El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca introduce un panorama incierto en dos de los conflictos más significativos de la geopolítica actual: la guerra en Ucrania y las crecientes tensiones en Oriente Medio. Se anticipa que el republicano optará por una política exterior muy distinta a la de su predecesor, Joe Biden, priorizando los intereses estadounidenses.El caso de UcraniaDurante su primer mandato, Trump mostró resistencia a intervenir en conflictos extranjeros, asegurando que Europa debía asumir una mayor responsabilidad en su propia defensa. En el contexto actual en Ucrania, su regreso a la presidencia podría significar una revisión profunda del apoyo militar y económico que Washington ha brindado hasta ahora a Kiev. Aunque Trump no ha expresado una postura contra Ucrania, ha cuestionado repetidamente el volumen de ayuda que da su país.Es probable que Trump exija una mayor contribución financiera y militar de los aliados europeos en la Otan, quienes han estado en la primera línea de apoyo a Ucrania, pero que han dependido bastante del respaldo estadounidense. El mandatario electo podría emplear esta táctica como medida de presión para que otros países tengan más responsabilidades en el fin del conflicto.Además, Trump podría reabrir canales de comunicación con Rusia. Aunque ha negado tener una relación cercana con el presidente ruso, Vladimir Putin, Trump ha mostrado interés en la posibilidad de una diplomacia directa con Moscú.En ese sentido, su enfoque podría estar más orientado hacia encontrar un acuerdo que ponga fin a la guerra, incluso si esto implica concesiones territoriales a favor del Kremlin.La situación de Oriente Medio En Oriente Medio, Trump ya ha dejado clara su afinidad con Israel y con las políticas de seguridad regional de sus aliados en la zona, como Arabia Saudita. Sin embargo, su enfoque de ‘América Primero’ sugiere que su administración podría priorizar los acuerdos económicos y de seguridad bilaterales sobre la intervención directa en conflictos prolongados.En particular, sobre la guerra en Gaza, se espera que Trump reafirme su apoyo a Israel, sin necesariamente involucrarse en soluciones diplomáticas para el conflicto palestino-israelí. En cuanto a Irán, Trump podría volver a implementar su política de “máxima presión”, buscando restaurar las sanciones económicas y políticas para limitar las capacidades nucleares del país. Su administración anterior fue la responsable de la ruptura del acuerdo nuclear de 2015 y la imposición de severas sanciones, medidas que él mismo defendió como necesarias para frenar el avance de Irán en la región. Aunque una escalada militar directa contra Irán no es segura, su retorno al poder probablemente pondría en suspenso cualquier intento de diálogo diplomático con el régimen de Teherán.Uno de los pilares de la política de Trump en Oriente Medio fue la firma de los Acuerdos de Abraham, que permitieron la normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes, incluyendo Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. En un segundo mandato, Trump seguramente buscaría expandir estos acuerdos, promoviendo más pactos de paz entre Israel y naciones árabes o musulmanas.Sin embargo, este enfoque podría agravar las tensiones con los palestinos, quienes han denunciado los Acuerdos de Abraham como una traición a su causa. La nueva administración Trump es probable que continúe un enfoque menos inclinado hacia la negociación con los líderes palestinos, centrándose, en cambio, en fortalecer la posición de Israel en la región. Pero podría intensificar la violencia en Gaza y Cisjordania.Uno de los aspectos más característicos de la política exterior de Trump es su enfoque pragmático, centrado en los beneficios económicos y en una menor implicación en conflictos extranjeros. Es probable que en Ucrania y en Oriente Medio adopte una política de contención con costos reducidos para Estados Unidos, limitando la ayuda y delegando más responsabilidades a los actores regionales.Aunque esta postura puede reducir la carga sobre los contribuyentes estadounidenses, también podría implicar un debilitamiento de la influencia de Estados Unidos en el escenario mundial, lo que algunos críticos temen que deje espacio para la expansión de otras potencias, como Rusia y China, destacados peligros para la estabilidad del planeta.