La caída de Bashar Al Assad marcó un antes y un después en la historia de Siria, pues dimitió tras 25 años en el poder y luego de 12 días de protestas lideradas por grupos rebeldes.
Damasco fue el lugar en el que miles de personas se reunieron para celebrar el fin del régimen, pues Al Assad no tuvo otra opción más que pedir asilo a Rusia, su país aliado.
El grupo insurgente fundamentalista Hayat Tahrir al Sham se tomó con rapidez las ciudades de Alepo, Hama, Homs y Damasco. Del mismo modo, ingresaron a la prisión militar de Sednaya.
Aseguran que los Derechos Humanos no existen en la prisión de Sednaya, ubicada al norte de Damasco, porque es el sitio en donde se practicó la tortura, el maltrato psicológico y las ejecuciones a los partidarios de la oposición.
Rami Abderrahman, director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), informó a la agencia EFE que en dicho centro carcelario encontraron entre 40 y 50 cadáveres que eran de ejecuciones recientes y bajo el control de la Policía Militar Siria.
Miles de familias se congregaron a las afueras de Sednaya, conocida también como “el matadero”, para buscar información de los prisioneros.
La Asociación de Detenidos y Desaparecidos de la prisión de Saydnaya (ADMSP), tras una investigación sobre Sednaya, fechó la apertura de la primera celda de sal en 2013, uno de los años más sangrientos del conflicto.
“Hallamos que al menos se usaron dos celdas de sal para los cadáveres de quienes murieron por torturas, enfermedad o hambre”, dijo en una entrevista en la ciudad turca de Gaziantep el cofundador de la asociación, Diab Serriya.
Lo que no se sabe es si esas celdas siguen existiendo hoy día. Serriya explicó que cuando un detenido moría, en general se dejaba su cuerpo dentro de la celda, junto con sus compañeros, entre dos y cinco días. Solo entonces se le llevaba a la celda de sal, donde los cuerpos se acumulaban hasta que había suficientes como para llevarlos en un camión.
El siguiente paso era un hospital militar, donde se expedían los certificados de defunción, en general por “ataque al corazón”. Por último, eran enterrados de forma colectiva.
Las celdas de sal tenían, por tanto, el objetivo de “preservar los cuerpos, contener el hedor”, y “proteger a los guardianes y el personal de la prisión de bacterias e infecciones”, señaló Serriya.
“La sal tiene la capacidad de deshidratar cualquier tejido vivo, al reducir la cantidad de agua”, de manera que “puede usarse para ralentizar considerablemente el proceso de descomposición”, dijo a AFP el profesor de anatomía Joy Balta, de Estados Unidos, que ha publicado trabajos sobre las técnicas de preservación del cuerpo humano. En el Egipto antiguo, el proceso de momificación incluía la inmersión del cuerpo en un mineral salino llamado natrón.
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