La cosecha de aceitunas comenzó a principios de octubre. Se trata de un periodo crucial para los palestinos: entre 80.000 y 100.000 familias dependen de esta economía. Pero desde los atentados terroristas de Hamás del 7 de octubre de 2023 y las restricciones de seguridad impuestas por Israel a los palestinos, la temporada se presenta complicada, agravada por la amenaza de los colonos israelíes.
Del enviado especial de RFI a Qusra, al sur de Naplusa, Nicolas Feldmann
Encaramado a los árboles, Alí golpea las ramas para que las aceitunas caigan sobre un gran lienzo extendido en el suelo: “Estas son nuestras aceitunas, son el símbolo de Palestina. Venimos aquí todos los años, es una temporada maravillosa para nosotros porque estamos en nuestra propia tierra”, dice a RFI. Excepto que parte de esta tierra se ha vuelto inaccesible.
Abdel Azim Wadi señala una de sus parcelas a lo lejos, muy cerca del asentamiento de Migdalim. El padre de familia ya no se aventura por allí porque “los colonos bajarán y nos golpearán”, afirma. Sus olivos fueron talados hace tres días: “Cortaron todos nuestros olivos, 107 árboles en total. Los míos y los de mi vecino. Los colonos quieren confiscar nuestras tierras. Antes del 7 de octubre, solíamos venir aquí a nuestra tierra cuando estábamos tristes, nos calmaba. Pero hoy, venimos con miedo”, asegura.
Pero también están las restricciones militares impuestas por Israel que limitan los movimientos. Desde el 7 de octubre de 2023, la mitad de los agricultores palestinos no pueden cosechar sus aceitunas, según la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (Ocha). “Estamos preocupados, en primer lugar porque ni siquiera sabemos si podremos terminar nuestra cosecha, y ni siquiera sabemos si podremos vender nuestros productos”, explica Abdel Azim Wadi. “Se han retirado los permisos de trabajo para ir a Israel, y los empleados de la Autoridad Palestina ya no cobran sus sueldos. No puedo predecir cómo irán las cosas mañana. Llevamos una vida austera”, agrega.
Ya se trate de la educación de sus hijos o del matrimonio de estos, “no hay esperanza”, dice Abdel Azim, sólo la voluntad de “seguir vivos”.