La fascinación de una pequeña niña, que a los 12 años soñaba con inventar un aparato volador, y su curiosidad por el funcionamiento de las máquinas le permitieron explorar el mundo de la mecánica y recorrer un camino que la convertiría en la primera programadora de computadoras del mundo, aunque su historia quedó en gran parte oculta durante muchos años.
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Augusta Ada Byron, más conocida como Ada Lovelace, nacida el 10 de diciembre de 1815 en Londres, era hija del célebre poeta Lord Byron y de Annabella Milbanke, una mujer de gran capacidad intelectual aficionada a las matemáticas y la astronomía, que se convirtió en su mayor influencia. Aunque su padre era un famoso romántico, su madre temía que la niña pudiera heredar el temperamento impredecible de Byron. Así que, a pesar de las dificultades de ser madre soltera en una época patriarcal, Annabella se comprometió a brindarle a su hija una educación científica rigurosa.
A medida que crecía, la preocupación de que Ada pudiera desarrollar intereses poéticos como su padre hizo que su madre eligiera cuidadosamente los temas que debía estudiar, evitando materias que fomentaran la imaginación. Sin embargo, a pesar de este enfoque, Ada no podía evitar su inclinación natural hacia la creatividad y la innovación.
La vida de Ada dio un giro crucial en 1833, cuando conoció a Charles Babbage en una recepción. Babbage, un matemático e inventor, estaba trabajando en la creación de la máquina calculadora llamada la “máquina de diferencias” y, más tarde, en el “motor analítico”, considerado el precursor de las computadoras modernas. La amistad entre Ada y Babbage floreció, y a través de correspondencia intercambiaron ideas sobre matemáticas y máquinas.
En 1842, Ada tradujo un artículo sobre el motor analítico, añadiendo sus propias notas que ampliaban el contenido del texto. Sus anotaciones, que resultaron ser tres veces más largas que el artículo original, revelaron su capacidad visionaria en un tema que no tomaría fuerza hasta un siglo después. Ada no solo describió cómo funcionaría la máquina, sino que también anticipó su potencial para realizar tareas más allá de simples cálculos numéricos, argumentando que podría manipular no solo números, sino también símbolos, letras e, incluso, notas musicales.
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Una de las contribuciones más destacadas de Ada fue su famosa nota G, que contenía un algoritmo para calcular los números de Bernoulli, una secuencia de números racionales que juegan un papel importante en diversas áreas de las matemáticas, especialmente en la teoría de números, lo que la convierte en la primera programadora de computadoras del mundo.
No obstante su brillantez, la vida de Ada estuvo marcada por desafíos personales. Desde temprana edad, sufrió problemas de salud y enfrentó la dificultad de ser una mujer en un mundo dominado por hombres. Sin embargo, a medida que la presión de ser madre de tres hijos y científica aumentaba, su salud se deterioró, sufriendo de enfermedades mentales y físicas a lo largo de su vida, lucha interna que fue reflejada en sus escritos. En una carta a su esposo, Ada expresó que solo una intensa dedicación a la ciencia podía mantener su mente a raya.
Lamentablemente, Ada Lovelace falleció a los 36 años en 1852 debido a un cáncer uterino. Su contribución a la informática fue olvidada durante mucho tiempo, y solo en el siglo XX su legado fue redescubierto cuando en 1953 se publicó su trabajo, dándole la visibilidad que merecía. Para ese momento, el mundo ya no volvería a ser el mismo, cuando la primera computadora comercial comenzaba a popularizarse.
Cada segundo martes de octubre se celebra el Día de Ada Lovelace, destacando su vida y obra, para seguir inspirando a nuevas generaciones, recordándonos que el ingenio y la creatividad pueden surgir en cualquier momento y lugar, incluso en el corazón de una niña que soñaba con volar.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica
Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional
Santiago Vargas