Ni son solo meros ladrillos arrancados para ampliar una vía en Moravia ni tampoco resultaron tranquilizadoras para la comunidad las respuestas de la Empresa de Desarrollo Urbano sobre las socializaciones de la obra o su presunta garantía de “no tocar el equipamiento” del Centro de Desarrollo Cultural, pues el daño está hecho. Y es que tal como fue concebida la obra por parte del arquitecto Rogelio Salmona, la estructura quedó mutilada con la intervención del contratista que adelanta la ampliación de Carabobo Norte.
El pasado fin de semana varios carteles con mensajes de indignación fueron colgados por la comunidad en la fachada del Centro de Desarrollo Cultural de Moravia, luego de que los habitantes atestiguaran horrorizados cómo el contratista de esa obra adjudicada por la EDU para ampliar la carrera 52 levantara parte del ladrillo especialmente diseñado y se tomara parte del anden que hace parte en su conjunto de esa edificación que se convirtió desde 2007 en el eje de la vida de Moravia, y que para completar es la única huella que tiene Medellín del legado del genial colombo-francés Rogelio Salmona, uno de los arquitectos más influyentes en el último medio siglo.
Para entender la razón de la indignación de los habitantes del barrio y dimensionar el impacto que ya sufrió y puede terminar de padecer esta joya arquitectónica, es necesario conocer lo que significa ese edificio para la gente, más allá de los ladrillos.
En 2004, en medio de los esfuerzos que decidió hacer Medellín para transformar la historia de Moravia, el barrio que nació en un basurero y que padeció todos los problemas y estigmas que puede sufrir una zona en esta ciudad, el arquitecto Rogelio Salmona fue invitado a conocer el sector para que vislumbrara si era posible construir un lugar que uniera los pedazos de ese barrio, en el que confluyeran sus habitantes acostumbrados a no sentirse parte de ningún lugar. El resultado fue un edificio en la cabecera del barrio, de 1.628 metros cuadrados levantados donde antes vivían 150 familias que aceptaron reubicarse para que Moravia tuviera una “Casa de Todos”, como se conoció desde el principio el edificio que desde entonces albergó espacios para la música, el teatro, la danza, el cine, las artes plásticas y el desarrollo de proyectos sociales.
La arquitecta María Elvira Madriñán, gerente de la Sociedad Rogelio Salmona y quien también preside la fundación que preserva su legado, explica que el Centro de Desarrollo se convirtió en un hito arquitectónico y urbanístico en Medellín reconocido a nivel internacional porque se consolidó una especie de reparación para los habitantes de un barrio que se acostumbraron a vivir históricamente sin una pizca de espacio público, sin rastro de espacios dignos para el encuentro comunitario. Ni siquiera con andenes o calles caminables ni ningún urbanismo que tuviera valor desde lo público.
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Por eso el edificio levantado en la esquina formada por la Carabobo Norte y la quebrada La Bermejala fue transformador. Lo que concibió Salmona, explica Madriñán, fue crear lazos por todos lados: el Centro Cultural con La Bermejala, con una plaza de recibo que da hacia la quebrada canalizada con bordes tratados como un paseo público. Un patio centralizador, hundido y abierto que fue pensado para crear una conexión con el resto del paisaje alrededor. La presencia del agua, la escala íntima de cada espacio y las superficies tejidas con la textura de ese ladrillo particular, detalla la arquitecta, fueron pensados para devolverle la concepción de lo público a los habitantes de Moravia y la dignidad comunitaria que no tenían. Es, en síntesis, un lugar que recoge los pilares de la obra del maestro Salmona: la defensa férrea de una arquitectura que responda estrictamente a los contextos socioculturales de cada zona y su gente y del espacio público como elemento innegociable para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Por todo esto que explica Madriñán es que no es posible entender el edificio y su zona externa –ahora alterada por la obra de la vía– como elementos separados, sino necesariamente integrados.
“Es desconcertante porque es el espacio público que ha asimilado y apropiado la comunidad y ahora se lo quitan”, apunta la gerente de la Sociedad Rogelio Salmona, quien señala que en los últimos días ha recibido decenas de mensajes de arquitectos y ciudadanos en general en Medellín preocupados por lo que está pasando con esta obra. “Antes de tener un concepto más formado de lo que pasa y puede pasar quisiera conocer qué es lo que pretende hacer la alcaldía, conocer por qué era tan apremiante mutilar ese espacio, separarlo con una barrera, para construir, tengo entendido, una ciclovía, una ampliación de vía”.
Lo que dicen en la zona es que entienden el muro como una nueva estigmatización. “Es como si la Alcaldía nos dijera que quiere reducir el espacio de nuestro Centro Cultural para llenarlo de concreto”, expresó Luis Martínez, coordinador de la Mesa de Incidencia para el Mejoramiento Integral de Moravia. EL COLOMBIANO fue testigo de cómo incluso esta transformación que se adelanta allí puede convertir esta emblemática ágora del Nororiente en un espacio de exclusión, pues los problemas de accesibilidad son evidentes.
Lo que asegura la EDU es que desde antes de arrancar con la obra comenzaron una serie de reuniones con el Comité de Obra, integrado por los habitantes y líderes comunitarios, a quienes supuestamente les socializaron en detalle a través de 24 encuentros cómo sería la intervención. Pero desde la Mesa de Incidencia advirtieron que nunca quedaron claras en esas reuniones el impacto que causaría la ampliación de la 52 en el Centro de Desarrollo y su preservado espacio público.
También aseguró la EDU que la ampliación de Carabobo Norte “no contempla intervención al equipamiento como tal, solo se incluirá una ciclorruta y el mejoramiento de los andenes”. Pero, tal como ya quedó expresado en la explicación de Madriñán sobre la naturaleza de la obra –y como lo reiteran los líderes comunitarios– el edificio y su espacio tienen una naturaleza indisoluble y atentar contra parte de su área externa es afectar irremediablemente la obra y su funcionalidad.
Para este jueves 7 de noviembre está citada una reunión entre la EDU y los líderes comunitarios de Moravia para abordar las problemáticas desatadas por esta intervención, y en los que se espera que la entidad entregue las explicaciones pertinentes de por qué tomaron tal decisión y cómo piensan subsanar los impactos. La arquitecta Madriñán señala que sería posible recuperar los ladrillos destruidos, que en la obra de Salmona tienen una elaboración, función y disposición muy específicos, y que por fortuna se fabrican todavía en Manizales. Pero para pensar en eso reitera que antes es necesario saber hacia dónde quiere ir el Distrito con esta obra que adelanta.
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Lo cierto es que el daño sufrido y las secuelas que queden en el Centro Cultural no configuran una pérdida solo para los habitantes de Moravia, sino para toda la ciudad. Esa es la única obra de Salmona que todavía conserva Medellín, luego de que en 2022 terminaran de demoler la famosa Casa Roja, en El Poblado, construida en 1966, desmembrada pedazo a pedazo y que era la única casa en Medellín diseñada por el colombo-francés fallecido en 2007.
Es un desprecio que ubica a Medellín en una situación vergonzosa y que va en contravía por el esfuerzo en las últimas dos décadas por resignificar y preservar la obra arquitectónica de Salmona en Colombia y también en el exterior, en España. De hecho, nueve obras de Salmona fueron declaradas en 2007 como Bienes de Interés Cultural de Carácter Nacional, y en 2022 el Gobierno Nacional presentó ante la Unesco siete obras del arquitecto para que se conviertan en patrimonio de la humanidad.