En alguna de las respuestas que Alejandro Gaviria —exministro de Salud, exministro de Educación, exrector de la Universidad de Los Andes, sobreviviente de un cáncer, columnista de opinión, escritor de ocho libros y podcaster— da en esta entrevista hay una bandera que no se agita en estos tiempos de radicalismos: la virtud de cambiar, de tener otras miradas de la vida, de la política, en fin. Hablamos con él sobre el gobierno de Gustavo Petro —del que se ha convertido en un analista con tintes de oráculo— y de su muy posible candidatura para las presidenciales de 2026.
¿Será candidato a la Presidencia?
“Precandidato. Quiero buscar un camino, quiero ser parte de un proceso. Quiero seguir en la política, participar en los debates públicos del país. Quiero seguir opinando y quiero buscar un lugar en 2026”.
¿Cómo cree que lo ve la gente tras el fracaso de la Coalición Verde Esperanza, y de luego apoyar y ser ministro con Gustavo Petro?
“De toda esa historia política hay un impacto. Es una historia compleja e interesante. Hay gente que la ve con cierta inquietud, problemática. Hay gente que la entiende como yo quiero que se entienda. Yo le di el beneficio de la duda a Petro. Creí, y sigo creyendo, que mucha gente que confiaba en Petro confiaba en el Estado y en la democracia. Creí que podía aportar a un gabinete plural. La pregunta sigue siendo abierta: ¿Cuáles son las consecuencias políticas? En el último podcast que hice con Ricardo Silva hice una defensa a ciertas formas de incoherencia que, en el mundo, en la vida personal y en la vida política son inevitables. Hay una especie de idealización de la gente que nunca cambia de opinión en la política. Recientemente le ha dado a la gente por resucitar columnas o comentarios que hice hace 15 años. Pues en 15 años he sido ministro de Salud, rector de los Andes, viví una pandemia, sufrí un cáncer grave, me lancé a la política electoral, fui ministro de Petro, publiqué ocho libros. No tengo que pensar lo mismo. Sería una locura, pero me parece una buena forma de defensa de lo que somos todos en la vida: personas que van cambiando. Cambiamos, y de muchas maneras. No hay nada más legítimo”.
Hay cierto grado de candidez en quienes creyeron que Petro podría gobernar distinto a lo que hizo como alcalde de Bogotá...
“Yo escribí dos columnas sobre Petro antes de que todo esto pasara, antes de lanzarme a la política. Una fue una defensa del Petro estadista, cuando él fue y le dio la mano Juan Manuel Santos en 2010 y dijo ‘Tenemos diferencias, pero en la paz podemos encontrarnos’. La otra fue muy crítica, la hice cuando trató de utilizar la empresa de Acueducto de Bogotá para imponer más allá de los límites de la ciudad su visión sobre el manejo del agua. Me pareció un desafuero, un capricho autoritario. Y yo creo que Petro siempre ha tenido esa doble condición, lo hablo en el libro del agitador y el negociador. Claro que había dudas. Claro que uno podía pensar mal, pero eso no indica que uno no le podía dar el beneficio de la duda y que también uno podía entender a Petro no solamente como la figura de Petro, sino a Petro como un síntoma de lo que estaba pasando en el país de ese momento: el deseo de cambio, de cierto pesimismo después de lo que había pasado en la pandemia y en el paro nacional, de los baches de nuestro Estado de bienestar y de nuestra comunidad. Claro que yo entré con dudas al gobierno de Petro, se las dije desde la primera conversación que tuve antes de entrar al gobierno hasta el último día, cuando salí. Yo creí que se podía construir un gabinete plural por un tiempo. Pero no se pudo”.
¿Cuál fue la primera señal que vio de que no se iba a lograr?
“Las primeras señales fueron débiles. Fueron conversaciones sobre política educativa, donde yo veía que, primero, no aceptaba el sistema mixto de educación superior, no lo tenía como instrumento y, segundo, que tenía una visión centrada en la infraestructura. Tenemos una visión de la educación completamente distinta. La educación comienza por el capital humano, por los programas, por entender cuál es su papel transformador”.
¿Esa visión de infraestructura se parece a la de Fajardo?
“Sí. Y a la de Peñalosa. La de Petro me parece que tiene un elemento interesante, porque es la infraestructura convertida en un símbolo, y en eso también hay algo de lo de Fajardo y del urbanismo social, pero aquí con un elemento más inquietante, como que hacen un monumento a la esperanza y a las oportunidades. ¿Pero dónde estaban los profesores? ¿Dónde estaba la educación media que era el verdadero cuello botella en la Colombia rural? ¿Cuáles eran los programas? ¿Dónde la conversación con la comunidad sobre la oferta educativa pertinente en los espacios? Todo eso me faltaba. Se iniciaba por la infraestructura y yo quería que se terminara en la conversación sobre la infraestructura. Ahí empezaron las primeras dudas. Después hubo una conversación, esto fue por allá en el mes de noviembre del año 2022 en el Consejo de Ministros, donde el Presidente dijo ‘Mi programa es un mandato popular’. Y yo levanté la mano: ‘Presidente, ¿cuál programa? El de primera o el de segunda vuelta. Porque yo entré a este gobierno porque había flexibilidad programática, dije que yo no iba a ser notario de la primera vuelta. Lo apoyé a usted porque aquí había una conversación de ajuste’. Él respondió a esa inquietud de manera un poco vaga, no quiso enfrentar el debate. El tercero ya fue la reforma a la salud, donde yo empecé a ver desde muy temprano, desde la primera semana de enero del 2023, que yo iba a salir y que los desacuerdos no iban a ser entendidos solamente como desacuerdos, sino como algo más grave, como falta de compromiso y de lealtad. Y siempre dije ‘Yo soy leal a mis ideas’. Yo no había acompañado al presidente Petro en su trayectoria política, ni me había convertido inmediatamente en un alfil de sus ideas. Yo era una persona que había aceptado participar en un gabinete plural”.
¿Petro es bueno en el discurso pero malo ejecutando?
“Quiero volver al tema de la ejecución y a su forma de gobernar que yo la encontré por ahí en un libro de Jesús Silva Herzog Márquez en el que se habla sobre Andrés Manuel López Obrador, que decía que él cree que el gobierno es voluntad y teatro, y cree que con la voluntad de hacer las cosas ya van a pasar. Del M-19, Petro tiene ese tema de lo simbólico, de lo teatral, de los símbolos, este gobernador que nombro, este sombrero que pongo aquí, este cuadro. Para él, la función pública es eso: voluntad y teatro, más la retórica. Las cosas no pasan mágicamente y a él su papel de administrador público le parece una especie de abdicación, que está claudicando cuando se convierte simplemente en un señor que hace seguimiento a los programas. Él no está hecho para eso, él está por encima y por eso pasan cosas como las que pasan. Voy a expresar una preocupación aquí, de salud, el presupuesto que se ha utilizado para infraestructura pública hospitalaria va a terminar en elefantes blancos; una empresa social del Estado tiene un presupuesto y si usted le duplica la infraestructura y crea un montón de cosas, no va a tener cómo mantenerla y esa es la forma de hacer infraestructura, pensar en infraestructura cuando no se piensa en lo que implica la infraestructura, el mantenimiento, los equipos territoriales que han repartido por todo el país están financiados seis meses, un año. No hay una idea de cómo se van a mantener en el tiempo, cómo se van a financiar con los recursos del sistema y si los va a financiar con los recursos del sistema es que le va a quitar plata a los tratamientos y medicamentos de la gente, que me parecería convertir la plata de la salud mermelada. ¿Todo esto fracasa y lo tienen que parar? ¿Va a implicar un desplazamiento de recursos que necesita para atender a la gente? Los dos escenarios son perjudiciales para el país y ahí es donde está el tema de ejecución. Es no pensar en el largo plazo”.
¿El Presidente vive bajo el sino del héroe y el verdugo?
“Voy a hablar primero de la retórica y después su papel como mártir y profeta. La retórica sí me parece interesante, porque yo creo que uno de los papeles del gobernante sí es hablar y hablar es importante. Yo decía que cuando fui ministro de Salud descubrí que muchas veces era más importante un discurso en un escenario donde uno transmite un mensaje, sobre todo de confianza, que un acto administrativo, que firmar un decreto o una resolución. Creo que Petro quedó atrapado en su propia retórica. Yo lo acompañé a su primer discurso en Naciones Unidas, en octubre de 2022. Llegamos a Nueva York. Fuimos al condado de Queens, toda la comunidad colombiana esperándolo, y entendí que su discurso era estos discursos de clase media, de crítica cultural contra el lobo solitario. Pero él es el lobo solitario, porque su principal habilidad que es hablar, es una habilidad solitaria. Él es el que habla y el Gobierno escucha. Hay que ver sus discursos. Los ministros simplemente escuchan. Petro no es el que une voluntades, no es el que coopera y motiva. No es el que estimula. No es el que está dispuesto a ser uno más de un equipo. Su habilidad política más grande es una habilidad individual, no colectiva. Y eso es una contradicción. El segundo tema es que él ha asumido el papel de profeta. Él quiere ser profeta y mesías. Salvar el mundo. Y eso es como yo creo que él percibe su función principal, que no es incluso en Colombia, es planetaria. Cuando él va a México quiere hablar en una universidad, quiere ser el que de alguna manera le muestra al mundo este apocalipsis que se aproxima y que él lleva un mensaje para que no pase”.
¿Es un discurso juvenil?
“Es un discurso juvenil en el sentido de que es anti statu quo. Que hace crítica social al orden establecido y hoy hay muchos jóvenes a los que les gusta ese discurso ecosocialista, que es su forma de mirar el mundo”.
¿No cree que en las próximas elecciones ganará alguien de extremos?
“En la última encuesta de Invamer se reveló que los cinco o seis primeros nombres que tienen favorabilidad son de centro: Claudia López, Sergio Fajardo, Humberto de la Calle y yo, alguno más, y por otro lado Vicky Dávila. Hay una gran paradoja, en las encuestas no le va mal al centro, pero hay una idea, sobre todo en el ambiente político, de que esto se puede polarizar otra vez. No sabemos bien. Eso refleja que hay incertidumbre”.
En el centro piensan parecido, ¿no cree que les pedirán unirse?
“Tres cosas. Primero, tenemos diferencias también. Yo me veo un poco, por ejemplo, más liberal de pensamiento que Fajardo o Claudia. Me parece que la visión de la política de Fajardo es distinta a la mía. Creo en los acuerdos parciales entre diferentes, en ciertas alianzas, en que no sospecho de cualquier persona que haya tenido un contacto con la política tradicional; lo que importa es el relacionamiento; yo fui capaz de construir con otra gente. Me ha parecido que, en todo caso, en esta coyuntura difícil, ni Claudia ni Juan Manuel Galán ni Fajardo han tenido muchas opiniones sobre los temas de la salud, las pensiones, la reforma laboral. Se ve como que ellos han evadido ese tema. Fajardo y Claudia se van solos, ya lo dijeron, así que no veo que haya alianzas”.
¿Usted habla con Fajardo?
“No”.
Pero ustedes eran amigos...
“Sí”.
Y no se hablan desde la campaña, ¿qué rompió la amistad?
“Las tensiones de entonces”.
¿Entonces no se ve una coalición en el horizonte?
“Yo creo que la Coalición Centro Esperanza, una coalición de centro parecida, no funciona. Cuando se piensa en el centro político falta otro pedazo, que son los partidos políticos tradicionales. ¿Qué va a pasar con ellos? Me veo construyendo algún proceso. Una opción es el Nuevo Liberalismo, pero queda tiempo”.
Dos años después del gobierno Petro, tenemos la salud en crisis, ¿cuál es su análisis?
“La salud es un tema preocupante. El sistema de salud de Colombia, que ha tenido problemas graves financieros, al menos desde 2008, está en su peor momento. El Gobierno ha hecho una labor de demolición. Hay una crisis silenciosa de atención en salud, sobre todo en el tema de medicamento. Creo que el daño que se ha hecho es trágico, muy grande e irresponsable. Hay una gran paradoja en el tema de salud y es que la reforma, si se aprueba digamos en abril del año entrante, tiene dos años de implementación, le tocará al próximo gobierno. ¿Qué va a pasar de aquí a allá? Ya me preocupa más que la reforma que se pueda aprobar, ese vacío de aquí a allá. La reforma no va a solucionar ningún problema, ni en el corto ni en el mediano plazo. El país necesita una solución de corto plazo en términos de una inyección de liquidez al sistema. Y nada de esto pasa. Necesitamos certeza sobre qué es lo que va a pasar con las EPS intervenidas. Más certeza sobre cuándo van a pagar los presupuestos máximos. ¿Cuál es el presupuesto que tendrá la salud en 2025? No lo sabemos. La destrucción del sistema de salud es de lo peor que ha pasado”.
Para los pacientes en Medellín, donde tiene muchísimos, fue difícil cuando EPS Sura pidió salir del sistema, ¿cómo vio eso?
“Lo que pasa con Sura es un tema de lenguaje que nunca me gustó. Sura dijo: ‘Yo no soy capaz de asumir más el riesgo financiero’. Creo que esa expresión fue equívoca, no era riesgo financiero, porque la Unidad de Pago por Capitación (UPC) estaba mal calculada. Lo que estaba diciendo Sura era: ‘No puedo participar en una alianza público privada donde el regulador fija mal el precio y no hace nada para corregirlo. No puedo seguir participando de un sistema donde el Estado no hace un intento por hacer una regulación. Entonces me voy’. Y ahí es donde está el origen. Uno no puede como Estado tratar de mantener una alianza público privada cuando lo que hace todos los días es destruir la confianza del sistema. El Gobierno es una máquina de mutilar la confianza”.