<p>Si tuviéramos que definir el 2024 en una palabra, seguramente sería racionamiento. Es casi seguro que las medidas para racionalizar el agua se agudicen en lo que resta del año, y es posible que también entremos en ciclos de racionamiento de energía eléctrica y gas. Un cierre de año poco alentador y que puede llegar a extenderse hasta 2025.</p>
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<p>Los bajos niveles de agua en los embalses por la falta de lluvias es preocupante, situación sobre la cual tiene poca margen de maniobra el Alcalde, salvo las medidas de choque que viene tomando y el escalamiento del problema a escenarios nacionales, donde la institucionalidad también tiene competencia y responsabilidad. Sin duda, una estrategia de liderazgo que le está saliendo bastante bien y que puede fortalecer su imagen pública.</p>
<p>Pero donde sí se vislumbran más inconvenientes es en el suministro de energía eléctrica, cuya crisis ha sido anunciada de tiempo atrás y que no necesariamente es consecuencia del cambio climático sino de errores del Gobierno en la toma de decisiones y la gestión ambiental con comunidades.</p>
Embalse de Chuza, en el sistema Chingaza.
Sergio Acero. EL TIEMPO
<p>A pesar de que contamos con un plan para atender la creciente demanda hasta 2030, han sido pocos los avances en infraestructura para mejorar la capacidad de generación y transmisión de energía. Tan solo 7 de las 30 nuevas subestaciones contempladas están en operación, y una en etapa de construcción, mientras que el resto está esperando la expedición de licencias ambientales o en procesos de planeación.</p>
<p>El retraso en las subestaciones y la conexión de las líneas de alta tensión puede significar un desabastecimiento a la vuelta de la esquina. Los cortes de luz pueden tener impactos muy altos en la competitividad de la ciudad y en la calidad de vida de sus habitantes.</p>
<p>A diferencia de los años noventa, cuando la ciudad vivió otra crisis en el suministro de energía, en esta oportunidad estamos más expuestos y vulnerables a los efectos de un apagón. Para empezar, el internet y las redes móviles de transmisión de datos se verían afectados. Las empresas e instituciones públicas trabajarían a media marcha, pues no habría energía para operar los computadores.</p>
<p>El sistema de buses eléctricos también se vería afectado, al igual que los propietarios de vehículos particulares que funcionan con baterías. Afortunadamente, el RegioTram de Occidente y el metro aún no entran en operación, pues ambos demandan grandes cantidades de energía.</p>
Los proyectos de las redes de transmisión Chivor Norte y Sogamoso debieron entregarse en 2018.
Grupo Energía Bogotá
<p>Las viviendas de propiedad horizontal, como los edificios, tendrían serios inconvenientes para mantener operando los ascensores, las bombas de agua, los sistemas de citofonía y la iluminación de las zonas comunes y parqueaderos.</p>
<p>A todo esto hay que sumarle un sinfín de actividades comerciales, académicas y de esparcimiento que se verían afectadas por los cortes de luz, incluyendo el alumbrado público y las cámaras de videovigilancia, que también dejarían de operar durante los cortes de energía.</p>
<p>El panorama no pinta bien. De allí la urgencia de agilizar todos los procesos de licencias y permisos para cumplir con las metas de infraestructura de energía eléctrica. Y aun cumpliendo con esta premisa, la ciudad no puede esperar la llegada de un segundo apagón. Es necesario desarrollar y actualizar un plan de contingencia para mitigar los impactos de un posible racionamiento de energía.</p>
<p>OMAR ORÓSTEGUI</p>
<p>Director del laboratorio de Gobierno de la Universidad de La Sabana</p>
<p>Ómar Oróstegui</p>