El Urabá es una tierra de contrastes. Si bien es una subregión bendecida por sus áreas fértiles, a veces esa misma fecundidad causa una abundancia tal que termina perjudicando hasta a los propios labriegos.
Así viene ocurriendo recientemente a raíz de la sobreproducción de plátanos que se está dando en la región y que tiene preocupados a los productores pues muchas veces lo ofertado por los intermediarios no compensa el esfuerzo económico y físico que conlleva la producción platanera.
Primero hay que decir que Antioquia –con cerca de 70.000 hectáreas y principalmente en Urabá– produce cerca del 10% de los plátanos de todo el país, incluso los tipo exportación. Solo es superada por Arauca, que produce el 19%.
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Esto ha hecho que el plátano sea uno de los principales productos de la subregión dadas las buenas ganancias que por lo general representa. Sin embargo, desde mediados de septiembre, los medios regionales y las redes sociales de la zona del Urabá vienen reportando como aparecen cientos de gajos de plátanos a veces a precios irrisorios. Por ejemplo, en una vía de la subregión se vio como un puesto vendía cinco plátanos de considerable tamaño en $2.000, mientras que la docena apenas se cobraba a $12.000
En otras partes los plátanos están arrumados en montañas, ya sea en plazas de mercado o a la vera de los caminos, para que la gente se los lleve sin costo alguno. “Sale más provechoso regalarlos”, es el comentario que acompaña las publicaciones.
Sin embargo, el asunto no deja de ser paradójico teniendo en cuenta que en las ciudades dicha fruta reporta estabilidad en su precio. Este lunes en Medellín, los plátanos que se comercializan en la Central Mayorista de Antioquia rondan los $3.000 pesos por kilo, generalmente compuesto por dos plátanos.
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Jaime García Rodríguez, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural de Turbo, explicó que la situación “es crítica” por los bajos precios a los que llegó el fruto por la sobreproducción. “Al pequeño campesino no le da para pagar trabajadores e insumos, si no puede vender a precio justo, trabaja a pérdida. Todos los años se presenta cuando la fruta aumenta”, dijo.
Explicó que el problema se genera con el mercado del plátano nacional, es decir, con el fruto que está rayado, picado o rasgado y que, a pesar de que tiene buena calidad, no clasifica para exportación. Por eso el precio queda al arbitrio de los intermediarios que quedan con la potestad de fijar el valor ante la ausencia de un mercado que le dé valor a ese producto, como sería, por ejemplo, empresas que usen el plátano para otros productos como chips, harina de plátano, patacones congelados, etcétera. La esperanza es que la futura operación de los puertos traiga otros mercados que compren ese plátano nacional.
EL COLOMBIANO también conversó con uno de los productores de plátano de la zona, quien comentó la “receta” para el lío que hoy vive el Urabá.
Por un lado comentó que la sobreproducción, que se viene manifestando con algunos picos desde abril pero que tiene su punto culmen en este fin de año, se habría dado inicialmente porque en el Urabá los campesinos decidieron sembrar masivamente este año plátano motivados por los altos precios que obtuvo la fruta en 2023 y que incluso llegó a rondar los $30.000 por la bolsa de 25 kilos. “Como olvidar cuando hace un año le pedían a uno en las tiendas, por un platanito de rechazo, hasta $800”, recordó con ironía sobre esas boyantes fechas uno de los internautas del Urabá.
“Aparte de que mucha gente se animó a sembrar, hay que apuntar que la actual temporada de lluvias ayudó también a incrementar la producción de plátano. Entonces hoy tenemos mucho plátano pero no hay un mercado (demanda) para venderlo”, dijo el productor.
Otro punto que se suma a lo acontecido a nivel local es que, así como en el Urabá, en los demás países productores de plátano también ocurrió el mismo fenómeno de sobreproducción.
“Por ejemplo, naciones como Ecuador, Guatemala u Honduras –que también producen mucho plátano como el hartón– también tienen un montón de plátano. La cuestión es que ellos manejan unos precios más atractivos para la exportación en comparación con los colombianos, haciendo que lo que no pueda salir de acá se quede agravando más el asunto”, comentó.
Y razón no le falta, toda vez que la sobreoferta en el mercado y el consecuente bajón de precios de comercialización está causando estragos en las mermadas cuentas de los pequeños bananeros y los productores de plátano.
Inicialmente hay que saber que la producción de plátano normalmente se vende por bolsas de 25 kilos (que pueden contener cerca de 50 plátanos). Estas pueden tener un costo que llega a los $28.000, que dejarían un aceptable margen de ganancias para los productores. Sin embargo, si la situación se pone dura, el valor de las bolsas para cubrir el punto de equilibrio de la producción debe estar en $15.000. Hoy por la misma bolsa le están pagando a los productores apenas $4.000. Es decir tan solo una tercera parte de su valor “crítico”.
“A nosotros los productores en las empacadoras nos compran los plátanos a $50 cada uno, o sea, a $5.000 el ciento (la centena). El plátano en las plazas de Medellín, Cartagena, Montería lo venden caro y a nosotros nos ‘tumban’ y nos dicen ‘no, que el plátano está barato’. Puras mentiras, uno se da cuenta que está caro”, comentó en redes sociales una mujer que se identificó como productora.
La actual crisis que se vive en el Urabá también ha tenido sus alcances en otros departamentos como ocurrió en el municipio de Unguía en el Chocó (vecino al Urabá) donde también andan encartados con montañas de plátanos que no han podido comercializar.
La alcaldía de Turbo ha realizado dos mercados campesinos en los que busca aliados privados como supermercados para que compren las producciones de los plataneros a precios justos. En noviembre se realizará otro mercado campesino en el corregimiento de Currulao.
Justo esa es la petición de los productores, que se paguen precios más justos que no condenen sus cosechas.
“Hay que invertirle ocho meses de trabajo y lo que se recibe por el producto no compensa. La gente se queja pero no sabe el sacrificio que es sembrar y esperar que haya una buena cosecha. Eso conlleva empleados, transporte, meses de espera. Cada familia debería tener un huerto y sembrar lo que se consume a diario, y así valorar el trabajo del campo”, concluyó un productor.