HUMBERTO BASILIO
Cada año, cientos de pilotos de carreras se reúnen en el norte de Chile con sus motocicletas, jeeps, cuatrimotos y buggies todo terreno. Compiten en circuitos a lo largo de cientos de kilómetros alrededor del desierto de Atacama, dejando huellas de llantas en uno de los lugares más secos de la Tierra.
Lo que muchos ignoran es que Atacama alguna vez fue un lienzo para los antiguos pueblos indígenas de Sudamérica. A partir de hace 3 mil años, tallaron enormes figuras de animales, humanos y objetos en las laderas del desierto. Conocidos como geoglifos, los ejemplares en el Alto Barranco, en la región de Tarapacá, destacan por lo notablemente conservados que están.
Pero es en ese preciso lugar donde se han producido carreras todoterreno tanto autorizadas como ilegales.
Imágenes tomadas con drones y publicadas el mes pasado por Gonzálo Pimentel, presidente de la Fundación Desierto de Atacama, resaltaron el daño a lo que él llama “el libro de historia del desierto”.
“Cuando vimos las imágenes del dron, no podíamos creerlo”, dijo Pimentel, señalando que varias figuras clave ahora apenas eran reconocibles.
Ante la creciente destrucción del arte en el Alto Barranco y los posibles daños a otras regiones desérticas de importancia arqueológica, los activistas dicen que los Gobiernos a todos los niveles del País no están haciendo lo suficiente para preservarlas.
“Es una tragedia”, dijo Luis Pérez Reyes, director del Museo Regional de Iquique, quien atribuye a su amor por los geoglifos cuando era niño el haberlo inspirado a convertirse en arqueólogo.
El daño tiene un alto costo para quienes dependen de los ingresos de ofrecer visitas guiadas arqueológicas. Luis Araya, residente de Tarapacá, dijo que se trata de más de 30 familias.
Marcela Sepúlveda, presidenta de la Sociedad Chilena de Arqueología, señaló que se habían colocado grandes carteles en las zonas arqueológicas para evitar daños, por lo que los conductores tienen que estar conscientes de hacia dónde se dirigen.
“Los geoglifos son gigantescos”, dijo. “Nadie puede decir que no los vio”.
Pérez Reyes comenzó a presentar quejas formales en el 2017 sobre los daños causados por las carreras. Desde entonces, él y los residentes de Tarapacá han reunido pruebas, monitoreando a los pilotos que se aventuran demasiado cerca de las figuras antiguas. Pero dijo que el Gobierno seguía aprobando eventos de carreras.
Los organizadores de una gran carrera, el Rally de Atacama, negaron cualquier responsabilidad por los daños en el Alto Barranco, cerca del cual celebraron una carrera por última vez en el 2022.
Gerardo Fontaine, director de la carrera, dijo que todos los participantes conocían la ruta, eran rastreados por GPS y alertados si se desviaban de la misma. Agregó que las rutas fueron aprobadas por las autoridades regionales.
“El verdadero problema son los motociclistas que conducen motocicletas rentadas en el desierto sin permiso”, afirmó. “Nadie les dice nada”.
Daniel Quinteros Rojas, funcionario regional, aprobó el rally del 2022 con la condición de que los corredores siguieran caminos preestablecidos. Pero dijo que los organizadores del rally no entregaron los registros GPS de los pilotos después de la carrera, por lo que los funcionarios no pudieron determinar si los pilotos podrían estar relacionados con algún daño. Desde entonces no se han aprobado carreras en Tarapacá. Fontaine respondió que el costo de entregar los registros GPS a las autoridades era prohibitivo tanto para la carrera como para el Gobierno.
“Las autoridades son bienvenida s a sentarse con nosotros durante la carrera y comprobar que los competidores siguen sus mapas”, dijo.
Actualmente, quienes dañen sitios arqueológicos en Chile pueden enfrentar más de cinco años de prisión y multas equivalentes a más de 14 mil 500 dólares, afirma el Ministerio de Bienes Nacionales. Pero José Barraza, director de patrimonio cultural de la región de Tarapacá, dijo que en muchos casos las denuncias eran desechadas o se dejaron abiertas carpetas de investigación por falta de pruebas. “No hay placas ni rostros”, dijo Barraza.
Por ahora, el Gobierno está convocando a expertos para desarrollar estrategias para crear conciencia entre los entusiastas de las carreras en el desierto, para proteger los geoglifos que quedan intactos.
Pérez Reyes dijo que varios de los geoglifos pronto dejarían de existir. Pero dijo creer que exhibir las sombrías imágenes en su museo podría ayudar a crear conciencia sobre el antiguo tesoro.
“La intención nunca fue hacerlo de esta manera, de crear un museo del ‘nunca más’”, dijo.