Como un outsider, así entró Donald Trump al margen político de Estados Unidos. Desde hace casi una década, en 2015, cuando incursionaba como un candidato presidencial sin experiencia militar o gubernamental, el magnate y hombre de negocios se caracterizó por su tono disruptivo que terminó conquistando a los republicanos.
El empresario neoyorquino y ex estrella de un reality show, acaparaba los titulares de la prensa en su primera carrera presidencial en 2016, donde derrotó a la entonces candidata demócrata Hillary Clinton. Con su lema “Make America Great Again” (“Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grande”), Trump se convirtió en una figura polémica que contrarrestó la política tradicional estadounidense.
Ahora, a sus 78 años, el expresidente busca su regreso triunfal a la Casa Blanca en su tercera candidatura presidencial marcada por dos juicios políticos. Tras haber gobernado de 2017 a 2021, fue derrotado en 2020 por Joe Biden cuando apuntaba a la reelección, una derrota que no ha aceptado y que ha acompañado de infundadas alegaciones de fraude electoral.
En medio de un clima de alta tensión en ese entonces, el final del mandato de Trump se caracterizó por convertirse en el primer presidente de Estados Unidos en más de 150 años en negarse a asistir a la toma de posesión de su sucesor y de su cuestionado papel en la insurrección del 6 de enero de 2021, cuando sus partidarios asaltaron el Capitolio de EE. UU. mientras el Congreso se preparaba para certificar la victoria del demócrata.
Sus discursos incendiarios días antes del asalto al Capitolio le valieron al magnate, además de un proceso penal, la suspensión permanente de su cuenta en Twitter (ahora X) en ese año. Desde entonces, Trump se caracteriza por lanzar sus diatribas en Truth Social, la red social que tuvo que fundar después de que la plataforma lo vetara argumentando el “riesgo de mayor incitación a la violencia”.
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Sus ataques hacia la prensa también lo han acompañado a lo largo de su carrera política, especialmente durante su presidencia. Según la ONG Reporteros sin Fronteras, en EE. UU. consideraron “cuatro años de denigración constante de la prensa por parte del presidente Donald Trump”.
En su carrera presidencial contra Kamala Harris, en medio de sus líos legales, se convirtió en el primer expresidente estadounidense condenado por un delito.
En mayo, el republicano fue hallado culpable de falsificar documentos contables para encubrir el pago a una exactriz porno a cambio de silencio y evitar un escándalo en su campaña de 2016.
También estuvo bajo investigación en otro caso federal, acusado de haber tomado documentos clasificados tras finalizar su mandato y haberlos mantenido en su residencia privada en Mar-a-Lago. Sin embargo, en julio de 2024, un juez federal en Florida desestimó el caso. Esta decisión fue vista como una victoria para un Trump en campaña, aunque el Departamento de Justicia anunció su intención de apelar.
El republicano también fue el candidato que tuvo dos intentos de atentado durante su campaña. En julio, durante un mitin en Pensilvania, el expresidente sufrió un intento de asesinato a manos de un hombre armado en un tejado que disparó contra Trump, bala que resultó rozándole levemente su oreja derecha. Posteriormente, el tirador fue abatido por agentes del Servicio Secreto.
Dos meses después, el FBI aseguró que Trump había sido objeto de otro intento de asesinato en su campo de golf tras arrestar a un hombre que merodeó con un rifle semiautomático en los arbustos del club en Florida. Tras estos hechos, Trump se jactó diciendo que “solo los presidentes relevantes reciben disparos”.
A pesar de ser proveniente de una familia de inmigrantes, pues su padre era hijo de inmigrantes alemanes y su madre, Mary Anne MacLeod, era una inmigrante escocesa, el republicano utiliza una dura retórica contra esta población.
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En sus discursos despectivos y discriminatorios hacia los migrantes, los ha caracterizado como “criminales sedientos de sangre” que “envenenan la sangre del país”.
A inicios de este año, el exmandatario prometió que haría “la deportación más grande en la historia” de EE. UU. una narrativa que no es ajena al republicano, ya que una de sus grandes promesas de campaña en 2016 era construir un muro que separara la frontera entre Estados Unidos y México.
En sus mitines, Trump había asegurado que “Estados Unidos es ahora un país ocupado, pero pronto dejará de serlo” y había descrito al país en la administración Biden como un “cubo de basura” por la política de migración actual.
En cuanto a la economía, el magnate se comprometió a hacer de Estados Unidos “la capital mundial del bitcoin y las criptomonedas”. Según resumió la última encuesta de Gallup, en los indicadores electorales finales, “Trump supera a Harris como una persona más capaz de manejar la economía, mientras que Harris es vista como una persona con un carácter moral más elevado”.
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Cabe destacar que durante su mandato como 45.º presidente de EE. UU., se aprobaron los mayores recortes de impuestos para las empresas de la historia, eliminó más de 100 normas ambientales e implementó una política exterior que se caracterizó por un enfoque unilateral y relaciones a menudo tensas con aliados tradicionales.
En Trump, en un país con grandes divisiones partidarias, especialmente acentuadas tras su mandato, según resumió el centro de investigaciones estadounidense Pew Research Center, y una polarizada campaña electoral, los republicanos ven en el candidato a un fuerte empresario que impulsará la economía y hará a “Estados Unidos grande otra vez”, mientras que los demócratas, así como algunos de sus exasesores, lo han señalado como una figura fascista y autoritaria.