Siete años completaron en la Universidad de Antioquia en la ardua tarea de completar el rompecabezas de una pieza arqueológica hallada en el Cerro El Volador, en un esfuerzo formidable por intentar recuperar un elemento fundamental para comprender la cultura Quimbaya.
La urna funeraria Quimbaya fue encontrada completamente fragmentada en la década de los 90 por la arqueóloga Helda Otero de Santos en el Cerro El Volador. La arqueóloga entregó el hallazgo a la Colección de Antropología del Museo Universitario de la Universidad de Antioquia —Muua—, donde tienen su custodia desde entonces y donde llevan siete años uniendo ese rompecabezas que en el momento de su hallazgo parecía imposible resolver por la cantidad de fragmentos desperdigamos que encontraron.
Maribel López fue la primera encargada de esta tarea. En 2017, como estudiante de Antropología en la UdeA y auxiliar administrativa en el Museo, ya tenía alguna experiencia en reconstrucción de piezas pequeñas. Pero fue solo hasta que Santiago Ortiz —entonces curador de la Colección de Antropología del Muua— le encargó una nueva tarea, cuando tuvo claro que el reto al que se enfrentaba era uno de los más difíciles de toda su carrera profesional.
“Me mostró una canasta plástica repleta de polvo, con fragmentos grandes y pequeños, algunos estaban unidos, producto de algún primer intento de conservación preventiva, y me enfatizó que la debía terminar y, cuando yo me comprometí a hacerlo, me señaló que faltaban más canastas”, recordó la hoy antropóloga.
Para poner en dimensión la tarea que tuvo enfrente. De la urna se identificaron y clasificaron 521 fragmentos que componen una pieza de cuerpo redondo, de aproximadamente 60 centímetros de ancho por 70 de alto. La pieza permaneció durante siglos enterrada Cerro El Volador hasta que el paso del tiempo la fragmentó y convirtió en polvo otra parte. “Después de un año de trabajo, mis compañeros me hacían bromas sobre mi jubilación con la urna, pero lo cierto, es que la dejé muy avanzada justo antes de mi graduación, luego de tres años de trabajo constante”, recordó Maribel López.
López legó su trabajo a María Ximena Medina, estudiante de séptimo semestre de Antropología y auxiliar en el área de conservación y restauración de cerámica del Muua, se encarga hoy de continuar la tarea. A finales de 2022, por las habilidades mostrada en procesos similares con cerca de una veintena de piezas de diferentes procedencias, Medina fue seleccionada para continuar con este proyecto. “Esta urna ya estaba en la sala de Antropología, pero no estaba terminada, todavía tenía algunas partes grandes vacías, porque hay unos fragmentos muy desgatados, lo que hace difícil de identificar en cuál parte de la pieza deben ir”, explicó.
Según explicó Medina, en esencia su trabajo consiste en observar con detenimiento cada fragmento, incluso los que ya están ubicados en la pieza, para que la forma del elemento sea lo más fiel posible a cómo la hicieron los indígenas hace siglos. Es una tarea meticulosa para conservar las características como el grosor, y que cada parte, la base, el cuerpo o la boca de la urna se conserven fieles, así como el color y los grabados que tengan.
“Cuando ya tengo la certeza de dónde va un determinado fragmento, visualizo bien cómo va a quedar ensamblado, cuáles son los puntos de contacto con otras piezas, los marco con tiza —que luego se retira con agua destilada— y le pongo un adhesivo especial para este tipo de cerámicas”, explicó la auxiliar del Museo.
El caso de la urna y todo el trabajo que ha demandado evidencia los complejos procesos silenciosos que tienen que adelantar museos como el de la de Antioquia para garantizar que la riqueza arqueológica del país siga existiendo.
“No se trata de volver la pieza a una apariencia de estado original, porque eso es engañoso para nosotros y para el público a la hora de presentarla. En casos como los de esta urna lo que hacemos es la unión de los fragmentos mediante el uso de insumos adecuados que nos permitan garantizar una mayor durabilidad y estabilidad de la pieza a lo largo del tiempo”, explicó Hernán Pimienta, actuar curador del Muua, quien resaltó el exitoso proceso de conservación preventiva y curativa que recibió esta pieza que es uno de las fundamentales para rearmar la prehistoria de lo que hoy es Medellín y quienes habitaron este territorio.