La palabra “woke” se convirtió en un movimiento que terminó polarizando —aún más— a los dos principales partidos políticos de Estados Unidos. Su interpretación varía de manera drástica, dependiendo si se mira con los ojos de un Republicano o de un Demócrata.
Originalmente, “woke” significaba estar “despierto” o “consciente” ante las injusticias relacionadas con el racismo en la década de 1960. Sin embargo, con el tiempo y especialmente en los últimos años, el término sirvió para referirse a la conciencia social o política sobre los demás temas de justicia social, como la igualdad de género, los derechos LGBTQ+ o la identidad racial, ideas ampliamente defendidas por los demócratas.
Pero para los republicanos se volvió una palabra para criticar a los demócratas en lo que consideran una imposición excesiva de valores progresistas en la sociedad.
Incluso Donald Trump arremetió contra quienes usan esta palabra. “No me gusta el término ‘woke’ porque escucho, ‘woke, woke, woke’. Es solo un término que usan, la mitad de la gente ni siquiera puede definirlo, no saben lo que es”, había dicho el ahora presidente electo a mediados de 2023.
Por lo que sus seguidores se apropiaron de la postura ”anti-woke” para describir lo que consideran una influencia excesiva de “la izquierda progresista” y se han dedicado a combatir la “cultura woke” en las instituciones y en la vida pública estadounidense.
Por ejemplo, el republicano Ronald DeSantis, gobernador de Florida, promovió la controvertida ley “Stop WOKE Act” (Ley para Detener el Acto Woke) en 2022, que se centró en prohibir la discusión de cuestiones basadas en la raza y la diversidad, lo que se consideró ideologías divisivas en las escuelas públicas y en programas de formación laboral. Este 2024, parte de la ley fue considerada inconstitucional por un juez federal al violar la libertad de expresión.
Incluso demasiada “cultura woke” pudo afectar la percepción de la vicepresidenta y candidata presidencial demócrata, Kamala Harris, que fue asociada con políticas progresistas como la equidad racial, los derechos LGBTQ+, el feminismo y el derecho al aborto.
Así lo había advertido la reciente columna de la revista británica Spiked sobre “cómo la concienciación (woke) podría costarle la elección a los demócratas”.
Según Pew Research Center, la campaña presidencial de 2024 estuvo marcada por los intensos debates en torno a la “inmigración, la creciente diversidad racial y étnica en Estados Unidos, la cambiante familia estadounidense, la delincuencia y las cuestiones reproductivas”.
En estos temas que se podían agrupar como “guerra cultural” o cuestiones “woke”, según resume el centro de investigaciones, distan notablemente los republicanos y demócratas.
Por ejemplo, en cuanto a las divisiones sobre la raza, el 73% de los partidarios de Trump consideraron que el legado de la esclavitud tiene “poco o ningún impacto” la posición de los negros en Estados Unidos mientras que la opinión de los partidarios de Biden son casi opuestas: el 79% consideró que sí tiene un efecto negativo.
Y así se suele repetir el patrón con otras cuestiones como el matrimonio entre personas del mismo sexo, los derechos de las personas transgénero, las deportaciones masivas, el aborto o la salud mental.
De alguna manera, los republicanos en Estados Unidos lograron que el “woke” o la concientización fuera percibida con desaprobación, especialmente entre aquellos que consideran existe una sensibilidad excesiva ante las cuestiones sociales
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