El presidente electo ha obtenido hasta ahora 277 colegios electorales y podría llegar a 312. Para obtener la Presidencia se requerían 270. Trump se había autoproclamado tarde en la noche desde el centro de convenciones de Palm Beach en La Florida y ahora es irreversible. Ganó buena parte de los estados bisagra y especialmente Pensilvania, en donde era clave la victoria para ambas campañas.
El día de las elecciones más importantes del mundo para escoger al sucesor de Joe Biden en Estados Unidos, llamó la atención el artículo de un portal tradicional de la prensa norteamericana que estaba abriendo con una historia particular.
Mientras el Wall Street Journal, el New York Times, y el Washington Post estaban contando el minuto a minuto de la apertura de las urnas físicas en la Unión Americana, la revista más longeva de Nueva York, The New Yorker, tenía en su portada un artículo que se titulaba: “Los americanos se preparan para una segunda guerra civil”.
La historia, con reportería en varios condados rurales de Estados Unidos, detallaba la sensación de granjeros y ciudadanos del común que luego del atentado contra Donald Trump en Pensilvania el pasado 13 de julio, el que por un milímetro casi le quita la vida, empezaron a considerar con más fuerza la posibilidad de que el país termine en una guerra civil por la violencia política. 20 millones de ciudadanos estadounidenses consideran que la guerra civil es posible y cercana, según un estudio de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).
Y no es un tema menor. El multibillonario Ray Dalio, creador de uno de los fondos de inversión más grandes del mundo, estimó también en una entrevista con The Financial Times, que el riesgo de una guerra civil en Estados Unidos podría ser del 50 % por la contraposición violenta de la izquierda radical contra la derecha radical que ya no tiene posibilidades de encontrarse en el discurso.
En los últimos días de la campaña una palabra se convirtió en el concepto común del debate: “basura”. Un comediante republicano dijo en un evento de campaña de Trump que Puerto Rico era una “isla de basura flotante”, en el contexto de la discusión por la inmigración ilegal, bandera de la campaña trumpista. Y, de la misma forma, el presidente Biden señaló a los electores de Trump de ser también “basura”, según sus palabras.
El discurso de las dos campañas ha sido innecesariamente violento una frente a la otra. Pero en esta carrera un candidato estuvo a punto de perder la vida por un intento de asesinato de un francotirador que disparó varias veces en su contra, convirtiéndose en un capítulo de la historia política del país y recordando los hechos sucedidos a John F. Kennedy y Abraham Lincoln, ambos asesinados con disparos en público, o contra Franklin D. Roosevelt y Harry S. Truman a quienes intentaron asesinar de la misma forma.
El día de las elecciones
En ese contexto, 244 millones de personas estaban habilitadas para ejercer su derecho por correo, de manera electrónica y física en los 50 estados del país. 76 millones de personas lo hicieron de manera anticipada. La cifra de participación de 2020 fue de 158 millones en total en la cita electoral que le dio finalmente la victoria a Biden, aunque hasta ahora Trump no ha reconocido esas elecciones.
Para la periodista María Molina, corresponsal de La FM y reportera de Univisión en el país, esta ha sido una campaña verdaderamente histórica fuera del lugar común de ponerle ese calificativo a todas las elecciones que ocurren cada 4 años. “Nunca había utilizado tantas veces esa palabra para titular. Es la primera vez que se presentan cargos contra un expresidente; que hay un retrato policial de un candidato. Trump está enfrentando varios juicios, puede ser condenado estando en la Casa Blanca y hasta perdonarse a sí mismo. Es la primera vez que un candidato se retira tan tarde en una campaña hablando de Biden. Y a Trump lo intentaron asesinar dos veces. Esta, sin duda, ha sido una de esas elecciones que se van a estudiar en los libros de historia”, dice para EL COLOMBIANO desde Washington.
Agrega que la percepción frente a Trump cambió de manera decisiva y también para los latinos. “Si bien las elecciones mostraban que estaban muy reñidas y no había con claridad un ganador, la percepción sobre Trump cambió muchísimo. Trump ha mantenido el discurso de hace 8 años, por ejemplo sobre los inmigrantes en la frontera, pero en estas elecciones los latinos que viven acá aceptan mucho más a Trump. Los que votan no sienten que Trump se refiera a ellos cuando habla de inmigración. Los hombres afroamericanos no apoyan a Kamala como apoyaron en su momento a Obama. Por eso a este último le ha tocado salir. Y frente a Kamala, también todo era histórico si hubiera ganado la Presidencia. La primera mujer, con ascendencia de India y graduada de Howard que es una universidad muy tradicional para los afroamericanos en Estados Unidos”, puntualiza.
Molina explica las diferencias entre ambas campañas en el marketing político. Dice que alrededor de Trump hay un culto por el atentado al que sobrevivió de manera casi que milagrosa. Trump es visto por sus seguidores literalmente como un salvador y un elegido luego de esquivar las balas y caerse con su rostro manchado de sangre debajo de una docena de agentes del servicio secreto, para después pararse con fuerza a gritar “peleen, peleen, peleen”. Y, en el caso de Harris, el mensaje es “yo soy como tu”. La candidata ha capitalizado el hecho de que ella es una ciudadana común, que estudió en una escuela común y se hizo a pulso para escalar en el país de las oportunidades que es el sentido del discurso de la igualdad de acceso. La campaña fue un “yo salvador vs si yo lo logré, todos pueden lograrlo”.
Frente a Colombia
Los expertos aseguran que debe haber continuidad. El profesor Camilo González de la Universidad Javeriana explica cuáles son los asuntos primordiales para que la relación pueda seguir siendo estable porque ambos países tienen intereses determinantes en política exterior e interior. “La continuidad será que la cooperación se mantiene en la seguridad y la agenda en este tema seguirá concentrándose en la lucha contra las drogas, con metas de erradicación y ataques a estructuras criminales. Sin embargo, los cambios son significativos. Con Trump podemos esperar una relación menos fluida en temas como políticas de cambio climático, el riesgo de imposición de aranceles que pueden afectar el comercio bilateral y, en el enfoque hacia la solución política en Venezuela, que para Trump podría tener ‘todas las cartas abiertas’”, afirma.
En aranceles, Trump dejó luces claras sobre cuál será su estrategia para mejorar la economía en el país y darle más relevancia a la industria nacional. A pesar de que existe el tratado de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, que cuestionó con dureza durante su administración y que renegoció en varias oportunidades, esta vez Trump prometió un arancel del 25 % para importaciones mexicanas.
Esto busca que las fábricas estadounidenses vuelvan al país para usar su mano de obra y garantizar empleo formal. La inflación ha hecho que los precios de bienes y servicios se incrementen y fue una de las discusiones más importantes en la campaña. Pero algunos expertos aseguran que no necesariamente la reducción de impuestos a empresas y personas, como lo plantea Trump, puede hacer que la economía funcione mejor si el gasto público sigue siendo exagerado.
Para el profesor César Niño de la Universidad de La Salle, lo que viene para Estados Unidos también será clave en el escenario internacional, que es el de la guerra en Ucrania, en Gaza y el Líbano.
“Habrá una redefinición frente al multilateralismo en términos de política exterior. Esto significa una discusión sobre la ayuda en los temas internacionales con la inercia que lleva la administración Biden con la guerra en Ucrania y la posición frente a la guerra de Israel y Gaza. También puede haber un viraje en asuntos que tienen que ver con cuestiones sobre el aborto y derechos sexuales y reproductivos. Con Trump podría haber más proteccionismo, una renuncia a una suerte de voz internacional que es la que tuvo Biden. Puede haber temor en Europa y en la OTAN, incluso por parte de Israel por un posible repliegue de escenarios multilaterales en los que hay discusiones de temas de Medio Oriente y Europa”, concluye.
Los resultados terminan de conocerse la mañana de este miércoles y lo que queda es la pregunta sobre si podrá haber una transición pacífica del poder y un reconocimiento sensato de la victoria para que la polarización no tenga repercusiones reales de violencia política, como lo advertía el reportaje de The New Yorker. El presidente Gustavo Petro ha estado más al margen que en otras elecciones; no lo hizo así ni en Argentina ni en México. Sabe que la relación con Estados Unidos es clave por la alianza tradicional de ambos países. Pero hoy comienza un nuevo capítulo que modificará lo que ha pasado también hasta ahora con el gobierno colombiano y, en general, el futuro del mundo sin excepción.
Los ciudadanos eligieron, pero los colegios electorales definen
En Estados Unidos, el proceso de elegir al presidente es bastante distinto al de muchas otras democracias, especialmente las de América Latina. A primera vista, se cree que el candidato que obtiene más votos debería ganar, pero allí no es tan simple. Estados Unidos usa desde hace más de 200 años el sistema de colegios electorales que puede resultar confuso pero que hace parte de su tradición.
Los colegios electorales son la pieza central del sistema democrático estadounidense. En lugar de contar los votos totales de los ciudadanos, el sistema cuenta votos de representantes llamados “electores” que se distribuyen entre los 50 estados, más Washington D.C. En total hay 538 votos de los colegios electorales, y para ganar la Presidencia, un candidato necesita al menos 270 de estos votos, lo que representa la mayoría.
Es así como cada estado tiene asignado un número específico de estos votos según su población. Por ejemplo, California, el estado más poblado, cuenta con 55 votos electorales, mientras que estados como Montana y Wyoming, menos poblados, solo tienen tres votos. Este sistema busca equilibrar la representación entre los estados grandes y pequeños, evitando que solo los más poblados tengan influencia en la elección.
La mayoría de los estados sigue la regla de “el ganador se lleva todo”, conocida como winner-takes-all, lo que significa que el candidato que gana el voto popular en ese estado se lleva todos sus votos electorales. Este sistema es controversial, ya que puede llevar a que un candidato gane la presidencia sin obtener la mayoría de los votos populares. Un ejemplo claro de esto fue en 2016, cuando Hillary Clinton obtuvo casi 3 millones de votos populares más que Donald Trump, pero perdió en los colegios electorales, dándole la victoria al republicano.
En ese orden de ideas, el día de la elección popular fue ayer, 5 de noviembre, pero los resultados oficiales aún tardarán. Luego de que los ciudadanos de cada estado votan por su candidato, el conteo de votos decide el ganador en cada lugar y, con eso, los colegios electorales que le corresponden al candidato.
Sin embargo, en elecciones muy reñidas el conteo podría tomar días o incluso semanas, especialmente si hay disputas o recuentos en estados decisivos. En 2020, por ejemplo, el conteo de votos duró varios días debido al volumen de votos por correo, más de 100 millones. Aunque Joe Biden fue declarado ganador después de unos días, el resultado se confirmó oficialmente en diciembre, cuando los colegios electorales emitieron sus votos.
Si bien es tradición que algunos estados tienden a votar por el mismo partido, lo que permite clasificarlos como “estados seguros”, también están los “estados bisagra” que son aquellos que pueden cambiar en cada elección. California, Nueva York, Illinois y Massachusetts son tradicionalmente demócratas. En cambio, Texas, Alabama, Kentucky y Tennessee han sido fieles bastiones republicanos durante décadas.
Sin embargo, en las elecciones todo se juega en los bisagara o “swing states”. Estos estados son el campo de batalla de las campañas y deciden la elección. Florida, Pensilvania, Ohio, Michigan, Wisconsin y Arizona, serán seguramente aquellos que den nombre al ganador. Con 29 votos electorales, Florida es sin duda el estado bisagra más relevante.
Aunque el sistema puede ser complejo, los colegios electorales siguen siendo una pieza clave en la democracia estadounidense y este modelo consagrado en la Constitución del país jura asegurar que todos los estados tengan voz en la elección del presidente, aunque no necesariamente el resultado coincida con la voluntad popular.