FRANCES ROBLES
PUERTO PRÍNCIPE, Haití — Si las escuelas acribilladas a balazos, edificios demolidos y calles desoladas en el Centro de Puerto Príncipe no fueran evidencia suficiente de las cosas terribles que sucedieron aquí, alguien dejó una pista aún más siniestra.
Un cráneo humano apoyado en un palo con otro en el suelo a su lado, frente a una oficina gubernamental, aparentemente tenía la intención de ser un mensaje amenazador de los pandilleros a los agentes de policía de Kenia y Haití que intentaban restablecer el orden: cuidado, nosotros gobernamos estas calles.
Una misión de seguridad multinacional encabezada por Kenia enfrenta enormes desafíos al tratar de arrebatar el control de Puerto Príncipe, la capital de Haití, a grupos armados que han deshecho la vida en el País, matando indiscriminadamente, violando a mujeres, quemando barrios y dejando a cientos de miles de personas hambrientas y en refugios improvisados.
Hace poco, un grupo de oficiales kenianos se enfrascó en un tiroteo con pandilleros en motocicletas y descubrió que los caminos hacia el puerto marítimo de Puerto Príncipe —el principal conducto de alimentos, medicinas y otros bienes a Haití— habían sido bloqueados.
“Lo que me sorprendió mucho cuando llegué aquí es cómo las pandillas podían atreverse a atacar a plena luz del día”, dijo Godfrey Otunge, el comandante keniano de la fuerza policial multinacional. “¿Cómo diablos puede suceder esto?”.
Desde que llegaron los primeros policías kenianos en junio, los funcionarios mencionan avances. El aeropuerto de Puerto Príncipe reabrió sus puertas después de que las pandillas fueron expulsadas de su perímetro. Muchos vendedores ambulantes han vuelto a trabajar y las pandillas han sido expulsadas del principal hospital público de la capital, aunque está en ruinas y no ha reabierto.
Pero los oficiales kenianos están ampliamente superados en número y las pandillas fuertemente armadas siguen firmemente atrincheradas en muchas partes de Puerto Príncipe. Grandes áreas siguen siendo zonas prohibidas, incluyendo el Centro y el área alrededor de la Embajada de Estados Unidos.
Los grupos criminales también se han apoderado de tres carreteras clave que unen a Puerto Príncipe con otras partes del País y han sitiado ciudades y pueblos más pequeños a los que la fuerza internacional no tiene recursos para llegar.
Más de 700 mil personas que huyeron de sus hogares en el último año y medio aún no pueden regresar. La mitad de la población del País —aproximadamente 5.4 millones de personas— batalla para comer todos los días, y al menos 6 mil personas que viven en campamentos inmundos enfrentan hambruna, dice un análisis publicado recientemente por expertos mundiales.
“Vinieron a ayudarnos —y esperamos que nos ayuden— pero aún no vemos ninguna diferencia”, dijo Junior Lorveus, de 40 años, un reparador de teléfonos celulares. La violencia de pandillas ha obligado a Lorveus a abandonar su casa y su taller.
Haití se ha visto presa de niveles impresionantes de violencia pandillera durante más de tres años, desde que el último Presidente electo del País, Jovenel Moïse, fue asesinado. Las Naciones Unidas reporta que este año han muerto casi 3 mil 700 personas.
Inicialmente prevista en 2 mil 500 policías, la fuerza dirigida por Kenia tiene poco más de 400. Y los expertos estiman que hasta 15 mil personas son miembros de 200 bandas haitianas. El Presidente de Kenia, William Ruto, planea enviar 300 policías más este mes y 300 más en noviembre.
Carlos Hercule, Ministro de Justicia de Haití, dijo sentirse “impaciente” porque muchos agentes de policía haitianos habían abandonado el País y añadió que Haití necesitaba un despliegue reforzado pronto.
Otunge, que ha participado en misiones de paz en Sudán del Sur y Somalia, pidió paciencia. No parará, dijo, hasta que Haití “recupere su gloria”.
“No puedo fallarle al pueblo haitiano”, dijo. “Nunca he fracasado y no estoy preparado para fracasar en Haití”.