En el Centro Cristiano de Alabanza El Shaddai todos sabían lo que ocurría y por más de 14 años fue normalizado. Su máximo líder, Francisco Jacomó, acosaba y abusaba sexualmente de mujeres y niñas de la comunidad religiosa a quienes atormentaba mental y psicológica y espiritualmente para infligir sus perversiones.
“Nadie hablaba del tema como abuso, se hablaba de disciplina, se hablaba de pruebas de Dios, se hablaba que eso era como lo que uno necesitaba para ser probado y para recibir el carácter de Cristo y era como si uno necesitara de eso malo en la vida para ser pulido y tallado”, recuerda Patricia Campos, una de las víctimas y denunciante de los abusos en entrevista con Las igualadas, portal que dio a conocer los hechos.
Lea más: Alarmante: este puente festivo asesinaron a cuatro mujeres en Antioquia; ya van 91 casos en 2024
Jacomó empleaba una estrategia de sometimiento psicológico sobre sus víctimas en un contexto de dominación hasta llevarlas a reconocerse inferiores sin posibilidad de escapar. Lo primero, era pedirles besos en la boca como las elegidas por Dios para complacer a su ungido, se apoyaba en mensajes bíblicos que él mismo inventaba o interpretaba a su favor. Con eso, según la Fiscalía, lograba quitar la connotación sexual del asunto, generando a su vez un ambiente de confianza.
“Se me acercó al oído, me dijo que mientras daba la presentación no había podido evitar mirarme la cola y que había tenido una erección”, contó otra víctima.
Lea también: “Infierno pedófilo” para los niños: ¿Qué está pasando en el videojuego Roblox?
De los besos en la boca pasaba a tocamientos indebidos en piernas, senos y cola. A sus víctimas convencía con plegarias para que no se sintieran mal hasta que finalmente lograba consumar el acto sexual.
“Me empezó a restregar su pene. Me cogía los senos con mucha fuerza, me besaba por todos lados con la lengua. Estaba como desesperado”, se lee en los testimonios del expediente.
Aunque por más de 14 años logró evadir su responsabilidad valiéndose de su dignidad religiosa presentando como prueba de Dios las depravaciones de su carne, el pastor fue llevado hasta las autoridades por algunas de sus víctimas luego de que estas reconocieran que no era voluntad divina, sino abusos lo que padecían.
Tras la denuncia, la Fiscalía acusó al religioso de los delitos de acceso o acto sexual en persona con incapacidad de resistir, acto sexual violento y acoso sexual en relación con cinco de sus feligresas, incluyendo dos menores de edad, hijas de una de las víctimas, en hechos que ocurrieron de manera continuada entre 2005 y 2019.
Aunque siempre afirmó que era inocente y que era un enviado de Dios, al conocer el caso y escuchar los testimonios de las sobrevivientes, un juez de Bogotá lo condenó a 25 años de prisión tras hallarlo responsable.
Lograr que se impusiera una condena no fue, sin embargo, una tarea fácil para las víctimas. Desde el primer momento cuando se animaron a denunciar fueron estigmatizadas y revictimizadas por el propio sistema judicial.
Lea también: Fiscalía abrió investigación a Diego Cancino por acto sexual violento tras la denuncia de funcionaria de MinInterior
“Una cosa que marcó mucho este proceso fue el tema de yo denunciar y que la primera fiscal que tomó mi caso me dijo que eso que yo estaba denunciando le podía pasar a una niña, pero no a una adulta. Para mí eso fue súper revictimizante”, contó otra denunciante.
El caso, entre uno y otro recurso prescribió inicialmente. Sin embargo, dos de sus víctimas decidieron llevarlo nuevamente ante la justicia y esta vez obtuvieron respuesta con la condena.
En su decisión el juzgado solicitó que se investigue otros actos sexuales abusivos y presiones que se habrían presentado contra otras feligresas.
Al conocer el fallo en contra, la defensa del pastor solicitó la nulidad ante el Tribunal Superior de Bogotá.