En el auditorio del colegio Luis Carlos Galán Sarmiento en Villa Hermosa no cabía un alma más. El ambiente cargado de murmullos se convirtió en silencio cuando una voz anunció desde el micrófono: Jhonny Andrés Osorio. Entonces, una explosión de aplausos llenó el lugar. Personas de pie, vitoreando, con lágrimas y sonrisas que brillaban tanto como las luces sobre el escenario. Con su toga y birrete, Jhonny avanzó decidido hacia el centro del escenario, acompañado de una sonrisa nerviosa.
Junto a él, Tatiana, su novia y compañera de salón, lo miraba con orgullo. Durante los últimos dos años, ha sido su compañera en las aulas y en la vida, apoyándolo con una dedicación inquebrantable. En ese instante, Jhonny, el joven que nació sin brazos y aprendió a escribir, comer, vestirse y hasta tocar el piano con los pies, recibió su diploma.
Nacido sin brazos, Jhonny siempre ha enfrentado desafíos que para otros serían inimaginables. Desde pequeño, aprendió a hacer todo con los pies: desde vestirse, comer y escribir, hasta tocar el piano.
Aunque la vida lo puso cuesta arriba desde el vientre, cuando su madre lo esperaba a los 16 años, él decidió demostrarle al mundo que ningún obstáculo era demasiado grande.
“Para mí nada fue difícil. Todo ha sido un proceso, pero difícil, difícil... nada ha sido sencillo”, dijo hace dos años en una entrevista con EL COLOMBIANO. Esa convicción que inspira lo sigue sosteniendo.
A lo largo de su vida, Jhonny pasó por más de cinco colegios. Hace apenas un año estaba en la Institución Educativa El Pinal, donde cursaba una media técnica en sistemas con el ITM. Sin embargo, al cambiarse al colegio Luis Carlos Galán Sarmiento no pudo concluir esa formación. A pesar de estos cambios, su determinación siempre estuvo intacta, incluso cuando tuvo que enfrentarse a profesores poco empáticos.
“Una profesora de primaria le marcaba las palabras mal escritas con un marcador rojo. Lo hacía porque él abreviaba al escribir con los pies para ganar tiempo”, relata su madrina, Teresa Vélez.
La falta de brazos era evidente, pero aun así, la docente argumentó que no había recibido ninguna carta que confirmara que tenía una discapacidad. Estas experiencias, lejos de desanimarlo, lo hicieron más fuerte y le dieron el impulso para culminar sus estudios.
Durante su paso por los colegios, a Jhonny le gustaban materias como inglés y sociales, mientras que en educación física brillaba por su pasión por los deportes. Nadaba ágilmente, se sumergía e impulsaba con fuerza con las piernas y salía de la piscina apoyando la rodilla contra el borde, levantando todo su cuerpo de un solo impulso. Ahora sueña con practicar deportes de contacto como karate y lo dice con ilusión en su mirada.
El día a día de Jhonny es una lección de constancia. En las mañanas, mientras se alista para el colegio, suena Mike Towers de fondo. Con los pies se peina, se viste y se sirve el desayuno. Su familia ha encontrado formas creativas de facilitarle tareas cotidianas, como un gancho para subirse los pantalones. Pero Jhonny insiste en ser lo más independiente posible, incluso cuando eso significa caminar largos trayectos por su cuenta.
A veces el estudio fue difícil para él porque con los pies hace todo, desde salir a caminar y hacer el deporte que le gusta, como jugar fútbol. Un día tuvo que caminar mucho para llegar a casa, quería irse a casa por su propia cuenta. Así que al caminar por mas de 20 minutos, tenía que llegar a la casa a hacer las tareas y ya no aguantaba los pies para coger un lápiz.
“Jhonny siempre ha tenido todo lo que quiere muy claro”, dice Marcela, su mamá. Aunque no logró pasar a la Universidad de Antioquia, donde se presentó para contaduría y finanzas, su verdadero sueño es estudiar criminalística. Sin embargo, reconoce que su condición podría complicar esta decisión. “No sé si haya posibilidades de que pueda estudiar esa carrera por no tener brazos”, se sincera.
Su determinación no conoce límites. Su mamá relata que le ha confesado querer estudiar inglés y sueña con viajar a países como Estados Unidos o Australia para perfeccionar el idioma. En el futuro, también anhela formar una familia, pero antes quiere asegurarse de ofrecerles un buen ejemplo a sus hijos, por eso su impulso por estudiar.
Uno de los mayores retos que enfrenta es el transporte. “Le preocupa cómo moverse para ir a la universidad. El metro, al ser masivo, le da temor que lo empujen o lo roben. Y no quiere depender de los horarios de su mamá o amigos para desplazarse”, explica. Además planeó presentarse junto a Tatiana a la UdeA para hacer sus rutinas más llevaderas. Juntos han enfrentado las dificultades del día a día.
El talento de Jhonny con el piano es impresionante. Este mes presentará su cuarto recital, un logro que ha alcanzado con disciplina.
“Él es muy maduro y enfocado. Siempre tiene claro lo que quiere y trabaja para lograrlo”, afirma Teresa. A pesar de las dificultades físicas, Jhonny se esfuerza por no quedarse quieto. Hace poco completó una beca en producción musical y continúa explorando nuevas oportunidades para crecer profesional y personalmente.
La vida de Jhonny ha estado llena de momentos que parecen milagros. Uno de los más memorables ocurrió en 2017, cuando conoció al Papa Francisco durante su visita a Medellín. Gracias al general Julio César González, quien lo tomó como ahijado, Jhonny fue llevado al colegio San José, donde el Pontífice estaba de visita.
“Le llevó una chocolatina en forma de corazón y un llavero con las imágenes del Papa y la Santa Laura, todo en la boca porque no tenía otra forma de cargarlo”, cuenta Teresa. El gesto desató la ternura del Papa, quien lo tomó en brazos, compartió un rato con él y le dio consejos que Jhonny aún atesora.
En la sala de su casa, el piano sigue esperando el regreso de Jhonny. Con los pies sobre las teclas, toca una melodía suave. Es su forma de agradecer a quienes han estado a su lado y de reafirmar su voluntad de seguir adelante. Porque, al final, Jhonny no solo ha aprendido a vivir sin brazos: ha aprendido a volar con sus pies y abrazar a quienes han acompañado su caminar.