Era 2004 y Juan Carlos Castaño, un residente de urología con grandes aspiraciones, se enfrentaba a un campo donde la complejidad y las barreras de acceso se alzaban más alto que la vocación. Años antes del accidente que le ocasionó paraplejia, él ya había notado una realidad que pocos abordaban. En los pasillos de la consulta, los pacientes con vejiga neurogénica parecían ser más un “caso incómodo” que una prioridad.
“Eran pacientes que estaban olvidados”, recuerda. “Llenos de complicaciones, con una atención limitada. Escuchaba a mis colegas diciendo: ‘Ya llegó el paciente de la vejiga neurogénica, ¡qué pereza, eso tan difícil!’ y casi que deseaban no tener que verlos. Eso en mí creó una motivación muy fuerte, porque alguien tenía que encargarse de ellos”.
La vejiga neurogénica es una condición en la que la vejiga no funciona bien porque el cerebro y los nervios que la controlan no se comunican correctamente. Esto puede hacer que la vejiga se vacíe sin control o, al contrario, que no pueda vaciarse cuando es necesario. Las causas pueden ser lesiones en la médula espinal, enfermedades neurológicas o problemas desde el nacimiento, como la espina bífida. Se estima que alrededor del 10-15% de las personas con alguna enfermedad neurológica (como esclerosis múltiple o Parkinson) podrían desarrollar problemas de vejiga neurogénica.
La especialización en vejiga neurogénica que Juan Carlos Castaño cursó en Barcelona le permitió aprender una técnica que implementó en el Hospital Pablo Tobón Uribe de Medellín y perfeccionó a lo largo de 20 años. Consiste en la implantación de electrodos en los nervios sacros, que controlan la vejiga y el recto, permitiendo que el paciente, mediante estimulación eléctrica, pueda evacuar la orina y el intestino como lo hacía antes de la lesión, explica Castaño.
En medio del aprendizaje de esta condición, un trauma por arma de fuego hizo que Juan Carlos sufriera una lesión medular que lo dejó en silla de ruedas. “Hace veinte años, cuando me pasó esto, lo primero que todo mundo pensaba era: ‘No, ya se tiene que ir para la casa, dedicarse a otra cosa’. Porque ser urólogo con movilidad reducida era algo casi inimaginable en ese momento”, explica.
Sin embargo, Juan Carlos con el apoyo de su familia y amigos, decidió que no iba a renunciar a su carrera. Volvió a la especialización y, en medio de su propia rehabilitación, comprendió que su experiencia personal era un motor adicional para dedicarse a la vejiga neurogénica, una condición de la que él mismo experimentaba los efectos a diario.
“Me enfoqué mucho en esta área y, después de que me gradué, decidí que este sería mi camino”, cuenta. “Alguien tenía que estudiar cómo tratarlos, porque aunque son casos difíciles, es nuestro deber como urólogos tratar estas enfermedades”.
Desde entonces, Juan Carlos ha construido una carrera que lo ha llevado a ser considerado un referente en toda Latinoamérica en el tratamiento de la vejiga neurogénica, siendo de los pocos especialistas en atenderla. De allí, Juan Carlos afirma que el verdadero éxito de su práctica radica en lo que él llama “la liberación” de sus pacientes. La mayoría de ellos solían enfrentar barreras cotidianas que les impedían llevar una vida plena. Tal es el caso de Luis Fernando Montoya, conocido como el “profe Montoya”, uno de sus pacientes.
Este hombre, quien había estado confinado en su casa por años debido a las complicaciones de su condición, llegó al consultorio del doctor con una petición esencial: recuperar su libertad. “El profe Montoya estaba limitado en su vida diaria, siempre pendiente de los pañales, de las infecciones urinarias. No se sentía capaz de salir a la calle sin preocuparse de tener un accidente en público”, relata Juan Carlos.
La cirugía fue un éxito y, poco tiempo después, Juan Carlos se encontró al profe Montoya en el aeropuerto. “Fue un momento de enorme alegría para mí. Lo vi libre, al fin, como él tanto había soñado. Me dijo que ya podía ir a la universidad, dar conferencias y vivir sin el temor que lo había retenido por tanto tiempo. Eso me confirmó que nuestro trabajo no es solo mejorar exámenes o resultados médicos, sino devolverles a las personas la posibilidad de ser independientes”, asegura.
Además, en un contexto donde aún faltan especialistas en esta área, su experiencia y conocimiento han hecho de él un líder al que otros urólogos consultan para aprender.
“He tenido residentes de muchas partes de Colombia y también de otros países”, relata. “El último caso que tuve de fuera fue muy especial, porque un residente de urología de la India, que al igual que yo sufrió una lesión medular en su tercer año de especialización, me contactó para ver cómo podía seguir adelante”.
Este residente, Sujith Mathew, vivió una experiencia similar a la de Juan Carlos, aunque al otro lado del mundo. Tras sufrir la lesión, Este residente, Sujith se enfrentó a una situación en la que casi no tenía apoyo para continuar con su carrera. Sin embargo, al enterarse de la historia de Juan Carlos, sintió que aún podía lograrlo. “Es como si mi misma historia se hubiera repetido en otra parte del mundo”, menciona Juan Carlos.
El residente indio buscaba opciones y, finalmente, encontró en Medellín un lugar donde podía entrenarse y aprender de alguien que había superado los mismos obstáculos. “La pandemia nos frenó dos años, pero logramos conseguir una beca de la Sociedad Internacional de Urología para que él pudiera venir”, comenta Juan Carlos.
Esa ayuda financiera le permitió a Sujith viajar a Colombia, aunque se enfrentara a otro desafío: no hablaba español. “Fue tremendo. Vino seis meses, y aunque no dominaba el idioma, su determinación era enorme”.
Sujith completó su entrenamiento en Medellín y, hoy en día, ejerce como urólogo en la India y llevando una vida productiva y plena. “Es muy gratificante ver que mi historia haya inspirado a alguien”, relata Juan Carlos.
Juan Carlos ha tenido que enfrentar la falta de accesibilidad en los espacios donde se realizan las cirugías. “En los primeros años, los quirófanos no estaban adaptados para que un cirujano en silla de ruedas pudiera desplazarse fácilmente. Ni siquiera había baños accesibles en los que pudiera entrar entre una cirugía y otra”, recuerda.
Esta falta de infraestructura accesible fue otro obstáculo que Juan Carlos tuvo que superar, adaptando el quirófano a sus necesidades. Con el tiempo y los avances tecnológicos, los quirófanos han evolucionado, y ahora él puede trabajar con mayor comodidad en centros como Quirófanos El Tesoro y dar clase en el CES. “Las mesas de cirugía, por ejemplo, me permiten aproximarme mejor al paciente”, comenta. Además, Juan Carlos cuenta con una silla de ruedas de bipedestación que se adecua, parando su estructura para que pueda quedar completamente de pie apoyado en ella.
Después de veinte años de brindarle libertad a sus pacientes, Juan Carlos sigue dedicándose a un campo que pocos eligen. “Este ha sido un campo cerrado”, comenta. Y aunque no fue fácil, sabe que su esfuerzo no ha sido en vano. Como el profe Montoya y más de 1200 pacientes han logrado recuperar su autonomía en la vejiga. Y al final, para él, eso es lo que cuenta: que puedan, como él, tomar sus propias riendas y vivir sin limitaciones.