Una ofensiva liderada por una alianza de grupos rebeldes islamistas logró tomar el control de Damasco y bajar del poder al dictador Bashar al Asad. Tras más de una década de guerra civil, la principal ciudad de Siria fue escenario de celebraciones, donde cientos de personas se congregaron en la plaza de los Omeyas celebrando la caída de los Asad.
La rebelión fue tal que el dictador y su familia dejaron la sede de Gobierno sin anunciar hacia dónde irían. Posteriormente, en la agencia rusa TASS, una fuente del Kremlin confirmó que “Asad y los miembros de su familia llegaron a Moscú, asilados por el Gobierno de Putin”.
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Rusia, que era uno de los principales aliados del régimen sirio, aseguró que ya había entablado contacto con los líderes rebeldes para garantizar la seguridad de sus bases militares e instituciones diplomáticas en Siria. “Rusia siempre estuvo a favor de una solución política para la crisis siria”, afirmó una fuente del Gobierno. La realidad es que la caída de Damasco solo es otra jugada en el ajedrez del Medio Oriente, que esta vez pone en jaque a Irán y a Rusia; aunque tampoco es claro si favorece o no a occidente.
La presencia de Jolani en la ciudadela de Alepo no solo fue un golpe de guerra, fue el primer duro golpe contra el Gobierno de Bashar Al Asad para lograr su caída y sacarlo del poder. Vestido con ropa militar y rodeado de combatientes, Jolani se dirigió a la población en un mensaje transmitido por medios internacionales, asegurando que no habría represalias contra los opositores y afirmando que dejaría los extremos para convertirse en un verdadero líder político. Lo cual aún preocupa a la comunidad internacional, puesto que los rebeldes tienen múltiples facciones en su interior que podrían entrar en disputas por el poder o por la forma de gobernar.
Nacido en 1982 en un exclusivo barrio de Damasco, Abu Mohamed al Jolani proviene de una familia adinerada y con una educación destacada. Pero tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, se interesó por el yihadismo y se unió a la insurgencia en Irak para pasar a formar parte de la red de Al Qaeda.
La guerra en Siria comenzó en 2011 y es uno de los conflictos más complejos y prolongados del Oriente Medio. Lo que inicialmente fue una ola de protestas pacíficas contra el Gobierno de Bashar al Asad, en el marco de la Primavera Árabe, terminó convirtiéndose en una guerra civil. La Primavera Árabe inspiró a los sirios a exigir reformas democráticas, pero la respuesta del gobierno fue brutal. Las fuerzas de seguridad reprimieron las protestas con violencia y causaron cientos de muertes. Esto alimentó la indignación popular y provocó la creación de grupos rebeldes armados que se enfrentaron al régimen manteniendo la guerra por años
Por lo cual el asedio a Damasco no era una amenaza nueva, pero con la toma de Alepo por parte del HTS y sus aliados, se veía venir una ofensiva muy bien coordinada para derrocar al régimen.
El avance del HTS y la caída de Damasco ponen en riesgo esta conexión estratégica para Irán, lo que podría alterar el equilibrio de poder en Medio Oriente. Si los rebeldes logran controlar esta región, Teherán perdería una ruta esencial para el traslado de armas y combatientes hacia el Líbano e incluso Gaza.
Las principales potencias de la región y del mundo están involucradas. Rusia e Irán apoyaban abiertamente a Bashar al Asad, mientras que Turquía ha mantenido su respaldo a facciones rebeldes, incluyendo al HTS, con el objetivo de controlar el norte de Siria. Desde la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, calificó la caída de Bashar al Asad como un “acto fundamental de justicia” y una “oportunidad histórica” para el pueblo sirio. En su discurso, el mandatario destacó que este era un momento clave para “construir un futuro mejor”, aunque sabe de los riesgos e incertidumbres que aún se ciernen sobre la nación árabe.
Rusia, que mantiene bases estratégicas en la región, ve en la toma del poder una amenaza directa a su influencia en esa zona. Mientras que Irán se encuentra en una posición de debilidad, pues las pérdidas militares sufridas recientemente a manos de la Guardia Revolucionaria iraní han reducido su capacidad de maniobra en Siria.
La caída de Al Asad y su huida a Moscú ponen en duda cuáles serán las próximas movidas en el tablero, especialmente el papel que jugarán potencias como Rusia, Irán y Turquía. Por su parte, los líderes como Emmanuel Macron y Biden han solicitado cautela para una transición política pacífica en Siria. Si bien hay celebración por la caída de Al Asad, establecer un gobierno no es tarea fácil y menos aún si de extremistas se trata.
Llegó al poder en el 2000 tras la muerte de su padre, Hafez al Asad, quien gobernó el país durante 30 años. La sucesión de Bashar no fue casual ni inmediata. Su hermano mayor, Basil al Asad, era el heredero previsto, pero tras su muerte en un accidente de trágico pasó a ser el “heredero”. El régimen sirio modificó la Constitución para reducir la edad mínima para ser presidente de 40 a 34 años, lo que permitió asumir el cargo tras unas elecciones simbólicas. Su llegada generó expectativas de apertura y modernización, especialmente entre los jóvenes. Sin embargo, pronto mostró que seguía el camino autoritario de su padre dando origen a la actual guerra civil.