Si usted va caminando por las calles empinadas y sin andenes de Castilla, y se encuentra con un hombre vestido de negro completo, que camina a toda velocidad y naturalidad con unos botines, que lleva en una mano una bandera negra y en la otra una grabadora vieja, seguramente usted se encontró con Carlos Alberto David Bravo, Caliche, el embajador del punk en la comuna 5 de Medellín.
Caliche hizo parte de una generación de jóvenes que especialmente en los 80´s encontraron en el punk no solo un género musical que les gustaba sino una forma de ver el mundo en la que se sentían identificados, en una época donde buena parte de los jóvenes de barrios como el suyo se morían muy temprano por cuenta de la guerra del narcotráfico.
Caliche lleva años escribiendo las memorias de su barrio, de sus amigos y de sus vecinos punkeros. De ahí ha sacado varios libros . En 2016, publicó Mala Hierba: el surgimiento del Punk en el barrio Castilla. Allí, casi que en una experiencia en primera persona, pues Caliche fue (y es) el baterista de Desadaptadoz, una de las bandas icónicas del barrio, hace una cartografía de las “galladas”, primero rockeras y después punkeras, del barrio y de sus caminatas por el barrio, acompañado de testimonios y recuerdos de una época de resistencia.
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“A mediados de los años 80s cada semana las galladas salían a caminar por los distintos barrios de la zona, cada una tenía su propio mapa mental a recorrer y sus propios horizontes a explorar, y sobre todo, nos motivaba buscar notas, era una forma de estar afinados con la vida. Estos recorridos se hacían entre los días jueves y domingos, acentuándose los viernes y sábados, días que se realizaban notas, era una práctica habitual por el espacio público barrial, caminar era más que una experiencia espacial, la calle más que un lugar de tránsito y circulación, caminando se establecía una relación lúdica, política y constructiva con el territorio”, se lee.
Tras publicar el libro, Caliche se propuso recrear y liderar las nuevas caminatas en 2019. El recorrido lo hacía principalmente con estudiantes de humanidades de universidades de Medellín y del resto del país. Pero este año la dinámica cambió: desde la empresa turística Destino Antioquia le ofrecieron formalizar más el recorrido y convertirlo en un atractivo turístico para locales y extranjeros que quieran conocer otra cara de la ciudad: una historia de música, cultura, política y resistencia social.
La propuesta gustó y este año resultó elegida en la IX edición del Salón de Producto Turístico de Medellín, una iniciativa del sector turístico local que busca posicionar a la ciudad como destino turístico a través del fomento y desarrollo de iniciativas innovadoras, atractivas, rentables y que agregan valor a la oferta turística del distrito.
El recorrido tiene nueve paradas y dura casi cinco horas en las que hay que seguirle el paso a Caliche, que camina, o mejor, corre mientras camina, como se espera de un punkero. Con pasos largos, firmes y constantes sin perder ni una pisca de aliento.
Comienza en la cancha de baloncesto del barrio Francisco Antonio Zea. Allí, en el piso extiende la bandera negra que lo acompaña a todos lados, los libros suyos y de algunos compañeros de gallada, como dice él, unos “telescopios” pequeños de plástico para ver fotografías viejas y una carpeta con fotos más grandes que Caliche va sacando y organizando con destreza conforme va avanzando el recorrido.
La caminada pasa por las casas de los primeros punkeros del barrio, donde ensayaban y construían instrumentos hechizos como se les iba ocurriendo porque no tenían Youtube para ver tutoriales ni plata para comprarlos o mandarlos a hacer. Lo mismo pasaba con la ropa, que compraban por un par de pesos en la minorista y después ellos mismos terminaban de confeccionar. Caliche hace énfasis en esa filosofía de “Hazlo tú mismo” que, dice, les dejó el Punk. También por ellos mismos aprendieron a traducir, a veces de forma fiel y otras veces, la mayoría, con algo de imaginación, los estruendos que salían de los cassetes que compraban. En el recorrido también hay ahora una grabadora de las de antes, con un cassete que va reproduciendo temas inteligibles para cualquiera que esté por fuera de la esfera punk. En una de esas, explica Caliche, que lo que suena es una banda polaca que canta a favor de la solidaridad de los movimientos obreros.
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Por el camino también se recorren los bares icónicos del barrio, como el Sótano, que fue el primer bar de punk de la ciudad y el Yagé, que es el referente para las nuevas generaciones.
Pero la caminata, es, sobre todo, un recorrido político. Hay tiempo para hablar del estatuto de seguridad del gobierno de Turbay, del genocidio de la Unión Patriótica, del plan pistola impuesto por los narcos para asesinar policías, de los toques de queda con los que crecieron. También se habla de los curas de la teoría de la liberación que ayudaron a fundar el barrio, de la calle que antes se conocía como Lenín, de los panfletos que se imprimían cuando casi todos sus pobladores eran obreros sindicalistas. Todo lo anterior para demostrar cómo esas galladas de nombres irreverentes (La juerga, Fértil Miseria, Denuncio, Desadaptadoz, Casi Nada, Nómadas, Antexedentes) no solo resistieron sino que se opusieron a la violencia con todo y la fealdad y la vulgaridad que un movimiento de esos significaba para una sociedad como la antioqueña.
Caliche lo resume así: “Es una caminata política para reivindicar como los jóvenes resistieron a la violencia a través del arte”.
Si alguien quiere apuntarse al tour, puede hacerlo a través de la empresa Viajes Destino Antioquia. Para caminatas grupales tiene un valor desde $65.000 por persona y al final del recorrido pueden hacer un fanzine con los aprendizajes del recorrido como recordatorio.
Este año también fueron seleccionadas en el Salón del Producto Turístico de Medellín el Tour Manifiesto de Colombia que busca, con un enfoque en las artes plásticas y visuales, y en las industrias culturales y creativas, promocionar el trabajo de los artistas locales del barrio La Castellana.
El otro ganador fue Un viaje al pasado, un recorrido por El Prado, el único barrio patrimonial de Medellín recreando la década de los 50´s cuando El Prado vivió sus mejores días y allí se levantaron las casas, los palacios y los jardines más hermosos de toda la ciudad. Asimismo, desde Destino Antioquia están promoviendo iniciativas de turismo comunitario en la comuna 8 de Medellín, Villa Hermosa.