Ecuador cerró oficialmente su campaña presidencial y va a las urnas en medio de una grave crisis de violencia

Ecuador está a punto de vivir una de las elecciones más tensas de su historia reciente. Este domingo, cerca de 14 millones de ciudadanos están convocados a las urnas en un país sacudido por la compleja situación de orden público que enfrenta el país.

Los candidatos Daniel Noboa y Luisa González cerraron sus campañas este jueves con un último intento por conquistar a los votantes indecisos, en medio de un panorama donde el miedo y los golpes de grupos criminales vinculados con el narcotráfico son pan de cada día.

Ecuador, que durante años fue un ejemplo de paz y estabilidad en la región, se ha convertido en un epicentro del narcotráfico, con organizaciones criminales disputando el control de las rutas que conectan los cultivos de coca en Colombia y Perú con los mercados de Estados Unidos y Europa.

Daniel Noboa, de 37 años, quien espera ser reelegido, llegó al poder en 2023 tras la destitución del presidente Guillermo Lasso. Su vida política comenzó en 2021 como parlamentario y desde entonces ha apostado por una política de seguridad de “mano dura”, con militares en las calles, intervenciones en las cárceles y medidas excepcionales, como el estado de excepción en Guayaquil, para frenar el avance de las bandas criminales.

Noboa viene respaldado por una alianza política neoliberal, con una imagen juvenil se ha mostrado en operativos con chaleco antibalas y recorriendo las calles junto a soldados armados, intentando mantener la imagen de seguridad que quiere para el futuro del país.

Por otro lado, su principal rival, Luisa González, candidata del movimiento Revolución Ciudadana y aliada del expresidente Rafael Correa, critica la estrategia del Gobierno y propone un enfoque diferente. “Es urgente que cambiemos el país, no con declaraciones de guerra, sino construyendo la paz”, dijo González en una entrevista radial.

González ha enfocado su campaña en los sectores más pobres del país, donde la crisis económica golpea con mayor fuerza y donde Correa sigue teniendo una fuerte base de apoyo.

Lo cierto es que Ecuador ha vivido en los últimos meses una escalada de violencia sin precedentes. Solo en enero, el país fue escenario de secuestros masivos, ataques a medios de comunicación y motines en cárceles, lo que llevó al Gobierno de Noboa a declarar “conflicto armado interno” y dar a los militares un papel primordial en la lucha contra el crimen.

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La tasa de homicidios en el país se disparó de 6 por cada 100.000 habitantes en 2018 a 47 en 2023, alcanzando los niveles más altos de su historia.

Los enfrentamientos entre bandas y la infiltración del narcotráfico en puertos clave como Guayaquil y Esmeraldas han convertido al país en un punto estratégico para las mafias internacionales.

El impacto de la violencia se siente en todos los sectores: el turismo ha caído, miles de ecuatorianos han emigrado en busca de seguridad y la economía vive duros golpes por la disminución en la inversión extranjera.

La alta violencia, el temor a nuevos atentados y la desconfianza en las instituciones han hecho que muchos ecuatorianos vean las elecciones con escepticismo, aunque las recientes muestran a Noboa como el candidato con más posibilidades de ganar.

Este domingo, Ecuador votará entre dos modelos opuestos de país. Lo cierto es que el gran desafío del próximo presidente será recuperar la seguridad de una nación en crisis y una población que se desplaza internamente por temor a la violencia.

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