Para la vicepresidenta de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la magistrada indígena arhuaca Belkis Florentina Izquierdo Torres, el eslogan de este año de la COP16 ‘Paz con la naturaleza’ no podría acompasarse más con la investigación que su despacho ha adelantado en el caso 02, que indaga por crímenes cometidos en Tumaco, Ricaurte y Barbacoas (Nariño).
Dentro de este caso el año pasado se hizo la primera imputación de la justicia transicional en la cual, entre otros delitos, se imputó por la destrucción de la naturaleza y los territorios ancestrales. Este también es el primer caso de la JEP en acreditar al territorio mismo como víctima. En entrevista con EL TIEMPO, habla de los daños que generó el conflicto no solo al medioambiente sino a la sostenibilidad de la vida misma de todas las especies.
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¿Cuáles son los daños al medioambiente que ha dejado el conflicto?
En lo que se viene investigando se han incluido los crímenes contra la naturaleza porque en el marco del conflicto han ocurrido vertimientos de petróleo que impactaron la vida de peces, de plantas medicinales, que afectaron la vida de los territorios, de la población rural y campesina. También se han documentado daños por la instalación de minas antipersonas, por la aspersión con glifosato, por la minería criminal con mercurio que contamina los ríos. Son daños tan graves que no se consideran amnistiables.
La naturaleza es la vida misma y para comunidades como las que habitan estos territorios, que tienen una relación inescindible con el territorio, la contaminación de un río o de la tierra es un daño enorme porque ese río representa la vida. Todos estos daños al ambiente han afectado de manera directa la vida de los pueblos en esta zona del país. Esto nos llevó a hacer las primeras acreditaciones del territorio y la naturaleza como víctima y como sujeto de derecho.
¿Por qué el territorio se considera una víctima en sí misma?
Para los pueblos étnicos el territorio ha sido parte intrínseca de sus cosmovisiones, el territorio es más que un espacio geográfico, es una entidad viva, dotada de dignidad, espiritualidad, fuerza, se mantiene una relación inescindible entre la comunidad y la naturaleza. Los territorios están vivos y todo esto tenía que traerse a la justicia transicional desde un diálogo intercultural para avanzar en la protección integral de territorios y ecosistemas frágiles como garantía de continuidad de la vida porque los seres humanos hacemos parte de la naturaleza, pero hay otros sistemas de vida y no solo la nuestra debe ser garantizada; garantizar la naturaleza es garantizar la vida de todo lo que existe. Por eso hacemos un planteamiento desde el ecocentrismo decolonial al hablar del cuidado del territorio y de la vida.
Mingueros trabajaron en la construcción del camino a la Casa de la Sabiduría.
Nicole Acuña-JEP
¿Qué gana un proceso de justicia transicional con ese enfoque diferencial?
El reconocimiento del territorio como víctima y como sujeto de derecho en el marco de la justicia ambiental y transicional nos permite visibilizar también las causas estructurales del conflicto, visibilizar la impunidad, lo que pasó con las violencias contra sitios sagrados.
El reconocimiento del territorio como víctima y como sujeto de derecho en el marco de la justicia ambiental y transicional nos permite visibilizar también las causas estructurales del conflicto, visibilizar la impunidad, lo que pasó con las violencias contra sitios sagrados.
Es una oportunidad para avanzar en reparar y desarrollar lo que hemos planteado como pluralismo jurídico, para materializar la Constitución ecológica que dice Colombia que tiene, para avanzar hacia un país pluriétnico y multicultural. Estamos ante una justicia que tiene que ser de carácter prospectivo, muchos de los cambios por los que estamos trabajando no los alcanzaremos a vivir nosotros, pero nuestros hijos e hijas sí.
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En el caso 02 se acreditó a los territorios Katsa-Su y Eperara Euja como víctimas, ¿quién habla por un territorio que no puede hacerlo?
El territorio sí se expresa, no con el mismo lenguaje nuestro pero hay sabios preparados para poder traducir esa expresión. La voz autorizada de ese territorio son los sabios que desde muy pequeños se comunican con él, que tienen sus espíritus tutelares. Ellos participan en el proceso judicial para decir los daños graves, para que puedan hablar por el territorio, que es la vida misma. Todo esto nos invita a transitar de un pensamiento antropocéntrico y a entender que el territorio está vivo.
En el caso 02 se acreditó como víctimas a los territorios Katsa-Su y Eperara Euja.
Nicole Acuña-JEP
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¿Qué ha pasado desde la imputación que se hizo en octubre de 2023?
Los actores armados presentes en el territorio son múltiples y los daños han sido generados por muchos actores. Ahora mismo estamos preparando para las audiencias de reconocimiento de responsabilidad para los firmantes de paz imputados, es necesario hacer mucha pedagogía porque muchos piensan que los crímenes generados al territorio son secundarios. Además, aspiramos a sacar este año el auto de imputación de Fuerza Pública por las afectaciones al territorio y naturaleza en el caso 02. La paz con la naturaleza no es solo discursos, se requieren acciones.
¿Qué decir frente a esa idea de que los crímenes contra la naturaleza son de ‘segunda categoría’ frente a los demás que investiga la JEP?
No se puede avanzar en los crímenes contra humanos dejando de lado los crímenes al territorio cuando este es la vida misma
De pronto puede que en una ciudad como Bogotá quienes la habitan no tengan ninguna relación con el río Bogotá, pero en Tumaco, para el pueblo awá, su vida gira alrededor de ese río, verterle petróleo, hacer minería criminal genera un impacto grave, diferenciado y desproporcionado. No se puede avanzar en los crímenes contra humanos dejando de lado los crímenes al territorio cuando este es la vida misma.
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¿Cómo en un proceso de justicia transicional se restauran los crímenes contra la naturaleza?
Es necesario acudir a una construcción consensuada, que los pueblos planteen sus ideas para esto desde una dimensión espiritual, cultural y física. Alrededor de la sanación del territorio se comienzan a intercambiar relaciones, comprensiones de los daños, de mucha generosidad, apertura de todas las partes. Es necesario comenzar a comprender que el territorio para los pueblos es sagrado, ancestral, colectivo, tiene dignidad y hay que contribuir en sanar. Tal vez ningún proyecto pueda reparar todo, pero lo más importante es la toma de consciencia, la comprensión del daño.
Como parte del proyecto de restauración en el sur de Nariño, se trabajará en la reconstrucción de la Casa de la Sabiduría.
Nicole Acuña-JEP
En Nariño ha ido avanzando un proyecto de obra restauradora, ¿en qué consiste?
En el sur de Nariño estamos desarrollando un Trabajo, Obra o Acción con contenido Restaurador (Toar) que se llama ‘Armonizándonos: armonizando territorios y tejiendo caminos hacia la restauración colectiva del pueblo awá’.
El proyecto tiene tres fases, acabamos de culminar la primera que era un acceso a la Casa de la Sabiduría, que es un sitio sagrado, en cuadrillas que juntaron a comparecientes de las ex-Farc y a la comunidad construimos un camino al sitio, también se trabajó con Ecopetrol para mover un oleoducto que pasaba por este sitio. La fase dos, que comenzará en los próximos meses con un periodo de ejecución de 18 meses, es la reconstrucción de la Casa de la Sabiduría ‘Marcos Pai’ y se adelantarán tareas de viverismo para la restauración socioecológica de la zona; y la tercera fase busca contribuir a la protección y restauración con la constitución de una reserva intercultural.
¿Quiénes han participado?
En la primera fase participaron 13 firmantes de paz, junto a la comunidad y la guardia indígena. En la fase dos tendríamos a unos 30 comparecientes entre firmantes de paz y exmilitares. También pedimos apoyo de la cooperación internacional y el Gobierno Nacional. Aquí se trata de juntar propósito con voluntad para sanar con el territorio.
MARÍA ISABEL ORTIZ FONNEGRA
En X: @MIOF_
marfon@eltiempo.com
María Isabel Ortiz Fonnegra