Desde el balcón de su casa en Timbiquí (Cauca) le gritó a su mamá, la maestra Olivia Bonilla, que quería acompañarla en el bunde. Así, cuando no tenía ni 10 años de edad, con un guasá (instrumento musical típico de la región) en la mano, en medio de palafitos y parranda, Nidia Góngora comenzó su viaje para convertirse en una de las artistas del Pacífico colombiano con mayor reconocimiento.
Góngora fue ganadora del Premio Shock y estuvo nominada al Grammy Latino como mejor disco folclor en 2019 por el álbum De mar y río. Ha colaborado con agrupaciones como La Pacifican Power, Ondatrópica, Pacífico Sinfónico y más.
“Lo que se ha hecho ha sido con mucho respeto. Es decir, no para que las músicas modernas se antepongan al sonido de la música tradicional”.
Este año estuvo de gira por Europa con el grupo Canalón de Timbiquí, llegó al Teatro Colsubsidio al Festival Afrodiáspora, se presentó en el Petronio Álvarez, estuvo en la tarima del Festival Cordillera y ahora será parte de los 11 artistas que representarán la diversidad musical de Colombia y Latinoamérica el próximo 26 de octubre en el marco de la COP16 en Cali. Allí compartirá escenario con Anita Tijoux, Rubén Albarrán y Rubén Blades.
Góngora es un canto ancestral cargado de nuevas formas de hacer música. Su piel negra, su sonrisa grande y su manera pausada de hablar –con una voz cálida y potente– son las características de esta mujer, amante de su territorio. Con 43 años, y mucho más de la mitad dedicados a la música, según dice ella misma, “este es el momento para que Nidia cante para Nidia”.
Cuéntenos de Pacífico Electrónico, esa idea que usted creó hace 14 años junto a Will Holland...
Ese movimiento es la identidad de los aires tradicionales del Pacífico combinados con otros aportes musicales y sonoros de otras partes del mundo. Es una manera de explorar todo lo que se puede hacer alrededor de la música del Pacífico. En realidad, la idea era que una música rodeara a la otra y poder, a través de cada canción, sensibilizar a la gente, y creo que eso se ha logrado y me da mucha alegría.
¿Cómo surgió esa idea?
Cuando yo conozco a Will, él venía trabajando en un tema de nuevas sonoridades, y me gustó mucho. Cuando él me dice que le gusta mi música, él me manda unos beats electrónicos, y sobre ellos empecé a montar el canto del Pacífico. Eso gustó muchísimo y decidimos ponerle Pacífico Electrónico.
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¿Cómo fue ese primer encuentro con Will?
Cuando él me dice que grabemos juntos lo primero que le digo es: ‘Tú tienes que ir a Timbiquí, saber de dónde viene esta música’, porque de todas maneras sí había un poco de prevención y yo también tenía un poco de miedo. Lo primero que hicimos fue ir a Timbiquí. Ese fue un trabajo muy bonito porque lo que se empezó a hacer y lo que se ha hecho hasta hoy ha sido con mucho respeto, de una manera muy equilibrada. Es decir, no para que las músicas modernas o electrónicas se antepongan al sonido de la música tradicional, sino como un acompañamiento, y siempre tratamos de guardar ese equilibrio perfecto.
¿Hoy en día, hay varias propuestas siguiendo ese respeto de la tradición?
Lo que debo decir es que hay un movimiento bonito en torno a visibilizar las músicas, no solo del Pacífico, sino de la diáspora africana en general. Eso se da a raíz de la necesidad de poder generar esos vínculos que en algún momento fueron irrumpidos. Entonces, la memoria viva sí se mantiene. Cada uno de esos elementos de esa memoria ancestral y de esa diáspora están en cada uno de los territorios, en las personas que estamos desarrollando aspectos relacionados con la preservación, la salvaguarda, el fortalecimiento de esta manifestación musical. Ahora, lo importante es poder tender esos puentes de conexión, donde cada una de sus orillas puede aportar a esos aspectos que aún hoy se mantienen vigentes en la diáspora del mundo.
¿Cómo preservar la música tradicional sin dejar atrás otro tipo de ritmos un poco más modernos?
Hay que volver siempre a la raíz. Colombia es un país pluriétnico, biodiverso, hermoso. Es importante conocer el país y conocer su diversidad y también, honrar siempre a nuestros maestros. A los jóvenes que están metidos en la música les digo que hay que voltear siempre la mirada hacia la raíz, porque así es como tenemos claros esos elementos que nos identifican y podemos hacer nuevas cosas.
Los manglares es una canción que además de ser parte de la película Yo vi tres luces negras, usted misma la nombró como “alabao beat”. ¿Por qué? ¿Esa sería una muestra de la nueva ola de música del Pacífico?
Sí. Los alabaos son cantos a capela fúnebres que se usan estrictamente en los rituales de velorios o en épocas en donde conmemoramos la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
En esta oportunidad hemos hecho esta canción inspirada en esos aires que son de gran importancia, y le puse alabao beat porque es un alabao en cuya estructura no está solamente la voz, sino que hay un acompañamiento de marimbas, de tambores, de secuencias, de teclados, y eso es algo que en un alabao tradicional no ocurre, pues solo van las voces.
Maestra, una pregunta más personal. ¿Cuál ha sido su momento más difícil?
La muerte de mi mamá y mi abuela Sofía. Fue un dolor demasiado fuerte y creo que ese dolor se ha convertido en mi inspiración para cantar.
A propósito, su mamá también fue cantadora. Teniendo en cuenta sus orígenes, ¿qué es lo que viene para su carrera?
Sigo con mis proyectos colectivos, pero ahora quiero materializar ese gran sueño que tuve desde niña y era cantar para mí. O sea, siempre he estado rodeada de gente maravillosa y hemos hecho un trabajo colectivo muy importante, pero en esta ocasión diría que es el momento en el que ya es necesario que Nidia cante para Nidia. Quiero presentar de una manera íntima una producción discográfica en la que pueda mostrar mi sentir.
Ana María Mena Lobo - Redacción Impreso
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