inglés). Cuenta con varias instalaciones, incluidas bases militares, con el objetivo de recabar información de Inteligencia y contener potenciales amenazas.
Sin embargo, el progresivo deshielo del Ártico y la consiguiente apertura de nuevas rutas de navegación acrecientan el interés económico y político en esta zona, rica además en recursos naturales como el petróleo y el gas y también en minerales raros, claves por ejemplo para la fabricación de productos tecnológicos.
La inmensa isla ártica está geográficamente más cerca al continente americano que de Europa.