"Voy a traerte unas gallinitas de regalo" fueron las últimas palabras que Susana escuchó de Luis, su padre, un hombre dicharachero y trabajador.
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Vivía en una vereda de San Pedro de Urabá, en Antioquia, con Susana, su hijita de pocos años, y su esposa. Por las dinámicas de trabajo debía ausentarse por días, buscando el sustento para mantener el hogar.
Cuando Susana cumplió cinco, la familia decidió mudarse a Arboletes, otro pueblo del nororiente antioqueño. Luis se marchaba por temporadas, pero en uno de esos viajes jamás regresó. Le dejó la promesa a Susana que le traería unas gallinitas de regalo, que nunca vería.
Mientras tanto, en zona rural de San Juan de Urabá, Roberto también crecía con la presencia intermitente de Luis, su padre, el mismo de Susana. Sabía de la existencia de su hermanita y la referenciaba porque tenía el nombre de la abuela paterna. Ambos, desde sus realidades distantes, se hicieron adultos con la esperanza de volver a ver a su padre y conocerse entre ellos.
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Pasaron 28 años para que a Roberto le llegara una pista de su hermana. Se había mudado a Arboletes buscando oportunidades. Tocó la puerta en un taller de mecánica y en la entrevista para obtener el trabajo, él contó que sabía que tenía familia en ese pueblo. El mecánico le dijo que le había escuchado decir a una "Susana" que conocía que tenía un hermano con el segundo nombre de su padre, Roberto. Esta coincidencia lo llevaría a contactarla y unir ese deseo que ambos habían cultivado por separado: encontrar a Luis.
Toma de adn para la búsqueda de Luis, desaparecido en Necoclí entre 1989 y 1991.
Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas
El encuentro fue conmovedor. Hubo lágrimas y adelantaron cuaderno de historias que habían estado guardadas por años. Pero sobre todo construyeron las bases de una decisión que tomarían una década después de conocerse: emprender la búsqueda de su padre.
El único dato que tenían era que había desaparecido en Necoclí entre 1989 y 1991, cuando el conflicto en la zona estaba ensañado. Con esta información se acercaron a la Unidad de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), se tomaron pruebas de adn y están a la espera de la respuesta del paradero de su papá.
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"Su historia es un recordatorio de que las familias pueden ser reconstruidas, incluso cuando las piezas han estado perdidas por mucho tiempo", aseguran desde la UBPD.
Actualmente, como Susana y Roberto, según el Registro Único de Víctimas, hay 198.109 víctimas de desaparición forzada en Colombia, y junto a ellos, familias que aguardan la esperanza de un reencuentro.
SARA VALENTINA QUEVEDO
Redacción Justicia
Sara Valentina Quevedo Delgado