El lunes pasado el Dane publicó los datos del índice de precios al consumidor (IPC) correspondiente al pasado mes de septiembre. La inflación anual en el noveno mes del año registró 5,81 por ciento, es decir, regresó a niveles que no se veían desde finales del 2021. Esto significa que los precios a los consumidores se sostuvieron en una tendencia a la baja, muy positiva para los hogares, en especial los de más bajos recursos.
El IPC de septiembre sorprendió asimismo favorablemente, ya que el paro camionero, que golpeó al país en la primera semana de ese mes, había desatado temores sobre sus eventuales efectos inflacionarios. La protesta de los transportadores, sumada al aumento del precio del diésel, impactó en esos días sobre todo al sector agropecuario y al comercio. Los analistas coinciden en que si bien algunos alimentos subieron temporalmente, en las siguientes semanas de septiembre esas alzas se corrigieron.
En definitiva, el paro de los transportadores de carga, debido a su corta duración, afortunadamente no descarriló la inflación de su senda a la baja. De hecho, la mayor presión se presentó por la división de gasto de educación, con un alza mensual de 1,93 por ciento. Que la variación anual de precios continúe reduciéndose es una positiva noticia, ya que alivia la carga sobre los hogares, en especial los más vulnerables, y genera optimismo para lo que resta del 2024 y el año entrante.
Un segundo aspecto es que amplía el margen de maniobra para que el Banco de la República pise el acelerador en el ritmo de reducción de las tasas de interés en las restantes reuniones de su junta directiva en este 2024. Menos inflación y menores tasas son factores, junto con otros aspectos, que mejoran las condiciones del entorno económico e impulsan la reactivación de la economía. En otras palabras, un escenario favorable a la estrategia para la recuperación del aparato productivo que debe revelar el Gobierno en las próximas semanas.
Editorial El Tiempo