Alguna vez el presidente Gustavo Petro dijo de Mario Mendoza que es “uno de los mejores escritores de Colombia”. Eran los tiempos en los que ambos coincidían al punto de que el escritor creyó ciegamente en el discurso del líder de izquierda, lo mismo que en el programa que les ofreció a los colombianos y en la “política del amor que buscaba la fraternidad como expresión máxima de la inteligencia emocional”. Se podría decir que Mendoza sublimó a Petro. Pero todo cambió.
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Como otro buen número de quienes votaron por el hoy presidente Petro, Mendoza se desencantó y lo que piensa en la actualidad del mandatario lo plasmó en una columna que escribió este fin de semana en la revista Cambio bajo el título ‘Retrato de Gustavo Petro en blanco y negro’, un perfil que deja ver rasgos del jefe de Estado, un hombre que, para el escritor, “se encarga de desdibujarse y contradecirse”.
Para dibujar la faceta del presiente Petro que encuentra en extremo negativa, Mendoza no anda con rodeos. Es directo y contundente. Para él, el mandatario “empezó a mostrar su lado más oscuro y siniestro: el narcisista paranoico que no soporta que le lleven la contraria, que lo cuestionen o lo vigilen”, y se refiere al remesón ministerial en el que el mandatario sacó a reconocidos personajes de las principales carteras.
“[Petro] Empezó a cerrar filas y, mostrando unos pésimos modales, sacó a Cecilia López, a José Antonio Ocampo y a Alejandro Gaviria. También echó sin contemplaciones a funcionarios eficientes que venían de sus huestes más leales, como Patricia Ariza”, reprochó Mendoza en su columna. Se refiere al cambio que hizo el presidente Petro en el que prescindió de figuras técnicas para rodearse de activistas que reproducen muy bien su ideario y su discurso.
“Fue el primero de tantos brotes de paranoia que vendrían después”, añade Mendoza, y agudiza aún más sus comentarios: “Narciso empezaba a delirar atrapado en la Casa de Nariño. A partir de ahí, la lógica fue la de un gurú religioso que ve enemigos escondidos dentro de su propia secta. Solo confiaba en su adepta más cercana: Laura Sarabia”, que “le cuidaba la espalda mientras él desaparecía de los hoteles en las giras, no llegaba puntual a ninguna cita e iba quedando cada vez más encerrado en sus alucinaciones de víctima perseguida, una herencia que quizás le queda de la tortura que sufrió en la cárcel”.
También reconstruye esa figura que los más críticos del presidente Petro le endilgan, la del mesianismo: “Como era de esperarse, [Petro], en lugar de recapacitar, su radicalismo se acentuó y arremetió contra cualquier contrapoder que lo investigara o lo criticara, incluida la prensa libre. Su personalidad mesiánica le jugó otra mala pasada: lo hizo verse a sí mismo un enviado del cielo que debía llamar a sus ejércitos a la calle para librar una batalla en contra de un sistema injusto y criminal”.
Alejandro Gaviria defiende a escritor que criticó a Gustavo Petro
El malestar en la Casa de Nariño, en el círculo cercano del mandatario y del Pacto Histórico fue inmediato. Las huestes petristas enfilaron baterías contra Mendoza y en cuestión de horas las redes sociales bullían con críticas hacia el escritor. A la libertad de expresión y de opinión se les intentó, de nuevo, poner el cepo, pues van en contravía del unanimismo que parece ahora querer marcar el espíritu del tiempo. Es un rasgo que caracteriza al poder.
Pero en medio de todo esto, uno de los personajes que nombró Mendoza salió en su defensa: el exministro de Educación Alejandro Gaviria, que consideró, también en la red social X, que “para muchos, la valoración de la obra de un escritor o un creador solo tiene una métrica: Petro”. Y reprodujo una de las más recientes frases el presidente Petro que conllevan uno de sus viejos anhelos: “El presidente llegará hasta donde el pueblo diga, no importa mi vida”.
Gaviria también emplea la célebre frase del filósofo griego Protágoras, para quien el hombre es la medida de todas las cosas. Pero el exministro la reduce a la figura del jefe de Estado: “Petro es la medida de todas las cosas: la diferencia entre lo bueno y lo malo, lo valioso y lo insignificante, lo noble y lo innoble. Si un escritor, en este caso, Mario Mendoza, enuncia una crítica, su obra, sus libros, comienzan a ser despreciados. Ya no es un gran escritor”.
Después da un salto histórico y se ubica en el medioevo para asegurar que este caso “es, ni más ni menos, la lógica de la Inquisición: cualquier crítica se considera una herejía, y debe ser castigada con el ostracismo y el desprecio”, tal como lo hacía el tribunal eclesiástico que inquiría y castigaba los delitos contra la fe, el dogma. Hoy, para el petrismo, según Gaviria, el escritor “Ya es un enemigo”.
La lógica inquisidora: pic.twitter.com/Mkyle5RYiI
— Alejandro Gaviria (@agaviriau) October 15, 2024