El Vaticano vuelve a ser escenario de un drama digno de película. El protagonista: el cardenal italiano Angelo Becciu, quien pese a su condena por fraude financiero, se ha presentado con toga y determinación en las asambleas previas al cónclave.
Lo que no esperaba era el giro de guion post mortem del papa Francisco, que dejó dos cartas firmadas donde ordenaba que no se le permitiera votar en la elección del nuevo pontífice.
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Becciu fue destituido en 2020 tras revelarse su implicación en una operación turbia: la compra de un edificio de lujo en Londres que le costó al Vaticano 139 millones de euros.
Como si eso no fuera suficiente, también se le vincula con el desvío de fondos del Vaticano a negocios de dudosa procedencia, incluido el uso de dinero para rescatar a una monja en Mali que terminó, según las investigaciones, en bolsos de lujo para una amiga suya.
El papa lo apartó de sus funciones y le retiró sus derechos cardenalicios, pero nunca hubo un decreto formal con peso canónico, solo un comunicado de prensa. Becciu apeló su condena, el juicio sigue en marcha, y ahora reclama su derecho a participar en el cónclave.
Todo explotó esta semana en las congregaciones generales, esas reuniones diarias donde los cardenales preparan el cónclave.
Becciu se presentó desde el primer día tras la muerte del Papa, y el ambiente se caldeó cuando el decano, el cardenal Giovanni Battista Re, anunció que no había impedimento formal para su presencia.
Pero entonces vino el plot twist. Según reveló Giovanni Maria Vian, exdirector de L’Osservatore Romano, el cardenal camarlengo Kevin Farrell, autoridad clave durante la sede vacante, le confesó a Re que el Papa le había dado instrucciones verbales para excluir a Becciu.
Y ahí no paró la historia. El jueves, en plena sesión, el secretario de Estado, Pietro Parolin, sacó dos cartas firmadas por Francisco –una de 2023 y otra de marzo de este año, probablemente escrita en el hospital– donde el papa dejaba claro que Becciu no debía participar en el cónclave.
Una escena tensa, casi de comedia involuntaria, según testigos citados por El País: Re arremetía contra Becciu sin darse cuenta de que estaba en la sala. Cuando el purpurado levantó la mano, la sorpresa fue mayúscula. “Pensaba que no había venido”, murmuró el decano.
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Becciu no era cualquier figura en la Curia. Fue el número tres del Vaticano, hombre de confianza de Parolin, su exjefe y ahora uno de los favoritos para ser Papa.
La escena de Parolin sacando las cartas genera suspicacias entre algunos: ¿se está quitando a un rival de encima? Así lo resumen medios italianos.
El cardenal sardo insiste en que Francisco ya lo había perdonado. Dice que el papa le había dicho en enero: “Creo que he encontrado la solución”. Pero nunca le reveló cuál era. Ahora que salieron las cartas, el Vaticano guarda silencio oficial: solo recuerda que Becciu tiene derecho a asistir a las reuniones preliminares, pero sobre el cónclave decidirán los cardenales.
“Serán mis hermanos quienes decidan”, dijo el propio Becciu a la agencia Reuters.
La situación recuerda casos anteriores, como el del cardenal Louis Billot en 1929, expulsado por Pío XII por apoyar a un partido de extrema derecha.
Más recientemente, el cardenal peruano Juan Luis Cipriani, del Opus Dei, fue secretamente vetado por acusaciones de abuso, aunque ya superó los 80 años y no podría votar.
El historiador Alberto Melloni, experto en cónclaves, advierte que el caso Becciu deja una huella en el legado de Francisco. “El papa hizo una chapuza”, dice. Lo critican por actuar con impulsividad y sin rigor canónico. Porque quitarle los derechos a un cardenal no es solo una cuestión de voluntad: se necesita un acto formal, que no siempre existió.
Y aunque Becciu ya no aparece en la lista oficial de electores, su caso evidencia algo más profundo: el malestar institucional que el papa Francisco deja en el Vaticano, donde los papeles aparecen a último minuto y las decisiones, a veces, se toman entre susurros y papelitos firmados con una “F”, así lo cuenta El País de España.
Una historia que, sin duda, seguirá dando capítulos dignos de novela... o de Netflix.Siga leyendo: Antes de morir, el papa Francisco donó todo el dinero que tenía a presos, ¿por qué lo hizo?