Conocer la historia de Medellín, especialmente de esa que data de años antes de la guerra del narcotráfico, sobre la que no se hacen telenovelas, libros y series es difícil. Todo porque en las calles no queda casi rastro de una ciudad que suele tener pocas contemplaciones para demoler lo que le parece viejo y obsoleto. Pocas cosas, además, dicen tanto de una sociedad como su relación con el agua. No en vano ciudades como París, Nueva York, Buenos Aires y Tokio han construido museos a la conservación y la difusión de su conexión con el agua.
En Medellín, en 2013, un año después de que se iniciaran las obras del Tranvía de Ayacucho, alumnos de arquitectura de la Universidad Nacional se encontraron por casualidad una joya arqueológica que se escondía debajo de dos casas viejas que demolieron: los vestigios del primer acueducto de la ciudad, que se contrató en a finales del Siglo XIX, en 1896, 59 años antes de la fundación de las Empresas Públicas de Medellín.
Lo primero que hicieron los estudiantes, cuando todavía no sabían qué era lo que habían hallado fue buscar a su profesor, Luis Fernando Gónzalez, que los acompañó a tomar fotografías del lugar. Ese hallazgo que se comprobó que correspondía a la zona del desarenadero, donde se limpiaba el agua de la quebrada Santa Elena de la que se abastecía la ciudad. El profesor González escribió la semana pasada un texto sobre el tema para GENERACIÓN, el suplemento cultural de este periódico, titulado: El desarenadero de Medellín sigue en ruinas.
No mentía. Hasta hace pocos meses, esa joya arqueológica estaba consumida por la maleza y se había convertido en el sanitario de los habitantes de calle del sector.
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No obstante, después de que el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH, hiciera una visita para revisar el estado del hallazgo y le ordenara al Distrito tomar cartas en el asunto, la situación mejoró: limpiaron, instalaron un techo provisional y avanzan en un cerramiento temporal mientras reinician las obras.
¿Cuáles obras? Pues bien, después del hallazgo del 2013, un equipo de investigadores, liderados por el arqueólogo Pablo Aristizábal, hicieron un estudio del descubrimiento. Se encontraron, por ejemplo, el contrato de 1896 entre la ciudad de Medellín y el ingeniero antioqueño Antonio José Duque Bernal, que lo construyó cuando tenía 26 años. Hallaron también que el diseño del acueducto tenía sus orígenes dos milenios atrás en el Imperio Romano y que era casi calcado del acueducto de la antigua ciudad de Tiermes, en el territorio que hoy es de España, del año 98 A.C.
Luego, en 2015, en el marco de un convenio llamado 60/20 firmado entre EPM y el Metro de Medellín, se acordó que en ese lugar, que recibió el nombre de Pabellón del Agua (por eso le pusieron así a la estación del tranvía) se conservarían y restaurarían los hallazgos y además se construiría un museo para difundirlos.
EPM se comprometió a pagar los $8.000 millones que costaba la obra en ese momento y a cambio recibió del Distrito el lote como comodato. Pero en 2018, cuando estaba ya todo listo para empezar, ocurrió la contingencia de Hidroituango y la empresa de servicios públicos le puso freno al proyecto.
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El acuerdo se renegoció y la Alcaldía se comprometió a poner $2.000 millones y el Metro otros $2.000 millones. La plata del Metro sería para trasladar una piscina aledaña al interior del colegio CEFA y la de la ciudad para construir la plazoleta que actualmente se encuentra allí. Ambas obras se hicieron. En la construcción de la plazoleta se encontraron algo más: uno de los cinco depósitos de agua que tenían los bomberos para apagar los incendios de una ciudad de casas de paja y bareque.
Sin embargo, con la obra principal, el museo, no pasó nada. Dice Aristizabal, que en esta década no ha perdido el ímpetu por sacar adelante el proyecto, que en el cuatrenio de Daniel Quintero no solo no hicieron sino que no dejaron hacer: les quitaron la entrada a él y a su equipo y ya no hubo quien controlara la maleza ni hicieron la expropiación del lugar. El comodato con EPM se venció en el 2021 y no hubo ningún esfuerzo por retomarlo.
El secretario de Infraestructura de Medellín, Jaime Andrés Naranjo, dice que ni en las reuniones ni en los documentos del empalme hubo alguna mención al Pabellón del Agua y que por eso los sorprendió el estado del lugar. Hay que recordar que el proyecto inició en la primera alcaldía de Gutiérrez. Tras la visita del ICANH, como se dijo, ya empezaron tareas de recuperación en las que han trabajado desde diferentes dependencias. Naranjo es enfático en asegurar que al final del cuatrenio Medellín tendrá su museo del agua y una ruta turística arqueológica por diferentes lugares y hallazgos históricos de la ciudad. “Vamos a construir una infraestructura que nos permita conservar el patrimonio y hacer divulgación a la comunidad”, aseguró.
Sin embargo, todavía no se sabe de dónde van a salir los recursos para su construcción, pues no estaban presupuestados. Hace 5 años, EPM estaba dispuesta a pagar por el proyecto. ¿Volverá a estarlo ahora o le tocará a la Alcaldía meterse la mano al dril?