El ascenso de Diego Moreno: De Urabá a ídolo del Deportivo Independiente Medellín

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Cuando tenía 11 años de edad, Diego Moreno Quintero arribó a Medellín acompañado de su papá (William), un educador que trabajaba en la vereda Nueva Colonia de Turbo. Venía en busca de un equipo aficionado que le abriera las puertas del fútbol para encaminarse al profesionalismo, como había sucedido con otros muchachos del Urabá antioqueño en diferentes épocas, entre ellos Luis Carlos Perea, John Jairo Tréllez, Geovannis Cassiani, Carlos Castro, Herman “Carepa” Gaviria, Aquivaldo Mosquera, Juan Guillermo Cuadrado, Camilo Zúñiga, Jéferson Mena y Carlos Henao.

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Diego Moreno llegó al Club Palmazul, donde le dieron la oportunidad gracias al contacto que tenían con el presidente Hernán González, dirigente de la región con gran sentido social. Muy pronto, en 2009, gracias a su talento, empezó a jugar en los torneos de la Liga de Antioquia hasta llegar a los seleccionados departamentales. “Diego era un pelao diligente, con buena conducta ante todo. Venía con muchas ilusiones a nuestro equipo que tenía dos grandes entrenadores: Fabio Martínez y Álex Cuesta”, dice el directivo.

Por ser menor de edad, su representante ante el club Palmazul era la mamá (Liliana María), ama de casa convencida de las cualidades de su hijo que, tras un convenio que incluyó a otros jugadores, terminó enrolado en la Cantera de Héroes de Envigado, el semillero más exitoso del país.

Diego, hoy en día convertido en una de las figuras del DIM que este sábado (8:10 p.m.) juega ante Águilas Doradas en el estadio Atanasio Girardot en busca de alargar su buena campaña en la Liga, se vinculó en 2012 a la institución naranja con una camada en la que también estaban Juan Alberto Mosquera, Santiago Jiménez, Julián Figueroa y Jéferson Gómez. Una vez allí, fue convocado a las selecciones nacionales sub-15 y sub-17.

En Envigado, ante la abundancia de jugadores de calidad en todos los puestos, le tocó guerrear para mantenerse. En ese proceso de transición para llegar al fútbol rentado tuvo momentos tan difíciles que un día agarró su maleta y se fue para su natal Apartadó en compañía de Juan Alberto Mosquera, nacido en el mismo municipio.

Hernán González relata que él estaba en Turbo cuando la mamá de Diego lo llamó y le contó que los dos jóvenes habían retornado al pueblo: “Les dio por irse para Urabá y dejaron Envigado porque querían una vida diferente, dijeron que estaban cansados. De inmediato me fui para Apartadó y les dije: ¿ustedes qué piensan de la vida? Están metidos en el medio, algo que tanto les ha costado, ¿y ya quieren abandonar el fútbol? ¿Qué saben hacer, qué educación superior tienen; se van a quedar trabajando en las bananeras, cargando cajas en los barcos?”.

También les recordó las ilusiones de los padres, y sacó dinero de su billetera y les dejó para que compraran los pasajes. Con su poder de convicción, Hernán logró que ambos futbolistas regresaran al día siguiente a la casa naranja.

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Diego debutó en la primera división en 2014 y estuvo allí hasta 2018. Al año siguiente lo cedieron al Atlético Huila, donde jugó una temporada, pero retornó al Envigado. En 2020, en plena pandemia del covid 19, emprendió su primera aventura internacional en el Marítimo de Portugal, de donde volvió a Colombia en 2022. Jugó otra campaña con los envigadeños hasta dar el salto al Medellín el año pasado. Y su rendimiento ha sido tan positivo que los rojos le prolongaron el contrato hasta 2028.

“Hoy en día, Diego es un gran profesional, hace goles y es ejemplo para sus compañeros, es un muchacho muy trabajador”, apunta González.

John Hernández, preparador físico del Envigado, recuerda a Diego Moreno cuando era juvenil. Llegó como volante 10, pero con el tiempo los entrenadores lo fueron poniendo como 8 o 6. El creativo titular en ese entonces era Néider Morantes y venía en proceso Jeisson Guzmán. “Fue complicado porque Diego se lesionaba mucho, pero luego lo superó y se consolidó”.

Ahora lo describe como “un jugador espectacular, maduro, muy profesional, de buen rendimiento, con continuidad, líder, de buen biotipo y pegada, y con gran capacidad técnica”. A lo que le agrega una visión e interpretación de juego impresionante, fruto de su madurez, que le dio un lugar en la formación titular del equipo rojo.

Una lesión lo marginó del clásico, pero ya está listo para seguir aportando en el único equipo invicto del torneo.

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