En una jornada electoral que mantuvo al mundo en vilo, Donald Trump fue proclamado presidente electo de Estados Unidos, superando a Kamala Harris y logrando un regreso histórico a la Casa Blanca.
El éxito de Trump no se limitó a la presidencia: los republicanos también conquistaron el Senado, lo que fortalecerá el control del futuro presidente sobre el Congreso y le plantea un escenario favorable para los próximos años de administración.
Las encuestas y sondeos siempre resultaron muy parejos entre Harris y Trump, lo cual hace que los resultados sean mucho más sorpresivos tras la contundente victoria del republicano.
Fueron varios los factores que ofrecieron a Trump la posibilidad de lograr los más de 70 millones de votos y uno de ellos fue el amplio porcentaje de latinos que decidieron darle su apoyo.
Una de las sorpresas de estas elecciones fue el respaldo que Trump obtuvo entre los 36 millones de votantes latinos habilitados para votar, que lo apoyaron en un 45% a nivel nacional. En comparación, Kamala Harris alcanzó el 53%, pero la diferencia fue mucho menor de lo esperado, y ese respaldo fue decisivo en varios estados clave.
La inclinación de los latinos hacia Trump superó incluso la que consiguió el repulicano George Bush en 2004, cuando obtuvo un 44% de los votos de este grupo. Además, la acogida que tuvo el magnate entre hombres latinos fue notable, pues superó a Harris en un 10% en esta población.
Sin lugar a duda, los votos de latinos fueron determinantes pues le permitieron la victoria en estados como Arizona y Pennsylvania, dos de los llamados estados “bisagra”. En Arizona, por ejemplo, la comunidad latina contribuyó a consolidar el estado en favor del Partido Republicano. La inclinación de este grupo hacia Trump obliga a los demócratas a replantearse su estrategia y a entender mejor las prioridades de este electorado creciente, que fue clave en el resultado.
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Para empezar, en temas económicos, muchos latinos sintieron que las políticas de Trump fueron más favorables, enfocadas en la creación de empleo y la reducción de impuestos. Especialmente el discurso de apoyo a los pequeños negocios fue bien recibido, ya que muchos latinos en Estados Unidos son propietarios de pequeñas empresas.
Además, hay que tener en cuenta que entre algunos sectores latinos, sobre todo aquellos que vienen de países como Cuba, Venezuela o Nicaragua, el mensaje de Trump contra los gobiernos de izquierda en América Latina fue una motivación poderosa.
Para estos grupos, las posturas de Trump frente a los gobiernos de sus países y su rechazo al socialismo, conectaron directamente con sus preocupaciones más personales. Además, también está el factor de “identidad y orgullo”, pues para algunos latinos que llevan años en el país y han echado raíces allí, Trump representa ese liderazgo fuerte y nacionalista que algunos valoran.
Por último, el enfoque de los demócratas en temas progresistas como el aborto o los derechos de la comunidad LGBTQ+ no siempre encaja con la identidad cultural de algunos latinos, que pueden tener valores más tradicionales o religiosos.
Con este resultado, queda muy claro que el voto latino no es un bloque uniforme, y Trump supo aprovechar esas diferencias internas para atraer a votantes que buscan seguridad económica, estabilidad social.
La ficha del aborto fue un tema relevante en la campaña, con el que Kamala se jugó una pelea importante y la ayudó a conseguir un sólido apoyo entre sectores progresistas. Sin embargo, no fue el tema que definió la elección; la economía subió como preocupaciones centrales.
Trump dominó entre los votantes que señalaron la economía como su principal preocupación, lo cual fue clave, ya que los dos tercios de los votantes calificaron en los más recientes sondeos la situación económica como “no tan buena” o “mala”, un sentimiento que favoreció al candidato republicano.
El regreso de Trump a la Casa Blanca marca un momento histórico para la política de Estados Unidos. Además llega con un Senado controlado por los republicanos, por lo que su segundo mandato seguramente estará marcado por decisiones de gran impacto en temas económicos, migratorios y de seguridad nacional. Sin embargo, con la Cámara de Representantes aún en juego, el equilibrio de poder sigue siendo incierto, y los próximos días serán decisivos para definir el rumbo que tomará Estados Unidos en los próximos cuatro años.