En menos de un mes, Fabio Ochoa Vásquez pasó de estar en una prisión de Estados Unidos, condenado por narcotráfico, a montar a caballo en un exclusivo club hípico del Oriente antioqueño.
La imagen resulta inaudita. Vistiendo una camiseta tipo polo rosada, un bluyín y un sombrero blanco, uno de los últimos sobrevivientes de la oscura generación que fundó el Cartel de Medellín y que protagonizó una de las épocas más sangrientas en la historia del país, apareció montando el caballo trotón galoper, Galán del Rancho.
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El animal, que ha sido múltiple campeón, muestra que pese al pasado narcotraficante, los Ochoa siguen ostentando poder en la región. Y es que Galán del Rancho viene del linaje de las bestias criadas por Fabio Ochoa padre.
“El caballista Fabito Ochoa llegó a montarse en el legendario tricampeón mundial Galán del Rancho F.C.(...). Que buen gusto y sabiduría escogerlo para reiniciar su pasión”, se lee en una de las publicaciones que el pasado 31 de diciembre se reprodujeron en las redes sociales, en las que se ve al exnarco en Antioquia.
La foto es difícil de digerir, ya que mientras para muchas de las víctimas del terrorismo del narcotráfico sigue resultando por lo menos insólito que uno de los hermanos Ochoa se pasee campante y goce de un apacible retiro, para otros, en este caso integrantes de la comunidad caballista, se trata del regreso “del hijo de un patriarca”.
Que Ochoa Vásquez pueda disfrutar de una vejez en libertad tiene una larga explicación. Pese a haber abandonado suelo colombiano hace más de dos décadas, cuando fue extraditado, su primera estadía en prisión fue en Colombia y duró 2.097 días; es decir, 68 meses y 27 días de una condena de 100 meses.
En plena guerra de carteles, Ochoa se convirtió el 19 de diciembre de 1990 en el primer gran narco en aprovechar unos decretos de sometimiento expedidos por el entonces presidente César Gaviria.
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En aquel entonces, Fabio Ochoa aceptó su culpabilidad ante la Fiscalía por los delitos de narcotráfico, enriquecimiento ilícito, concierto para delinquir y su participación en la construcción de laboratorios y otras infraestructuras para el tráfico de droga.
Aunque desde 1990 a los Ochoa se les achaca la creación del MAS (Muerte A Secuestradores), grupo paramilitar nacido por el secuestro de su hermana Marta Nieves Ochoa, y su implicación en múltiples atentados terroristas y asesinatos, para ese año esos hechos no quedaron más que en investigaciones preliminares de la Fiscalía.
De igual forma, otro delito por el que los hermanos fueron señalados fue el asesinato del piloto Barry Seal, informante de la DEA, pero cuya responsabilidad tampoco fue probada en juicio y en la que la familia sigue insistiendo en su inocencia.
Pese a salir libre junto con sus hermanos en 1996, el gobierno de Estados Unidos continuó con los Ochoa en la mira.
En octubre de 1999, apenas tres años después, el nuevo dolor de cabeza para Fabio Ochoa vino por cuenta de la Operación Milenio, presentada entonces como la segunda más grande después de la captura de la cúpula del Cartel de Cali y que dejó 31 detenidos en una decena de allanamientos en Medellín, Cali y Bogotá.
Dicha operación buscó desarticular un cartel que tenía operaciones en Colombia, México, Ecuador y Estados Unidos. Fabio Ochoa fue entonces capturado en su finca de Las Palmas, siendo señalado de querer rearmar un nuevo cartel.
Después de un tortuoso proceso jurídico, que incluso escaló hasta la Corte Suprema de Justicia, Ochoa fue extraditado a Estados Unidos a las 4:30 p.m. del viernes 7 de septiembre de 2001, en donde era requerido por una corte del Distrito Sur de Florida.
Fue ante la justicia estadounidense que Ochoa fue condenado a 30 años y 5 meses de prisión el 26 de agosto de 2003, por los cargos de “concierto para distribuir y poseer con la intención de distribuir cinco kilogramos o más de cocaína”, tal como lo registró este diario entonces.
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La pena se cumplió antes por buen comportamiento, derivando en su deportación en diciembre pasado.
Pero, ¿por qué a pesar de todo ese prontuario los Ochoa siguen gozando de prestigio y respeto en la comunidad caballista?
La respuesta tiene que ver mucho con su padre, que, además de provenir de una familia reconocida y respetada en este ámbito, mucho antes del surgimiento del Cartel de Medellín ya era considerado como uno de los hacendados más importantes del país en la crianza de caballos.
Fabio Ochoa Restrepo levantó a esos ejemplares en una famosa hacienda ubicada en el oriente de Envigado, La Loma, y se labró como uno de los más respetados caballistas de la Feria de Ganados, que frecuentaba constantemente.
La fama del padre pronto sería superada con creces por sus hijos, tal como lo cuenta Fabio Castillo en el libro Los jinetes de la cocaína, en donde se establece que uno de los primeros antecedentes entre los Ochoa y el narcotráfico se remonta a la detención de Angela María Ochoa Vásquez, que en 1977 fue encontrada con un kilo y medio de cocaína en Miami.
No obstante, las tres grandes cabezas de la familia en ese mundo fueron los hermanos Jorge Luis, Juan David y Fabio. Al igual que Fabio, Jorge Luis y Juan David aprovecharon los decretos de sometimiento del expresidente César Gaviria para entregarse y quedar al día con la justicia colombiana. Mientras Jorge Luis sigue con vida, Juan David falleció en 2013 tras sufrir un infarto fulminante.
Desde su regreso a Colombia, Fabio Ochoa, que abandonó el país con 44 años y ahora tiene 67, anticipó tener previsto mantenerse cerca a su familia tras salir de la cárcel.